La Virgen María no viene a lucir palmito
por Jesús García
Aviso de antemano que esto de “estar manco” me tiene tocado el ánimo, y lamentando mucho haber podido dar otra impresión, respondiendo a un comentario de un lector, me brindo la oportunidad de aclarar que yo no pienso que la Iglesia haya machacado nunca a nadie. Y mucho menos, machacar por machacar. Pero vamos a ver, de qué estamos hablando. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo, por tanto, la Iglesia no puede machacar a nadie. En todo caso, habremos sido alguno de sus miembros, torpes personajes individuales cada uno con sus cadaunadas, necesitados de confesarnos con cierta frecuencia. Que hasta donde yo sé, infalible, lo que es infalible, solo es uno, y en especialísimas circunstancias. Y en esto de lo que hablo, no seamos ingenuos. Si nos hemos machacados tantas veces incluso entre nosotros, ¿cómo no lo vamos a haber hecho de puertas afuera? Si lo hacemos con gente cercana y de nuestra condición, ¿por qué no lo vamos a hacer con una niña enfermiza y analfabeta como Bernadette, que decía ver nada menos que a la Virgen María? ¿Porqué no suspender a un frailecillo de nombre Pío y de carácter encontradizo, que decía tener en sus manos los agujeros de los clavos de Cristo, nada menos?
Una vez dicho, es bueno saber que eso es tan cierto como que cuando se aparece la Virgen María, pues no viene a molestar, no viene a hablar de ella ni a dar ruedas de prensa. Si quisiera lucir palmito pues montaría un numerito en Las Vegas o haría milagritos sobre la Torre Eiffel en Noche Vieja. Desde luego, si quisiera dar la nota no escogería una aldea perdida en Herzegovina como es Medjugorje. Yo siempre tengo en cuenta que Dios, para nacer, no escogió el Ruber Internacional. Qué va. Nació en una cuadra del último pueblo de la más alejada provincia romana. Pero así funciona Dios. Él sabrá. Y de la misma manera que hay santos en el cielo no declarados santos por la Iglesia, o que han ocurrido milagros no reconocidos por la Iglesia, no es descabellado pensar que ha habido apariciones auténticas y no declaradas por la Iglesia. Porque la autenticidad de una aparición no depende de su estudio y declaración de autenticidad, sino de su propia autenticidad, igual que la santidad de un alma no depende de su canonización, sino de su santidad. Que la Virgen se haya aparecido a alguien no depende de que lo diga nadie, sino de que se haya aparecido. Por eso es una buena noticia que ninguna aparición sea dogma de fe, que para eso la Iglesia es sabia, prudente y abierta. Para que los que a través de los frutos y del contenido del mensaje, hablen de ella, no se corten y no esperen a que nadie diga nada tanto tiempo después, porque si viene, si es cierto que viene ahora, es por algo, no para que esperemos quietos y callados.
Hace unas semanas, una chica de 21 años ha entrado en un monasterio de clausura. Allí estaban toda su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo y estudios… ahora empieza un proceso de discernimiento, y Dios dirá. Pero el solo hecho de que una joven de 21 años se atreva a dejar amigos, trabajo y estudios, en estos tiempos y mundo, para encerrase de por vida en una clausura, es un milagro. Cuando dio testimonio, lo dijo: “Fue en un viaje a Medjugorje, al que no iba a ir. Pero allí, Dios se me declaró. Me dijo que me quería para Él”. Qué valiente al decirlo y al contarlo. Qué valiente, porque sin que ella la haya visto, ya se ha quedado con el sambenito de ser ‘la de Medjugorje’, con lo que ello conlleva. Y seguramente no se lo cuente a nadie que no se lo pregunte, pero si lo hacen, contará la historia. Explicará con la voz temblorosa y la mirada convencida algo que es inexplicable, incomprensible, alucinante, magnífico, bueno.
Cuantas veces se habrá aparecido la Virgen María a tanta gente sin que nadie se haya enterado más que el santo o el místico agraciado con su presencia. Y si alguien tiene algún problema con que la Virgen María se aparezca, que lo discuta con ella, que es quien se aparece, y deje en paz a quien se haya beneficiado espiritualmente de su presencia, que demasiado tiene el pobre atontao con haberse convertido en un lugar de supuestas apariciones, y tener que venir aquí y contarlo, con lo poco que vende eso, tanto dentro como fuera de la Iglesia.
Ahora, ya te digo yo, que si en una aparición la Virgen María te señala un camino hacia fuera de la Iglesia, desaconseja los Sacramentos, o recomienda el Código da Vinci en vez de la Palabra, ya no hace falta que la Iglesia declare nada: ¡es falsa! Seguro, no lo dudes. No esperes ningún juicio.
Por eso, cuando un peregrino de Medjugorje, que es el pompi del mundo, se ha ido hasta allí con un par, ha conocido el mensaje, y dice haber convertido (de converger) su vida hacia la Iglesia Católica, donde vive Cristo, merece un respeto del que la mayoría de las veces carece. Seamos honestos: ir a Medjugorje es a día de hoy ir contracorriente –aunque esté explícitamente permitido por la Doctrina de la Fe-, es políticamente incorrecto. Sin embargo, la gente va allí, reza y se confiesa. Eso ya es un tantazo. No para mí, ni para la Iglesia, sino para esa persona concreta, y por tanto, como mínimo, merece nuestra alegría y respeto, y que con nuestra personal opinión hagamos un bocadillo de mortadela.
En ocasiones veo recelo de conversiones o vocaciones por donde han sido (Medjugorje, un movimiento, una parroquia concreta…), en vez de alegría de por lo que ha sido.
Por eso me admiran más aún los peregrinos de Medjugorje. La verdad es que no sé si la Virgen se aparece allí, pero por vuestra fe, piedad viva y vivida, incombustible apostolado, perseverancia e insistencia, si no lo ha hecho ya, os merecéis que se aparezca. Por aclamación popular, como los santos de antaño.
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