La sinodalidad de Aparecida

Leo que en una entrevista concedida a la revista jesuita America la semana pasada, el actual nuncio en Estados Unidos, cardenal Christophe Pierre, hablando de la importancia de la "sinodalidad", señaló como un claro precedente la reunión de obispos de "América Latina" celebrada en 2007 en la ciudad brasileña de Aparecida.

Según el cardenal Pierre la reunión de Aparecida fue "una especie de proceso sinodal de los obispos sudamericanos".

Allí, "los obispos desarrollaron una especie de dinámica de trabajar juntos y buscar soluciones juntos, para evangelizar mejor, que es de lo que trata el sínodo [sobre la sinodalidad]. Evangelizar mejor. Y acompañaron a la gente en su sufrimiento, en sus dificultades y en sus desafíos", añade el cardenal.

A continuación se hace eco del documento de Aparecida, en cuya redacción participó el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, para concluir que "una mejor comprensión de Aparecida, su documento y su efecto en la Iglesia de toda América del Sur y Central podría ayudar a los obispos estadounidenses a abordar el descenso de los índices de fe en su país".

En síntesis: Aparecida es el precedente de la sinodalidad actual y el modelo a seguir para revitalizar la fe, en este caso concreto en Estados Unidos.

Es curioso cómo tantas afirmaciones de este tipo no vienen acompañadas nunca, en el ámbito de la Iglesia, de un análisis racional de los datos. Que tampoco voy a hacer aquí. Me limito a señalar dos gráficos que reproduce The Pillar sobre la evolución de la Iglesia católica en los países de América más importantes. El primero es la tendencia de los bautismos.

El segundo, la tendencia de los matrimonios en la Iglesia:

Es obvio que aquí juegan múltiples y complejos factores causales, y que además hay muchos otros aspectos que deberían considerarse para evaluar el estado de la Iglesia. Eso está claro. Pero también está claro que Aparecida, con su sinodalidad avant la lettre y sus documentos, no parecen haber tenido ningún efecto significativo para frenar el declive y generar una revitalización de la Iglesia.

No parece pues que se pueda afirmar, desde la razón y la lógica, que Aparecida y su sinodalidad sean un modelo a seguir para abordar la crisis de fe que viven estos países. Los hechos están ahí, innegables, aunque sea más fácil ignorarlos y dedicarse a dar cómodas entrevistas.