Qué han dicho los lectores de ReL sobre progres y carcas

Tras el post anterior sobre “¿Qué es ser progre y ser carca en la iglesia española?” tengo que descubrirme el sombrero ante la cantidad de comentarios interesantes que han hecho los lectores sobre el tema.

La experiencia ha sido tan buena que creo que repetiré esto de escribir un post a medias con los lectores de vez en cuando, pues a veces tengo la sensación de que la gente que nos lee tiene cosas mucho más interesantes que decir que el limitado bloguero de turno, un servidor, que intenta “parir” cada semana dos o tres artículos, sin dejar de ser original.

Lo primero que me ha llamado la atención es que en general la gente que ha hecho comentarios se sitúa o bien en una postura claramente carca, o bien en una postura más abierta a otras formas de ser eclesiales, pero sin llegar a ser claramente progre. Como dice alguien que firma como Alb: “obviamente Religión en Libertad es carca en materia eclesial.”

Sería de lo más interesante ver el mismo artículo firmado por alguno de los blogueros punteros de nuestra “opuesta” Religión Digital; seguro que los comentarios serían de lo más demoledores contra los carcas.

Está claro que la gente que nos lee tiende a considerarse ortodoxa y alineada con el Magisterio, y opinan que este es uno de los criterios fundamentales para saber que uno no es un progre.

Pero más aún, Bartolomé clasifica así:

“Carca necesitado de poca conversión, pues acepta el dogma. Progre necesitado de mucha conversión, pues rechaza el dogma." 

La conclusión a la que llega es que todos estamos llamados a la santidad, y parece que la conversión para él estriba en la obediencia al dogma.

Personalmente me encanta lo que dice Alberto: “ si a una persona, los que se consideran del carquismo o los que se consideran del progresismo, la tachan de ambas cosas en distintos momentos, es que va por buen camino. Y esta regla falla pocas veces.”

Lo que describe es una experiencia más que constatada de esa tensión entre lo viejo y lo nuevo, que hace que a uno le intenten categorizar sin éxito los que siguen instalados en un discurso que ya empieza a resultar trasnochado para gente de mi generación.

Siguiendo este hilo se puede ver que algunos lectores como Romano se sienten ya ajenos a esta dialéctica cainita, “Y así, todo en la Iglesia lo situamos dentro de esa dialéctica simplona: si habla de los pobres, es progre; si viste cleryman, es carca. Si cita a la teología de la liberación progre, y si cita a Ratzinger, carca.”

A otros todavía les solivianta como a Miserere “Carcas y progres son los dos extremos irreconciliables... que tachan de erróneo a todo lo que no se ajuste a si mismos. Los carcas desprecian lo que no se ajuste perfectamente a la tradición y la doctrina. Los progres desprecian todo lo que no se adapte al mundo contemporáneo”

Y algunos como José Angel Antonio están ya hartos- como muchos lo estamos- de tanta tontería: “Frente a estas dos tribus estériles e incapaces de evangelizar y ser fermento (unos se quedaron en 1811 y otros en mayo del 68, y entre ambas desaniman y agobian al fiel medio) hemos de encontrar la Iglesia de la Nueva Evangelización: nuevos métodos, nuevo ardor, nuevo lenguaje, como decía Juan Pablo II."

La verdad, qué difícil es el tema, y cuánto me cuesta no traslucir lo que pienso acerca del mismo, pues me había propuesto dejar a los lectores que hablaran.

De esta manera gente como Tony de New York, Sabrisky de Republica Dominicana, Sergi de Venezuela, o Ema desde Francia, podrían opinar acerca de cómo suenan nuestras batallas eclesiales hispánicas, que obviamente son un reflejo de las dialécticas que a nivel universal se dan en la Iglesia.

Para acabar, la pregunta más interesante es la que plantea Ele Alpha:

Aunque a mí me parece que no hay la suficiente gente que abrace la tercera opción, la pregunta del millón es cómo será la Iglesia del siglo XXI, y un buen intento de respuesta es decir que hay que buscar esta síntesis que tendría lo mejor de unos y otros, y haría de esta tensión, una tensión creativa.

Mi percepción es que nos pasamos el día haciendo historias de vaqueros buenos y malos, pues la gente en España tiene la virtud y el defecto de la radicalidad, que nos lleva a ver todo en blanco o negro, sin colores intermedios.

Y claro, esto genera mucha miopía, mucha descalificación apresurada, y sobre todo una cierta incapacidad para cambiar de marcha, pues progres y carcas, sin quererlo, parece que van a piñón fijo y nada ni nadie les va a convertir el juicio.

Al final ambas “facciones” tienen algo que les une tanto como los separa: el apego cuasi enfermizo a la tradición de la que son hijos. Y ¡qué difícil distinguir las tradiciones humanas de lo verdaderamente querido por Dios!

Ojalá ninguno seamos merecedores jamás del duro reproche que Jesús pronunció contra los fariseos:

“En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres.  Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.»

Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición! »” (Marcos 7,7-9)