UN EMBARAZO NO PLANEADO
Hace un par de días me ha llegado una felicitación de Navidad que me ha encantado: es de una asociación provida y se trata de una fotografía de la Virgen sosteniendo a Jesús recién nacido y contemplados ambos por San José, y a pie de foto las palabras: UN EMBARAZO NO PLANEADO NOS SALVO A TODOS. Me pareció preciosa por lo original e ingeniosa y, sobre todo, por la verdad aplastante que manifiesta.
Quizás los no creyentes se defiendan diciendo que eso de que nos salvó a todos… ¡que se lo contemos otro día! Personalmente estoy convencida de que sí que nos salvó a todos, pero en cualquier caso -como mínimo- hay que admitir que aquel embarazo no planeado de María de Nazaret cambió el curso de la historia y la vida de miles de millones de personas desde hace veintiún siglos… ¡y las que cambiará todavía!
¿Por qué digo esto? ¿por hacer proselitismo hacia mi religión? ¿porque soy una activista provida? ¡No! Cierto que soy una monja y una monja católica convencida,
y cierto que soy acérrima defensora de la vida y totalmente contraria al aborto, pero no me quiero quedar ahí, sino que os invito a dar un paso más y mirar y considerar lo importante que es aceptar con serenidad los “imprevistos” de la vida. Porque sin la fe y sin la luz que nos arroja el Evangelio sobre ello, el embarazo de María de Nazaret no estaba planeado y fue un gran imprevisto. Nadie lo esperaba en ese momento y menos “de esa manera” y… María dijo que sí. Aunque no lo había planeado consintió en el proyecto que se le presentó y lo asumió y arriesgó su “tranquilidad” personal y perder el control de su vida al embarcarse en aquella aventura descabellada para una mujer judía de aquel tiempo; pero el pobre José… se lo tuvo que tragar entero sin que nadie le preguntara, ni le consultara… ¡ni le explicara nada!
Cualquiera de nosotros hoy diría que las cosas no se hacen así, que hay que organizarse, que de esa manera las cosas no van bien… que el momento no es el más adecuado, que un poco más adelante… que hay que mirar cómo hacemos para dejar todo bien atado… A todo ello es posible que los más “sensatos” añadan, además, que un hijo es una responsabilidad muy grande para hacerlo todo así de repente y tan alegremente, que no se puede ser tan irreflexivo… que hay que dialogarlo y decidirlo con calma y llegando a un consenso… ¡En fín! estos esos argumentos que utilizamos tantas veces para justificar posturas egoístas y nuestro afán de control de todo, como si la vida fuera nuestra y de nadie más.
La verdad es que la vida es un don, un regalo. La vida que estoy viviendo -que se nos meta esto en la cabeza- no es mía, porque -aunque la vivo y la disfruto y “hago uso” de ella- no la genero ni la sustento yo, sino Alguien desde fuera de mí que me dio el ser cuando yo no existía. Es bueno que nos detengamos a considerar esto de vez en cuando y la Navidad es un bonito momento para ello. Y por otro lado también aprender que los imprevistos no son malos, aunque nos descoloquen y nos molesten muchas veces porque nos sacan de nuestras seguridades y nos sacuden.
Lo imprevisto, lo inesperado, hay que recibirlo también con alegría y aprender a disfrutarlo y a captar toda la carga de sorpresa, de ilusión, de fortaleza, de confianza que conlleva… así como el potencial de superación y de crecimiento que trae consigo si se sabe vivir con realismo y en positivo.
También es necesaria una mirada penetrante que no se quede en la superficie de los hechos. Esto nos traiciona muchas veces. Miramos, creemos que hemos comprendido y sentenciamos. ¡Qué insensatos somos! Visto desde fuera diríamos lo siguiente: un embarazo no planeado, fuera de tiempo, un censo y tener que nacer fuera de la propia casa y del entorno familiar en condiciones precarias, y para postre… ¡salir corriendo a Egipto y vivir en el exilio! porque -no entendemos muy bien la razón- pero quieren matar al niño… ¡bonito panorama! Conclusión y sentencia: ese embarazo fue un error y una complicación para ese matrimonio joven que tenía ante sí un futuro idílico y encantador; lo hicieron mal, tenían que haberlo planeado mejor.
¿Y la realidad profunda que se esconde tras ese aparente error? La realidad es que ese embarazo “no planeado” nos salvó a todos y cambió para siempre el curso de la historia y… en realidad estaba planeado desde antes de la creación del mundo en la mente de Dios y vaticinado por los profetas y esperado por la sociedad judía en que aconteció, aunque cuando llegó el momento no lo entendieron porque rompió todos sus esquemas.
Así de tontorrones somos a veces y así nos equivocamos en nuestros juicios y apreciaciones.