Jueves, 21 de noviembre de 2024

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La oración del Alzheimer

por La Columna del #CoronelPakez

La enfermedad de Alzheimer es un mal terrible. Destruye a la persona y a su entorno. Todo el mundo le tiene un miedo profundo. He visto enloquecer a uno de mis abuelos y al pediatra que salvó mi vida de una enfermedad mental. Entre otros.

Sin embargo, hace muy poco reparé en que la enfermedad de Alzheimer es el mayor regalo del buen Jesús, del Sufriente Dios que tiene una sed infinita de almas. Es la Cruz más cruel y humillante que se pueda padecer. Un enfermo de Alzheimer es una puerta del Cielo en la tierra.

Analicen conmigo esta conocida oración de San Ignacio de Loyola:

Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y poseer. Tú me lo diste,
a Ti, Señor, lo retorno. Todo es Tuyo: dispón de ello según Tu Voluntad. Dame Tu Amor y Tu Gracia, que éstas me bastan. Amén.

Se la considera una oración de abandono, y lo es. Pero, como suele suceder cuando rezamos, debemos ser muy conscientes de aquello que pedimos. Dios es muy literal en sus respuestas. Y responde siempre.

"Toma, Señor, mi libertad" no solo significa que nos sujetamos a Él por Amor y le obedecemos, significa que nos puede encarcelar por Él: en la celda de un monasterio o en la prisión de la locura del Alzheimer. Aún es más literal lo que sigue: "toma mi memoria y mi entendimiento", es decir, dame la locura y el olvido si te place. "Toma toda mi voluntad" hasta tal punto que no tenga yo ninguna, hasta que ni siquiera tenga un yo autoconsciente. ¿No pedimos eso mismo también en el Padrenuestro? Hágase tu voluntad, hágase en mí lo que quieras, hágase en mí tu bendito Alzheimer o tu santo ELA. Diluimos el Evangelio y al propio Cristo porque intuimos el abismo absoluto del misterio de su Amor Eterno. 

"Toma todo mi haber y poseer": ¿acaso pensamos que somos propietarios de algo? No, no solo se refiere al dinero. Mi haber es mi inteligencia y mi poseer son mis obras, que creemos nuestras, tan estúpidos y vanidosos somos. También creemos que el tiempo es nuestro, cuando la verdad es que "solo un imprevisto es la única esperanza", según profetizó Don Giussani.

Con el Alzheimer retornamos a Dios lo que es Suyo. Lo hacemos con el dolor del desprendimiento obligado de la razón, los recuerdos, la orientación, el sentido y el propósito de la vida. Es un viaje a la profunda oscuridad del Calvario. Es una aniquilación total del yo. El enfermo de Alzheimer, consumido entero en holocausto, es la víctima más agradable a Dios: es pura, inocente, limpia, sin mancha, porque NO ES consciente. Ya no es consciente. Ni siquiera disfruta del consuelo místico de la oración, de la cercanía del Padre. "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

Desde ahora rezo esta oración pensando en el mal de Alzheimer. Y lo pienso tan en serio que puede llegar a ser una buena medida de mi entrega, si es sincera.

Me lo recuerden ustedes cuando lo olvide. 

Paz y Bien.

Coda: Mi padre ya intuyó algo así cuando rezaba, llorando, a los pies de la cama de su padre loco y dormido. "El enfermo es un Cristo", dijo el Doctor Espriu, hermano del poeta.

 

 

 

 

 

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