Así me arranques la vida y aunque prepares mi muerte,
y me desgarres el alma, no dejaré de amarte nunca yo.
Y si destrozas mis sueños y olvidas que soy pequeño,
si crees que aún no soy nada, igual por ti muero, mamá, de amor.
Podrás borrar mi memoria, arrancarme de tus brazos,
hacer de cuenta que nada pasó, desbaratarme en pedazos.
Pero si cambias de planes, te ofrezco mil y una sonrisas,
dormir tranquilo en las tardes, calmar mi llanto al escuchar tu voz.
Serás lo más grande en mi vida y guardarás mi secretos,
tú, la Reina de mis cuentos, mamá, mi mejor amiga. (BIS)
Hoy te digo estas palabras, pongo en tus manos mi suerte,
te habla tu hijo pequeño, sonrío desde tu vientre.
Aquí un testimonio de la Archidiócesis de Bogotá (Colombia):