Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Las adicciones y el comportamiento adictivo

por Conversaciones Lúcidas

Vivimos en una sociedad que es adicta. Piénsalo por un momento. ¿Conoces a alguien que no sea adicto a algo? Aunque la adicción no tiene porque ser mortal, sin embargo  tiene muchas formas de expresion, por ejemplo ¿conoces a alguien que no sea adicto a alguna de estas sustancias o procesos: azúcar, cafeína, tabaco, televisión, juego, alcohol, preocupación constante, comida, redes sociales, móvil, compra compulsiva, sexo, pornografía, medicamentos, drogas o ejercicio? De hecho, hasta cierto punto, a la mayoría de nosotros se nos podría etiquetar como “adictos”. Y te preguntarás: ¿cómo defines adicto? Pues bien, cuando utilizo la palabra adicto me refiero a alguien que ha renunciado a su capacidad de elegir su grado de involucración y participación con una sustancia, proceso, experiencia o persona. Es la experiencia de depender de algo externo para adquirir un estado temporal de alivio, bienestar o euforia. En este sentido, las adicciones son el resultado de la búsqueda o la evitación, a toda costa, de un sentimiento.

 

La sociedad actual nos lanza cada día, de manera automática, potentes estímulos que refuerzan el concepto de insuficiencia personal. Estos estimulos se definen como  soluciones temporales a nuestros problemas y desafíos; promesas en forma de mensajes ideados, estructurados (imágenes y comportamientos) y transmitidos a través de los medios a su alcance; TV, internet, móvil, aplicaciones, redes sociales, colectivos sociales y grupos de presión social que dictan consignas morales e ideológicas sobre cual es el comportamiento social adecuado de las personas según el contexto. El resultado: confusión, tensión, ansiedad, estrés, dependencia, depresión, artritis, cáncer, Alzheimer, dolores de cabeza, impotencia, baja autoestima, falta de atractivo sexual, rechazo, pérdida de amor, pérdida del cabello, por decir algunos.

 

La conducta adictiva resulta cuando una persona conforma un apego a algo y cree que su bienestar depende de ello o de su uso. Las adicciones por definición son autodestructivas. Estas erosionan la autoestima y crean una “relación de dependencia” que a menudo se convierte en una espiral negativa. En cierto sentido, todas las adicciones son manifestaciones externas del negaholismo o síndrome de la negatividad. Lo verdaderamente sorprendente es que nuestra sociedad condona la mayoría de las adicciones dado que una gran parte del tejido social de nuestras vidas implica la aceptación del pensamiento adictivo y, como consecuencia, de los comportamientos adictivos que se derivan, y de los cuales nos hemos vuelto casi inconscientes de su presencia en nuestro día a día.

¿Por qué las personas se vuelven adictas?

 

A lo largo de los años, se han presentado una serie de teorías sobre el origen de las conductas adictivas. El más tradicional sugiere que el individuo carece de fuerza de voluntad o de carácter moral, y es incapaz de controlar su comportamiento.

La segunda teoría presenta la adicción como una enfermedad. Esta teoría elimina el estigma moral y crítico previamente asociado con el comportamiento adictivo, y libera a la persona adicta de la responsabilidad personal y le permite buscar tratamiento sin vergüenza ni humillación.

La teoría sobre el negaholismo se fundamenta en el concepto de la triple impronta que implica lo siguiente:

Psicológico: la atención que recibes de ti mismo y de los demás cuando experimentas un ataque negativo.

Emocional: el drama o la carga emocional que sientes.

Fisiológico: la experiencia simultánea de sentirse bien/sentirse mal que asegura y bloquea el patrón de comportamiento adictivo; la liberación de péptidos opiáceos en el organismo ataca al sistema inmunológico. Los péptidos opiáceos: las endorfinas B, las lipotropinas B y la encefalina son sustancias que se secretan de forma natural en el cuerpo, crean una sensación natural alta, una sensación de euforia.

Ya sea inducido naturalmente o químicamente, el resultado es el mismo: alivio de la ansiedad, paz, bienestar y una experiencia temporal de euforia completa y total. El problema es que esta sensación es adictiva.

El “ciclo de negatividad” generalmente comienza con un estado de sentirse abrumado. Este sentimiento desencadena el síndrome del “NO PUEDO”, que incita a llenar ese vacío interior que genera con actividades, personas, sustancias o procesos. A menudo, estas actividades producen una gratificación a corto plazo, pero cuando el sentimiento de euforia desaparece la sensación de estar abrumado, la confusión, la duda y el miedo retornan, junto con el sentimiento de vergüenza. El sentimiento de vergüenza deriva necesariamente en pensamientos negativos que conllevan la auto-flagelación por participar en una actividad (cognitiva o emocional) que es inaceptable para la persona. Es una forma de castigo mental auto-infligido. Este ciclo se repite una y otra vez hasta que el patrón de comportamiento se percibe como “normal” para la persona y queda engranado y bloqueado.

Pero he aquí la parte mas interesante: ¿Cómo es posible relacionar la auto-negación con la euforia? Si eres un negahólico, cada vez que te juzgas, te criticas, o te invalidas, liberas péptidos opiáceos (neurotransmisores opioides producidos en el sistema nervioso central como moduladores del dolor, que producen los mismos efectos que los analgésicos opiáceos derivados del opio) en tu sistema. La sensación de “subidón” que sientes en tu organismo cuando te auto-castigas es emocionante, pero muy negativa. Las personas negaholicas quieren dejar de castigarse, pero, de hecho, se sienten incapaces de hacerlo.

¿Dónde se originan las adicciones?

 

Hay tres elementos que crean las condiciones propicias para las adicciones.

  1. 1. El individuo experimenta estar abrumado.
  2. 2. Este sentimiento provoca niveles elevados de estrés.
  3. 3. Siente insuficiencia o incapacidad de enfrentar los desafíos que se le presentan.

Por ejemplo, “No soy lo suficientemente inteligente para llevar a cabo esta tarea, no tengo la habilidad suficiente para hacer este trabajo, no soy lo suficientemente atractivo para tener la relación que me gustaría, no soy lo suficientemente atlético para participar en la competición, no soy digno de ser amado por esta persona, no lo suficientemente inteligente, no lo suficientemente capaz, no lo suficientemente bueno, no lo suficientemente…” La lista es interminable y, en todos los casos, el sentimiento que subyace es uno de insuficiencia para aquello que uno necesita ser, hacer o convertirse, y ahí radica el conflicto. Este es el origen de la persona que piensa:
“¡NO PUEDO!”.

Esta sensación de insuficiencia personal rara vez se aborda por lo que es y la mayoría de las veces la evitamos, muchas veces no porque queramos sino porque no sabemos realmente como abordarla. Así que atacamos el síntoma y no la raíz del problema. Al mismo tiempo buscamos remedios para llenar y aliviar ese vacío que se genera dentro de nosotros. Cuando te vuelves adicto a la negatividad, renuncias a tu capacidad personal, a creer en ti mismo, y te preocupas u obsesionas con algo externo a ti. Como crees que fuera de ti esta la solución a tus problemas tu enfoque se vuelve cada vez más externo. El potenciador del estado de animo te hace sentir mejor, alivia tu estrés y resuelve tu agobio inmediato. A medida que aumenta la adicción, empiezas a verla como una panacea para los problemas de la vida y tu comportamiento se vuelve cada vez más compulsivo.

 

Hay herramientas y técnicas, que facilito durante las sesiones, para abordar este tema y que te permitirá ver, comprender y modificar los patrones de comportamiento negativos. A través del Coaching de Exploración Interior accedo a la impronta, haciendo que el cliente la reconozca, tome conciencia y se libere del problema.

  

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