¿"familiaritis" o verdadera familia?

Hoy quiero continuar con el post del otro día sobre el conflictivo Evangelio de la verdadera familia y que muestra cuál es la relación entre la familia y el cristianismo. Lo haré contando dos casos.

El primero se refiere a una conocida mía, madre de familia, que contenta con el colegio de sus hijos (adscrito a una institución católica muy reconocible) se apresuró a “sacar” a su hijo mayor adolescente del centro educativo “…no vaya a ser que me lo hagan cura o qué se yo…” ya que el muchacho había empezado a mostrar interés por frecuentar y formarse como cristiano en un club de jóvenes católicos.

El segundo se refiere a otra madre, la del Padre Loring. Es una anécdota que me contó de viva voz el propio protagonista y que luego dejó escrita en su libro “Anécdotas de una vida apostólica”.

Cuenta él que: “ (…) durante unas vacaciones de verano hice Ejercicios espirituales con el Padre Granero, que había sido mi director espiritual durante mis últimos años de bachillerato en Málaga. Salí convencido de que Dios me quería jesuita. Pero no me atrevía a decírselo a mi viuda madre, pues después de la guerra quedamos arruinados. La fábrica de mi padre quedó destruida. Y yo era su esperanza. Éramos ocho hijos, yo el mayor, después seis niñas, que entonces no estudiaban, y mi hermano de nueve años. Lo natural es que mi madre me hubiera dicho: ¿Cómo me vas a dejar en estas circunstancias? Sin embargo ella contestó:

“Jorge, si Dios te llama, vete; que a mi Dios no me abandona”

Y así fue.”  

Así pues tenemos dos madres de familia. Ahora bien, con dos mentalidades diametralmente distintas que conducen a dos actitudes que no pueden ser más opuestas: una, me atrevería a decir, abiertamente anticristiana. La otra, por el contrario, profundamente cristiana (primero y ante todo, Dios)

¿No es verdad que con estos dos ejemplos se entiende mejor la pregunta y respuesta que Nuestro Señor nos transmite en el Evangelio:

 “… Quiénes son mis madre y mis hermanos (…) El que haga la voluntad de Dios ese es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Marcos 3, 35)?

Juzguen ustedes

Porthos