Contradicciones cuando está en juego el bien del niño
Reconozco que aún creo en el principio de no contradicción. Esto de defender algo cuando me conviene y lo contrario cuando también me conviene me sigue dejando atónito. Pero hay que reconocerlo; es cada vez más frecuente y se hace sin el menor pudor. Y casi nadie alza la voz.
Me ha pasado leyendo la nota que el Anscombe Bioethics Centre ha publicado a propósito de la propuesta de ley de maternidad subrogada, vientres de alquiler, en el Reino Unido.
El Anscombe Bioethics Centre señala, con preocupación, que el proyecto no se cuestiona su moralidad sino que parte de la premisa de que estamos ante "una forma aceptada de construir una familia". Se elimina así todo debate real porque el legislador ha decretado, porque sí, que es una forma aceptada. Y punto. Eso sí,hacen una consulta pública para conocer la opinión de los agentes sociales al respecto, una consulta que es una estafa desde su propia concepción.
Pero lo que me ha llamado la atención es que el proyecto de ley se refiera tan a menudo a los intereses y deseos de los adultos, en concreto de los que desean ser padres. No se pueden limitar sus legítimos deseos y aspiraciones, hacerlo sería una violación de sus derechos. El bien y los intereses de los niños se mencionan de pasada y si bien es deseable, en ningún caso puede pasar por encima de la voluntad de los padres.
Pero algunos tenemos un poco de memoria. Y recordamos muy bien como no hace tanto unos padres pedían poder trasladar a su hijo, Alfie Evans, a otro hospital, y como el juez les negaba ese derecho porque, supuestamente, el mejor bien e interés del niño era permanecer en el mismo hospital y morir en pocos días.
Que me lo expliquen. Cuando se trata de vientres de alquiler, el deseo de los futuros padres es sagrado y los intereses del niño deben ceder ante éste, pero si se trata de una cuestión que cae de algún modo en el ámbito de la eutanasia, el deseo de los padres no vale para nada y debe ceder ante el supuesto interés del niño... que decide un juez.
Con lo que se concluye que cualquier argumentación jurídica se puede retorcer al gusto del juez o del legislador para que sirva para algo y su contrario. El único criterio es amoldarse a los deseos de ingeniería social de un poder despótico cuyo único objetivo es acabar con nuestra civilización cristiana. Haremos bien en tenerlo en cuenta.