Domingo, 22 de diciembre de 2024

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El judaísmo reclama el compromiso con el otro y la acción. Por Bernardo Kliksberg. 4/5

por Wiederholen

VII   SEXTA TESIS

   EL JUDAÍSMO PROCURA EDUCAR EL CORAZÓN  PARA LA SOLIDARIDAD

           

La solidaridad con el prójimo debe tener su base firme en el corazón.  Por ello Maimónides considera como se ha visto que el nivel mas bajo de Tzedaka es la acción de aquel que ayuda pero a regañadientes, sin voluntad real.  En esta visión del judaísmo que recorre todos sus ámbitos, se abre un espacio fundamental para la educación.  Se desea que el ser humano decida ayudar porque entiende y se identifica con que así debe ser, y lo siente de ese modo.  La educación es la gran vía para ello.  Las fuentes y sus comentadores son plenos en orientaciones que están dirigidas sobre todo a lograr efectos educativos.  La pedagogía utilizada no es usualmente  la pasiva, y no es unilateral.  El individuo participa, y la apelación es integral, tanto a su mente como a su corazón.  Veremos a continuación algunas expresiones de como el judaísmo prepara para la solidaridad.

 

En el Levítico se dispone:

 

“9. Y cuando segareis las mieses de vuestra tierra, no acabaras de segar el rincón de tu campo, ni espigaras tu tierra segada”.

 

“10. Ni tampoco rebuscarás tu viña, no recogerás los granos caídos de tu viña; para el pobre y para el extranjero los dejaras.  Yo soy el Señor vuestro D-os”.

 

En el Deuteronomio se dice:

 

“19. Cuando segares tu mies en tu campo, y olvidares alguna gavilla en el campo, no volverás atrás a cogerla; será para el extranjero, el huérfano, y para la viuda; para que te bendiga el Señor, tu D-os, en toda obra de tus manos.

 

“20. Cuando vareares tus olivos, no recogerás las ramas que hayas dejado tras de ti; serán para el extranjero, para el huérfano y para la viuda.

           

“21. Cuando vendimiares tu viña, no rebuscaras tras de ti; será para el extranjero, para el huérfano, y para la viuda.”

           

Nejama Leibowicz se pregunta sobre estas disposiciones.  ¿Cuál es su objetivo real?  Aparentemente se trata de beneficiar a los más débiles, poniendo a su alcance, olivos y granos de viña sobrantes, y gavillas olvidadas.  También dejándoles puntas de campos.  Sin embargo, esa no es la manera en que los textos bíblicos ven el problema social.  Serian ayudas muy reducidas, además incidentales, en una de ellas se menciona incluso el olvido.  Las fuentes van mucho más lejos de ese orden de ayudas.

 Establecen como se ha visto un conjunto amplio de normas que tratan de ayudar estructuralmente a los pobres, como el diezmo, la remisión de las deudas, la devolución de las tierras, los prestamos sin interés.

           

Las finalidades perseguidas en este caso son otras diferentes.  La acción de dejar parte del producto, educa hacia la generosidad, y combate la tendencia a apropiarse de todo.  El Sefer Hajinuj  interpreta así lo buscado:

 

“De las razones fundamentales de este precepto: que el Señor, alabado sea, quiso que el pueblo que Él eligió, sea adornado con toda virtud buena y cara, y que posean un alma generosa y un espíritu dadivoso.  Y ya he escrito en otro lugar, que mediante las acciones el alma se impresiona, tornándose más bondadosa, haciéndose merecedora de la bendición del Señor.  No cabe duda que al dejar el hombre en el campo, parte de sus frutos, abandonándolos a fin de que los necesitados los gocen, sentirá en su alma satisfacción y su espíritu será dichoso y bien dispuesto; el Señor lo ha satisfecho con Su bondad y su alma reposará sosegadamente.  Pero aquél que introduce todos los frutos a su casa, y no deja tras de sí algo de los frutos con que D-os lo bendijo para gozo de los menesterosos- quienes al ver los campos con la cosecha en pie, la codician, deseando satisfacer en ella su hambre-  ha de imprimir en su alma, sin duda alguna, la perversidad.

Esto puede aplicarse, en su sentido directo, a los preceptos del abandono en la espigadera, de la gavilla olvidada, de los granos caídos en la vid, y de las uvas que quedan en la vid después de la vendimia”.

 

El primer motivo educativo latente es que sé esta impulsando el sentimiento de generosidad frente al prójimo. 

 

Un segundo motivo, es que se esta fijando limites a la posesión.    La misma no puede ser absoluta, se debe compartir y no acaparar la riqueza en definitiva otorgada por la divinidad.  El “mío” tiene restricciones en el judaísmo.  Nejama Leibowicz cita el pensamiento del Rabí Shamshon Rafael Hirsch al respecto: (Parashot Kedoshim)

 

“Estas leyes no tienen por objeto el satisfacer directamente las necesidades materiales de los pobres del pueblo.  Ya que el mismo pobre tiene la obligación de abandonar para los demás pobres, en la espigadera, la gavilla olvidada, el rincón del campo y los granos caídos en su vid.  Es evidente que estas leyes tienen por objetivo, advertir a todo ciudadano del pueblo, en el momento de la cosecha y de la vendimia, durante la recolección de los regalos de la naturaleza y de los frutos del trabajo de sus manos, en el preciso instante, en que pueden surgir de su boca, las palabras llenas de orgullo y grávidas de peligros: “Mi producto”; y recordarle que debe reconocer en forma activa, que el “Mío” incluye, la obligación que recae sobre toda persona, de preocuparse por la satisfacción de los menesteres de los necesitados; de que el campo y la vid, no han dado sus frutos, solamente a él, de que no ha de fatigarse en su labor por su exclusivo beneficio”.

 

La gavilla olvidada que aparece en uno de las normas citadas ha dado a su vez lugar a interpretaciones especiales.  Porque una gavilla “olvidada”, es una categoría diferente de los otros casos.  Aquí no se trata de una donación voluntaria como en ellos. Pasa a pertenecer al pobre, el propietario no puede enorgullecerse de haberla entregado, y el pobre no tiene porque agradecer al dueño.  “El pobre –dice: Leibowicz- tampoco toma lo que el dueño dona, sino lo que el Señor le da”.  Es educado en que tiene derechos propios.

 

En todos los casos hay además un efecto educativo  adicional.  Se fortalece la noción del anonimato en la ayuda.  En todos ellos, la solidaridad se esta prestando no a través de conductas directas, sino implícitas (dejar, olvidar).

 

Del conjunto de la actitud de las fuentes respecto a ayudar al otro, Maimónides extrae una enseñanza de gran valor educativo.  Señala en el Libro de los Preceptos que: “Tan valioso es dar a los pobres que nuestros Sabios no han tenido reparos en decir que, más que lo que el dueño hace por el pobre, hace el pobre por el dueño”.  Al dar, el dador se esta autoeducando en la acción para ser una persona bondadosa, poder disfrutar de ayudar al otro,  dominar sus inclinaciones egoístas.  Ello lo beneficiará en todos los aspectos, y lo acercará a una forma de vivir más plena.  En el Judaísmo, dar es educarse.

 

Se puede ayudar al otro dando, pero también se lo puede ayudar dando y al mismo tiempo activando para que otros den.  Los Sabios establecen una jerarquía entre ambos roles.  Es meritorio el que ayuda pero más meritorio es el que influencia a otros para que den (Baba Batra 9a).  Utilizando términos actuales consideran que la labor del “azkan” el activista comunitario, es superior en valor espiritual a la del donante.  Ello se debe a varios motivos que fueron resumidos así por el Rabino Elihau Lopian: 25

 

·        el que da esta haciendo algo para el mismo; el que trabaja para que otros den, esta haciendo algo para los demás. (los beneficiarios, y los que dan también).

·        el dador recibe honores; el que trata de influir a otros para que den, recibe con frecuencia humillaciones.

·        el dador da normalmente dinero; el que trabaja silenciosamente para que otros den, da su tiempo, y tiempo es vida.

 

¿Qué vigencia pueden tener las concepciones del judaísmo que hemos revisado para nuestro tiempo?

 

 

 

 

 

 

 

VIII SEPTIMA TESIS

 EL JUDAÍSMO TIENE UNA PROPUESTA FRENTE A LA POBREZA Y LA INEQUIDAD

Hemos visto inicialmente la presencia inquietante que tienen en las actuales realidades del mundo y en la de América Latina, la pobreza y la inequidad.

 

La vida de buen parte de la población del planeta esta afectada duramente por la magnitud y la profundidad de ambas.  Las comunidades judías de América Latina viven en un Continente donde forma parte de la vivencia cotidiana la presencia de situaciones  de aguda pobreza, y que registra las mayores polarizaciones sociales del orbe.  Estas condiciones sociales regresivas no son sólo parte del medio externo.  Hoy las cruzan internamente.  El avance de procesos de pauperización en las clases medias ha llevado a que aumente fuertemente  el número de familias judías afectadas por carencias y también se observa un aumento de las distancias sociales en las mismas comunidades.

 

Recorrimos algunas de las dimensiones del pensamiento y la acción que han caracterizado al pueblo judío a lo largo de la historia ante problemas de este orden.   Revisamos su visión del compromiso con el bienestar del otro, sus percepciones sobre la pobreza y la desigualdad,  el rol que considera deben cumplir ante ellas las comunidades organizadas, y el individuo, la educación para ese rol.

 

De todo ello surge con fuerza una primera constatación. Para el judaísmo este es un problema absolutamente central.    Esta vedado negarlo, marginarlo o minimizarlo. “La Tzedaka es igual en importancia a todos los otros mandamientos combinados”, dicen los sabios judíos (Talmud Babilonico, Bava Bathra 9a).

 

Los sabios explican también que, es tan destacada la presencia de la ayuda a los otros en la Biblia que si se examina se verá que la Biblia se inicia y cierra con actos de ayuda de la divinidad a los seres humanos. En su primer libro, el Génesis (3:21) se lee: “E hizo el Señor D-os para el hombre y para su mujer túnicas de piel y los vistió”.  El final de la Biblia se cierra también con otro acto de ayuda.  En el último libro, el Deuteronomio (34:6) se refiere que la divinidad enterró a Moshe: “Y el le enterró en un valle en la tierra de Mo-a-v…”.

 

La ausencia de solidaridad es una falta de extrema gravedad para el judaísmo.  Un estudioso de la Tora dice el Talmud (Talmud Bavli, Sanhedrin 17b) no debe vivir en una ciudad que no tiene un fondo para Tzedaka.  Sé esta enfatizando que no se puede estudiar a fondo el mensaje de la Biblia, y residir en un medio que falta al mismo en un área tan central.  Existe una incompatibilidad entre ambas cosas.

 

Es tan clave la falta de Tzedaka, que se asocia en las fuentes y sus comentadores con una de las peores faltas que puede cometer un pueblo, la idolatría.   El Talmud Babilónico (Ketubot 68a) dice explícitamente: “Si una persona cierra sus ojos para evitar dar caridad, es como si cometiera idolatría”.

 

¿Porqué idolatría?  Uno de los mayores interpretes actuales del Talmud, el Rabino Adin Steinzaltz explica que las personas que creen que sus riquezas vienen solo de ellas, de sus capacidades, (y que por lo tanto no tienen porque compartirlas), están de hecho negando la existencia divina.   Se están colocando a sí mismos como el origen de todo.  (Steinzaltz Talmud).

 

El judaísmo considera que este problema es decisivo.  Hace al alma de una sociedad, a su salud espiritual.

 

La segunda constatación es que el judaísmo no solo denuncia el problema, exhorta a que sea enfrentado.  En los Salmos(9:10) puede leerse “Porque el pobre no será olvidado para siempre, ni la esperanza de los afligidos perecerá perpetuamente”,  y se pide “(Salmo de Asaph, Salmo 82): “Haced justicia al pobre y al huérfano, juzgad con equidad al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado”.

 

El llamamiento a actuar es acompañado por la esperanza.  El  judaísmo no cree como vimos en la inevitabilidad de la pobreza, y por ello la situación no será perpetua.

 

Pero no lo será solo si  los seres humanos llevan las orientaciones a la acción.  Para nutrir esa acción el judaísmo aportó a la historia instituciones pioneras como sus disposiciones sobre la tierra, las deudas, y las contribuciones, y infinitas orientaciones para la labor comunitaria, y el comportamiento individual.



25              Mencionado por Z. Pliskin, op. Cit.


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