Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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De una gran vasca que no pone la bandera cuando corona un ocho mil

por Luis Antequera

 
            Un Zapatero en horas bajas y con los rasgos de la derrota marcados en la cara, se dedica ahora a eventos en miniatura en los que aprovecha para hacerse el interesante emitiendo mensajes crípticos que cada uno interpreta como quiere. El último ha sido la entrega por sorpresa –no lo iba a hacer él sino el secretario de estado para el deporte Lissavetsky- a una gran deportista española, Edurne Pasabán, de la medalla de la Real Orden del Mérito Deportivo por haber coronado los catorce ocho mil del planeta, hazaña que no sé cuantas personas, y concretamente cuantas mujeres, han culminado en el mundo, pero que en cualquier caso, no me parece al alcance de cualquiera. Sin ir muy lejos, yo mismo no he conseguido subir más allá de los cinco mil metros, cosa que he hecho una única vez en mi vida... y en coche.
 
            Con tan fausto motivo, Edurne Pasabán era entrevistada ayer por Luis Herrero en EsRadio, donde preguntada por qué no coloca la bandera española en cada cima que corona, costumbre, la de colocar la propia bandera, que parece consolidada en el mundo del montañismo, respondió que “cada uno lleva lo que lleva dentro”, lo que podría hacer pensar que lo que lleva ella no es, precisamente, ni la bandera española, ni los afectos que el portado de la misma permiten barruntar. Sin embargo, añade luego un enigmático “vivimos en un país complicado y más viviendo en el norte” que le lleva a uno a preguntarse si cuando no coloca la bandera española en las cimas que corona, lo hace por un verdadero desafecto a la que debería ser su patria, o lo hace por puro miedo, algo que no sería esperable en quien realiza las hazañas que Edurne realiza pero que, de todas maneras, no es de reprochársele. Para terminar de enredar la cuestión, a la pregunta que le formula Herrero sobre el próximo mundial de fútbol, responde la montañera que ella va a hinchar por la selección española, que le desea que “vaya con motivación y que llegue muy lejos”, y hasta reconoce que “todo el mundo está muy ilusionado” con ella.
 
            Visto lo visto, mucho me temo que Edurne no sea otra cosa que una muestra más de lo que en determinadas regiones españolas se está criando: personas confundidas y silentes, que no tendrían inconveniente alguno en sentir el patriotismo en un modo sencillo y llano y que, sin embargo, se desentienden de él para evitar los graves problemas que, en esas regiones, derivan del mismo.
 
            Que en determinadas partes de España no se pueda sentir a España con la naturalidad con la que todas las personas sienten su patria en casi cualquier lugar del mundo, es responsabilidad, desde luego, de quienes viven en esas partes de España. Pero lo es, también, del resto de los españoles, los que no tenemos problemas en expresar de manera natural nuestro patriotismo, los cuales hemos llevado a gala, en un alarde más de jactancioso relativismo, el ser capaces de vivir sin expresar un sentimiento, el patriotismo, connatural al ser humano, tanto como, no nos engañemos, lo es el amor a la madre, al esposo o esposa, o a los hijos.

            Al final lo más real de cuanto Edurne respondió ayer, va a ser eso de que “vivimos en un país complicado”. Más que complicado, extraño, diría yo.

 
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