La religión en las escuelas
Hemos presentado recientemente en la editorial que promuevo un interesantísimo libro que analizar el panorama de la asignatura de Religión en las escuelas europeas. El profesor de la Universidad de Zaragoza, Alejandro González-Varas, hace un recorrido por los países de nuestro entorno sobre la situación legal de esta materia, tan controvertida en nuestro país, sin duda uno de los caballos de batalla más polémicos en cualquier reforma legal de la educación.
En esta cuestión, como en otras muchas, se confirma que están más extendidos los prejuicios que los conocimientos, y que las cuestiones de fondo se saldan con el recurso fácil al cliché, al manido eslogan, dejando al margen los debates serios. Nuestros políticos, particularmente los que presumen de ser de izquierdas, saben que ganan prestigio en sus audiencias cuando critican a la Iglesia, con ocasión y sin ella, y que cuanto más anticlericales (o antireligiosos) se muestren, más reputación de progresismo les acompañará. Lástima que no se muestre ese mismo progresismo en otros frentes que son mucho más relevantes: sobriedad y coherencia de vida, cuidado del ambiente, promoción real de la educación o la sanidad de calidad, política económica o protección de la familia. Todo eso, que era el discurso de la izquierda moral, puede negociarse, pero la denigración, o aniquilización si es posible, de la religión parece postulado inamovible. Ojalá algún día tengamos políticos verdaderamente cristianos de izquierda, o políticos verdaderamente de izquierda cristianos, o al menos abiertos al hecho religioso: en este país es una categoría bastante inédita.
Pero vuelvo al tema de esta entrada. La religión es una asignatura impartida de modo confesional y evaluable en el curriculum en países europeos muy variados, como Grecia, Austria o Finlandia, que pasa por ser el ideal de calidad educativa (aunque los gurús educativos parece que no comentan mucho sobre este presencia de la religión en la escuela finlandesa). A la lista pueden añadirse Bélgica, Alemania, Letonia, Lituania o Polonia. En todos los casos, la religión es de obligada impartición y los padres de los alumnos eligen la tradición religiosa que se adecúa a sus creencias (católica, ortodoxa, luterana, islámica, etc.). Otros países ofrecen la misma religión confesional pero de modo voluntario, generalmente fuera del horario escolar, como es el caso de Bulgaria, Hungría, Portugal o la República Checa. En tercer lugar, hay otros países donde la religión se imparte como una materia obligatoria sin carácter confesional, como un aspecto más de la cultura humana. Este es el caso del Reino Unido, Suecia o Noruega. Finalmente, hay muy pocos países, pese a lo que digan algunos políticos o formadores de opinión interesados, donde no se imparta enseñanza religiosa en absoluto: caso de Francia, Albania o Eslovenia, si bien en el país galo se están replanteando esa decisión (muy propia de la concepción republicana de ese país) ante el impacto cultural que la ignorancia religiosa tienen entre sus jóvenes habitantes.
En suma, la religión es una dimensión cultural imprescindible de la educación humana. Es clave para entender el contexto histórico y una gran cantidad de manifestaciones artísticas (cuando entré por primera vez en un templo budista, entendí lo difícil que se hará disfrutar de una catedral a quien no sepa nada del cristianismo). Enseñar adecuadamente esta disciplina es clave para formar cultural y moralmente a nuestros alumnos. Una visión más amplia permitirá superar trasnochados laicismos, que no ayudan a promover un verdadero progreso.
En esta cuestión, como en otras muchas, se confirma que están más extendidos los prejuicios que los conocimientos, y que las cuestiones de fondo se saldan con el recurso fácil al cliché, al manido eslogan, dejando al margen los debates serios. Nuestros políticos, particularmente los que presumen de ser de izquierdas, saben que ganan prestigio en sus audiencias cuando critican a la Iglesia, con ocasión y sin ella, y que cuanto más anticlericales (o antireligiosos) se muestren, más reputación de progresismo les acompañará. Lástima que no se muestre ese mismo progresismo en otros frentes que son mucho más relevantes: sobriedad y coherencia de vida, cuidado del ambiente, promoción real de la educación o la sanidad de calidad, política económica o protección de la familia. Todo eso, que era el discurso de la izquierda moral, puede negociarse, pero la denigración, o aniquilización si es posible, de la religión parece postulado inamovible. Ojalá algún día tengamos políticos verdaderamente cristianos de izquierda, o políticos verdaderamente de izquierda cristianos, o al menos abiertos al hecho religioso: en este país es una categoría bastante inédita.
Pero vuelvo al tema de esta entrada. La religión es una asignatura impartida de modo confesional y evaluable en el curriculum en países europeos muy variados, como Grecia, Austria o Finlandia, que pasa por ser el ideal de calidad educativa (aunque los gurús educativos parece que no comentan mucho sobre este presencia de la religión en la escuela finlandesa). A la lista pueden añadirse Bélgica, Alemania, Letonia, Lituania o Polonia. En todos los casos, la religión es de obligada impartición y los padres de los alumnos eligen la tradición religiosa que se adecúa a sus creencias (católica, ortodoxa, luterana, islámica, etc.). Otros países ofrecen la misma religión confesional pero de modo voluntario, generalmente fuera del horario escolar, como es el caso de Bulgaria, Hungría, Portugal o la República Checa. En tercer lugar, hay otros países donde la religión se imparte como una materia obligatoria sin carácter confesional, como un aspecto más de la cultura humana. Este es el caso del Reino Unido, Suecia o Noruega. Finalmente, hay muy pocos países, pese a lo que digan algunos políticos o formadores de opinión interesados, donde no se imparta enseñanza religiosa en absoluto: caso de Francia, Albania o Eslovenia, si bien en el país galo se están replanteando esa decisión (muy propia de la concepción republicana de ese país) ante el impacto cultural que la ignorancia religiosa tienen entre sus jóvenes habitantes.
En suma, la religión es una dimensión cultural imprescindible de la educación humana. Es clave para entender el contexto histórico y una gran cantidad de manifestaciones artísticas (cuando entré por primera vez en un templo budista, entendí lo difícil que se hará disfrutar de una catedral a quien no sepa nada del cristianismo). Enseñar adecuadamente esta disciplina es clave para formar cultural y moralmente a nuestros alumnos. Una visión más amplia permitirá superar trasnochados laicismos, que no ayudan a promover un verdadero progreso.
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