«Me puso barro en los ojos, me lavé, y ahora veo.»
Reflexión Domingo IV de Cuaresma
Queridos hermanos
Estamos en el Domingo cuarto de Cuaresma, también llamado Domingo de Laetare, de alegría. ¿Por qué de alegría? porque caminamos hacia la Pascua. En la Iglesia primitiva, los catecúmenos que se preparaban para la Vigilia Pascual, para el bautismo, vivían este tiempo con alegría. Otro signo era que en esta época el Papa ofrecía una rosa roja que simbolizaba el jardín, el paraíso hacia donde vamos, es decir, la Pascua, por eso también el sacerdote iba vestido de rosa. Hoy la primera Palabra, tomada del libro de Samuel, nos pone por delante la elección de David. Dios hace una elección sin fijarse en las apariencias, como sí lo hacemos nosotros, los hombres. Dios, que nos conoce, nos ha elegido también a nosotros; y se ha fijado en nuestros corazones. Confiando en esta elección podemos decir junto al salmista “el Señor es mi pastor, nada me falta, me conduce sobre fuentes tranquilas”.
La segunda Palabra es de la Carta a Los Efesios y nos muestra la realidad que estamos viviendo en la Iglesia. Fijaros qué cantidad de cristianos estamos caminando como si viviésemos en tinieblas, sin ningún signo, instalados, aburguesados, buscando lo que agrada a nuestro hombre viejo. Por eso el Señor termina diciendo: despierta tú, que duermes, levántate de tu burguesía, de tu instalación, levántate de entre de los muertos y Cristo será tu luz. Hermanos, hoy más que nunca hace falta ser luz. Este domingo hace presente la iluminación que da el bautismo sobre las tinieblas que había en el corazón, hoy los profetas son portadores de la luz al hombre. El cristiano es un profeta que hace presente esta luz que ilumina el mundo.
Por eso el Evangelio de San Juan nos habla de la curación de un ciego de nacimiento. Esto es lo que tiene que hacer la Iglesia con nosotros: ponernos barro en los ojos, símbolo de nuestras precariedades, nuestros pecados; y nos envía a Siloé, símbolo del bautismo. Este bautismo es el que ilumina al mundo, el que le devuelve la posibilidad de ver. El ciego representa a la humanidad pecadora que reencuentra en Cristo la luz de la vida, el bautismo es llamado en la literatura antigua, la iluminación. Por eso hermanos necesitamos ser iluminados para llevar al hombre de hoy la verdad.
Pero esta Palabra viene a iluminarnos también la situación social que vivimos. ¡Cuánta cantidad de barro vemos en la sociedad! Ojo, porque es una elección de Dios. Él nos está haciendo ser conscientes de nuestro barro en las leyes, en nuestra vida, en nuestro comportamiento; para acercarnos a lavarnos en la Iglesia, para lavarnos a través de los sacramentos. Hermanos, esta es la misión de la Iglesia, abrir los ojos de la humanidad que está caminando hacia la muerte.
Hermanos, ojalá creamos en este poder del Señor. ¿Tu matrimonio está mal?, ¿tu vida va mal? Acude a Jesús que es el Mesías, el hijo del hombre, el enviado por el Padre para abrirte los ojos.
Que el Señor rico en misericordia os acompañe en este tiempo.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao