Semblanza del P. Miguel de Bernabé
El autor
A lo largo de su vida, el padre Miguel de Bernabé, cultivó diversas artes y disciplinas, siempre respondiendo a su celo por las almas, para ayudar a la Iglesia y a los seglares de todos los modos posibles a su alcance.
Su delicadeza espiritual, su sentido artístico, su conocimiento de la Historia y del hombre, su dotes literarias y musicales..., le permitieron realizaciones espléndidas en forma de libros y relatos, composiciones, edificios, jardines, fuentes...
Escribió con una prosa amena, sencilla, rigurosa y culta, siempre en lucha contra la verborrea ─que en el clero consideraba muy dañina─, practicando la brevedad y huyendo del lucimiento literario y la pomposidad en aras de ser entendido por todos. Así, en El Evangelio Olvidado y en El Evangelio Vivido, consigue que el lector pase de simple espectador a casi partícipe de los acontecimientos. En sus pedagógicos escritos abundan la anécdota, el ejemplo y hasta la chispa de humor, todo orientado a la fácil transmisión de las ideas, aun las más complicadas. En muchos de ellos deja traslucir su profunda espiritualidad y el conocimiento del alma humana; como en Flash Espiritual, colección de pensamientos y reflexiones sobre los más variados temas espirituales y de praxis seglar. En Salmos y Oraciones, expone su alma al lector con el fruto de sus meditaciones y diálogos con Dios, en un gesto de delicada generosidad, por amor a Él y para ayuda del prójimo.
En su escrito Maravillosa Santa Teresa, a la que tenía una gran devoción y por la que sentía una especial simpatía, relata de forma vívida y atractiva la vida e inquietudes espirituales de la santa, con un estilo sencillo y pedagógico para aprovechamiento del que busca la santidad.
El padre Miguel, en sus libros de viajes: San Petersburgo, la ciudad del sol de medianoche y Guía de Roma, despliega sus conocimientos de historia y dotes de narrador, ofreciendo al viajero no solo una guía de la ciudad, sino el placer de disfrutar de muchas anécdotas y datos de interés sobre personas y lugares.
Alejandra y Atlania, fueron dos proyectos que le hubiera gustado terminar, siempre pospuestos por otros trabajos más importantes. La primera, una biografía de la última emperatriz de Rusia; la segunda, de mucho más calado, una ficción novelada del Mundo Ideal que imaginó aplicando las propuestas de su Mundotecnia.
Sobre su faceta como músico, en sus Memorias dice: «A estas memorias le faltaría un elemento fundamental si no tratara el tema musical puesto que junto con la historia, la música compone mis dos aficiones favoritas». La música fue para él más que una afición, ya que fue organista en la Catedral de Cádiz en su época de beneficiado.
Sus interpretaciones tenían «alma» y cuando entretenía a los que con él estaban lo hacía «elegantizando», valga el neologismo, hasta las piezas más populares.
En música religiosa, compuso, entre otras menos extensas, el Oratorio de Navidad y el Oratorio de Semana Santa, y en música profana, la suite Músicas y Leyendas del Wikendal, una serie de cuadros de música descriptiva, complemento de sus respectivas leyendas. Inolvidables son, también, sus interpretaciones de melodías bellas y románticas para acompañar paseos nocturnos por los jardines que llamó Nocturnatas.
No puede omitirse su faceta de diseñador de edificios y jardines. El Wikendal y los gardendales son buena prueba de ello, donde se funden con ingenio y armonía la casa y el jardín, compartiendo protagonismo, funcionalidad y elegancia. Los estanques y las fuentes, las columnas y los parterres crean ambientes, rincones…, donde la Belleza lleva a Dios.
Los Tres Mosqueteros