Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Sin comentarios, literalmente

por Canta y camina

¡Menudo follón hay montado! Por si fuera poco el covid’19 y todo lo malo que ha traído, nos cayó encima Filomena, que los primeros días nos encantaba la novedad de la súper nevada y las cosas increíbles y divertidas que hemos visto, como esquiar en el Cerro del Tío Pío o en la Puerta de Alcalá, pero que ahora no nos hace tanta gracia porque la cosa se ha puesto muy seria:  autobuses urbanos sin servicio que nos impiden ir a trabajar o al médico, carreteras cortadas y cientos de camiones parados que no  pueden llevar suministros a los supermercados, calles cubiertas de hielo que hacen que las ambulancias no puedan llegar hasta los pacientes o que  un trayecto de 10 minutos hasta el Metro termine en una visita a Urgencias de Traumatología, temperaturas tan bajas que los alumnos se tienen que quedar en casa porque como hay que ventilar constantemente por el coronavirus no se puede dar clase así, y podría seguir enumerando dificultades porque encadenamos una detrás de otra, ¡esto parece el Libro de Job!

¿No teníamos tantas ganas de que se terminara el 2020?, ¡pues toma 2021!, o lo que es lo mismo: ¿no quieres caldo?, ¡pues toma 3 tazas!

Si no tuviera fe pensaría que Dios se está riendo de la Humanidad o que quiere borrarnos del mapa y que otro diluvio estaría muy visto. A veces pienso que está haciendo una criba pero no, porque si yo hiciera eso sería para separar el grano de la paja, a los buenos de los malos, a los útiles de los zotes, y no: se ha muerto de coronavirus mucha gente buena, inteligente, competente… 

Pero como tengo fe no lo pienso. Es más, lo que pienso es que Dios tiene un plan para nosotros. Un buen plan.  Porque sólo Él puede hacer que de tanto desastre salgan cosas buenas y sería un verdadero canalla si dejara que esto terminara así. Eso o yo soy una ingenua de proporciones bíblicas.

Y no sé por qué pensando en esto me vino a la cabeza el evangelio de la misa del día 3, II Domingo después de Navidad, el prólogo del evangelio de San Juan (Jn 1, 1-18):

“En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; | el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. "

No lo voy a comentar, hoy esta tarea te la dejo a ti.  Párate y léelo despacio. Saboréalo. Deja que te empape, que llegue hasta lo más hondo de tu ser.  Deja que esas palabras echen raíces en el centro mismo de tu corazón y te aseguro que por muy dura que sea tu vida, por más dificultades que se encadenen y por más cosas dolorosas que te pasen, jamás perderás la esperanza ni la confianza en Dios, Padre tuyo amorosísimo y providente. 

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