De un alcalde con estómago como para dar un premio a la Clínica Dátor
por Luis Antequera
Se les ha caído la careta. Nos decían que el del aborto era "un drama" y que ellos, con harto dolor de su alma, sólo querían regularlo para minimizarlo en lo posible . Y sin embargo, en cuanto se descuidan, se les cae la careta y les asoma el verdadero rostro. Ya ocurrió cuando con escasísima decencia, celebraron la promulgación de “su” ley con toda la algarabía imaginable, como si la misma regulara cualquier cosa menos “el drama” del que nos hablaban.
Y ahí está para perpetuarlo en la memoria aquella fotografía de infausta memoria que Vd. puede volver a contemplar en este espacio, en la que muchas de las ministras del gobierno, se abalanzaban a festejarle a la reina del día, la Sra. Aído, el gran triunfo parlamentario consistente en convertir el de matar a su hijo en nada menos que un derecho de la madre: atroz.
Ahora es uno que se perdió la fiesta y hace oposiciones para estar en la siguiente, uno de esos personajes indeseables que produce la escena española, carente de toda talla, un patán en sus modales que, de no haber encontrado alojo en la política, se pregunta uno donde lo habría encontrado: me refiero al alcalde de Getafe, el ínclito Pedro Castro, el que se hace llamar a sí mismo “alcalde de alcaldes”, el mismo que en su día profiriera ese tratado de las buenas maneras democráticas titulado “¿Por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha?”.
Pues bien, el ayuntamiento que gobierna el Sr. Castro, ha otorgado el Premio 8 de marzo que se supone premia los trabajos realizados en pro de la igualdad de la mujer, a la que se hace llamar Clínica (sic) Dátor, el abortorio que más niños ha masacrado en toda España, en una cifra deliberadamente oculta pero que asciende sin duda a bastantes cientos de miles desde que fuera fundada en 1986.
Por si el hecho en sí no fuera lo suficientemente sonrojante, concurre la circunstancia de que para darle el premio a la Clínica (sic) Dátor, se desechó la candidatura de Madre Coraje, Marimar Bermúdez, vecina por demás de Getafe y madre de la pobre Sandra Palo, la infeliz que terminó sus días violada y quemada por cuatro canallas infectos, alguno de los cuales ha visitado ya varias veces las comisarías donde pasa un rato riéndose de los policías para luego salir y cometer su siguiente fechoría al amparo de la Ley de procedimiento penal y de la Ley del menor que rigen en este país raro llamado España.
Por si el hecho en sí no fuera lo suficientemente sonrojante, concurre la circunstancia de que para darle el premio a la Clínica (sic) Dátor, se desechó la candidatura de Madre Coraje, Marimar Bermúdez, vecina por demás de Getafe y madre de la pobre Sandra Palo, la infeliz que terminó sus días violada y quemada por cuatro canallas infectos, alguno de los cuales ha visitado ya varias veces las comisarías donde pasa un rato riéndose de los policías para luego salir y cometer su siguiente fechoría al amparo de la Ley de procedimiento penal y de la Ley del menor que rigen en este país raro llamado España.
Hay cosas en la política y en la vida pública española que producen náuseas. Lo ocurrido anteayer en Getafe es una de ellas. Y sin embargo, no hay mal que por bien no venga, y en mi opinión, está bien que se les caiga la careta y les veamos el rostro verdadero, para que no puedan seguir diciéndonos que para ellos es un drama lo que para ellos en realidad, no es un drama: algún día nos dirán qué es verdaderamente para ellos un aborto y a qué ese empeño en que cada vez se practiquen más en España.
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