De ese gran torero y mejor persona llamado José Tomás
por Luis Antequera
Tuve mis años de ser un gran taurómaco. Actualmente no lo soy, lo que no quiere decir que sea antitaurino o incapaz de apreciar la sabia combinación de arte y valor que existe en una buena faena. De todas maneras, no es propiamente de toros de lo que quiero hablarles hoy. Tampoco de toreros, aunque el título llame a engaño. Quiero hablarles de un ser humano que torea, de un ser humano que además, es torero. Su nombre sí lo han adivinado: José Tomás.
Que José Tomás es uno de los grandes hombres del panorama español del momento y es la gran figura del toreo sin nadie que le haga ni la menor sombra es una verdad que cae por su peso y cuyo descubrimiento no puedo atribuirme. Pero yo no sé si se ha hecho suficiente hincapié en el pedazo de persona que esconde el torero discreto del que estoy hablando.
Hoy gracias a Dios está fuera de peligro después de una cornada estremecedora que casi lo pasaporta al otro mundo. Pero en los tiempos que corren, en el que vemos a personas que ganan en un día el dinero que otros no ganan en toda su vida entregarse cicateramente en las pequeñas ocasiones, reservándose para aquéllas a las que esperan exprimir hasta el último céntimo en dinero y fama ¿se han fijado Vds. en la generosidad con la que Tomás se inmoló en una plaza de tercera, exactamente igual que ya lo ha hecho tantas veces, de un pueblo del que ninguno de nosotros había oído hablar hasta que José lo puso en el mapa, jugándose como efectivamente se jugó, y perdiendo, su participación en la plaza por antonomasia, la de Las Ventas, y en la feria de San Isidro, donde tenía tanto que ganar en dinero y fama, los dos dioses del momento?
Tomás no se lo pensó en Aguascalientes. Como antes no lo había hecho en todas y cada una de las plazas en las que sale a morir, las cuales lleva dibujadas en su cuerpo en forma de cicatriz recalcitrante. Tomás se entrega en cada lugar en el que desean contar con su presencia. Lo hace como torero, porque esa es hoy su profesión ¡y qué profesión!. Pero ese carácter suyo me hace pensar que lo habría hecho en cualquier otra profesión que hubiera elegido. Añadan Vds. a ello su sobriedad, su discreción, su seriedad, su rigor, como torero sí, como persona también, y ahí lo tienen: un ser humano excepcional. Un modelo para un mundo tan necesitado de espejos en los que mirarse distinto de aquéllos en los que se está mirando y que en la mente de todos están.
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