Eufemismos
Eufemismos
EUFEMISMOS
Valdediós está siendo una interesante escuela en la que estamos aprendiendo… ¡cantidad de cosas! El trato directo e inmediato con la gente es un aprendizaje continuo de muchas cosas. Una de las cosas que me tiene muy sorprendida es la manipulación del lenguaje de la que -en general- adolece la sociedad actual. Se manejan y tergiversan las palabras de una manera impresionante y encima te lo quieren vender como “prudencia”, “cautela” o “tacto diplomático”.
Me preocupa mucho que, en base a una supuesta moderación o sensatez vayamos manipulando la verdad y perdiendo la transparencia. Vivimos en tiempo de eufemismos y de maquillar las dificultades de la vida que nos está conduciendo a admitir como natural, lógico y normal lo que no lo es. La manipulación del lenguaje nos está conduciendo al adormecimiento de la conciencia, al autoengaño… y lo mismo que no nos suenan tan mal las palabras, al final tampoco nos hiere tanto el contenido. Evitar la crudeza del lenguaje hace que tampoco percibamos la crudeza de la realidad a la que nos estamos refiriendo.
Esto es tremendo: nos servimos de eufemismos con la idea de ser delicados y respetuosos en la expresión verbal de determinados temas y lo que estamos haciendo en realidad es camuflar nuestra insensibilidad hacia esas realidades incómodas que no queremos mirar de frente y con valentía.
Creo que eso es un mal: llamemos a las cosas por su nombre y desde esa transparencia podremos mejorar lo que no está bien, pero maquillar y disimular lo que no marcha bien nunca nos va a llevar a mejorarlo. Los pucheros… cuanto más se tapan más hierven. Es mejor destapar el puchero y ver que se está cociendo para actuar en consecuencia.
Hay veces que borramos de nuestro diccionario particular determinados términos porque no los queremos afrontar ni admitir en nuestra vida y con eso acallamos nuestra conciencia, como si con eso se solucionaran los problemas. Nos habituamos a instalarnos en la mentira y eso me causa pánico. Cuando leí por primera vez eso de “estación municipal de almacenamiento y reciclaje de residuos sólidos urbanos” para nombrar el basurero, me dio un vuelco el corazón y de pronto tomé conciencia de la cantidad de expresiones absurdas y rebuscadas que abundan en nuestro vocabulario para evitar llamar a las cosas por su nombre.
¿Adelantamos algo con hablar de “establecimiento penitenciario”, “residencia para la tercera edad”, “conflicto armado”, “interrupción voluntaria del embarazo”, “sin techo”, “tumor”, “persona de color”, “indigente”…? ¿o simplemente anestesiamos nuestra conciencia y nuestra sensibilidad para que no nos duelan ni nos incomoden la cárcel, los asilos, la guerra, el aborto, los vagabundos, el cáncer, la raza negra, los pobres… y la problemática y el sufrimiento tremendos que frecuentemente rodean estas realidades? ¿por qué nos empeñamos en disfrazar la verdad con términos que no suenan tan mal y evadirnos y deshumanizar el dolor real de la vida? ¿A dónde queremos llegar por ese camino?
Creo que cuando hay amor y respeto no son necesarios los eufemismos, ni tampoco las caretas. Cuando hay madurez y respeto se miran las cosas de frente y se habla de ellas con transparencia y preocupación auténticas, con solicitud e interés verdaderos, buscando soluciones, sin escandalizarse y sin avergonzarse del dolor y las luchas propias de la existencia humana.
Propongo un voto de transparencia, de respeto, de sencillez, de hondura, de valentía… ¡de humanidad! Seamos veraces y llamemos a las cosas por su nombre.
M. Olga María, cscj
Valdediós está siendo una interesante escuela en la que estamos aprendiendo… ¡cantidad de cosas! El trato directo e inmediato con la gente es un aprendizaje continuo de muchas cosas. Una de las cosas que me tiene muy sorprendida es la manipulación del lenguaje de la que -en general- adolece la sociedad actual. Se manejan y tergiversan las palabras de una manera impresionante y encima te lo quieren vender como “prudencia”, “cautela” o “tacto diplomático”.
Me preocupa mucho que, en base a una supuesta moderación o sensatez vayamos manipulando la verdad y perdiendo la transparencia. Vivimos en tiempo de eufemismos y de maquillar las dificultades de la vida que nos está conduciendo a admitir como natural, lógico y normal lo que no lo es. La manipulación del lenguaje nos está conduciendo al adormecimiento de la conciencia, al autoengaño… y lo mismo que no nos suenan tan mal las palabras, al final tampoco nos hiere tanto el contenido. Evitar la crudeza del lenguaje hace que tampoco percibamos la crudeza de la realidad a la que nos estamos refiriendo.
Esto es tremendo: nos servimos de eufemismos con la idea de ser delicados y respetuosos en la expresión verbal de determinados temas y lo que estamos haciendo en realidad es camuflar nuestra insensibilidad hacia esas realidades incómodas que no queremos mirar de frente y con valentía.
Creo que eso es un mal: llamemos a las cosas por su nombre y desde esa transparencia podremos mejorar lo que no está bien, pero maquillar y disimular lo que no marcha bien nunca nos va a llevar a mejorarlo. Los pucheros… cuanto más se tapan más hierven. Es mejor destapar el puchero y ver que se está cociendo para actuar en consecuencia.
Hay veces que borramos de nuestro diccionario particular determinados términos porque no los queremos afrontar ni admitir en nuestra vida y con eso acallamos nuestra conciencia, como si con eso se solucionaran los problemas. Nos habituamos a instalarnos en la mentira y eso me causa pánico. Cuando leí por primera vez eso de “estación municipal de almacenamiento y reciclaje de residuos sólidos urbanos” para nombrar el basurero, me dio un vuelco el corazón y de pronto tomé conciencia de la cantidad de expresiones absurdas y rebuscadas que abundan en nuestro vocabulario para evitar llamar a las cosas por su nombre.
¿Adelantamos algo con hablar de “establecimiento penitenciario”, “residencia para la tercera edad”, “conflicto armado”, “interrupción voluntaria del embarazo”, “sin techo”, “tumor”, “persona de color”, “indigente”…? ¿o simplemente anestesiamos nuestra conciencia y nuestra sensibilidad para que no nos duelan ni nos incomoden la cárcel, los asilos, la guerra, el aborto, los vagabundos, el cáncer, la raza negra, los pobres… y la problemática y el sufrimiento tremendos que frecuentemente rodean estas realidades? ¿por qué nos empeñamos en disfrazar la verdad con términos que no suenan tan mal y evadirnos y deshumanizar el dolor real de la vida? ¿A dónde queremos llegar por ese camino?
Creo que cuando hay amor y respeto no son necesarios los eufemismos, ni tampoco las caretas. Cuando hay madurez y respeto se miran las cosas de frente y se habla de ellas con transparencia y preocupación auténticas, con solicitud e interés verdaderos, buscando soluciones, sin escandalizarse y sin avergonzarse del dolor y las luchas propias de la existencia humana.
Propongo un voto de transparencia, de respeto, de sencillez, de hondura, de valentía… ¡de humanidad! Seamos veraces y llamemos a las cosas por su nombre.
M. Olga María, cscj
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