Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Año nuevo, ¿vida nueva?

por Canta y camina

¡Feliz año nuevo!

Es típico del comienzo de año hacerse propósitos para mejorar nuestra vida: desterrar vicios o malos hábitos, adquirir otros más saludables, comenzar actividades o proyectos que mejoren nuestra vida cotidiana y cosas así.

El dicho “año nuevo, vida nueva” es típico de estas fechas. Pero ¿es real? ¿De verdad el común de los mortales empieza una nueva vida con el año nuevo? No lo reo. Todo el mundo sigue teniendo la misma vida de antes, lo contrario es algo excepcional que si te sucede es porque ha pasado algo inusual en tu vida.

Mi caso es como el de todas las personas corrientes del mundo, ha empezado un nuevo año y mi vida sigue siendo la misma, gracias a Dios.  Sin embargo, sí que es cierto que con el comienzo del año siento que se abre ante mí un tiempo lleno de posibilidades de mejorar como persona y como cristiana.

El 31 de Diciembre asistí a la misa de vísperas del día 1 de Enero previendo que a la mañana siguiente estaría muerta de sueño por haber trasnochado en Nochevieja. Di gracias a Dios por haberme regalado un año más, por todas las cosas que he vivido, las buenas, las malas y las regulares, porque todo es para bien, para mi crecimiento y mi madurez, para recorrer mi camino hacia el Cielo.

También le pedí perdón por todas las cosas que hice mal o que no hice, por mis pecados y mis faltas. Y le pedí su gracia para ser mejor persona y mejor cristiana en el año nuevo.

Pero soy realista: no voy a tener una vida nueva, mi vida va a ser la misma porque yo soy la misma del año pasado, de hace 4 días. Tengo las mismas virtudes y los mismos defectos, mis circunstancias personales tampoco han cambiado así que de vida nueva, nada.

Tampoco es nueva mi disposición a hacer las cosas mejor que el año pasado, a buscar la santidad en mi vida diaria, a hacer mejor mi trabajo, a tratar mejor a todo el mundo y a Dios.

Y me viene a la cabeza una parte del ofrecimiento de obras que hago todas las mañanas, que es este: “Señor, Dios mío, te ofrezco todos mis pensamientos, palabras y obras de este día, y mi vida entera, por amor.” Es corto pero contundente.

La frase en cuestión es “todos mis pensamientos” porque… ¡vaya vaya con los pensamientos!. Como no se ven ni se oyen a veces me permito pensamientos que no son muy elegantes, la verdad: exabruptos, palabrotas, acciones que en ese momento me gustaría llevar a cabo pero que no debo… Sobre todo estas cosas me vienen a la cabeza cuando me enfado con alguien o tengo que hacer algo que me fastidia mucho, o cuando alguien me cae mal y tengo que tratar con esa persona o cuando algo me indigna y me saca de mis casillas. ¿A ti no te ha pasado nunca? Seguro que sí.

Reconozco que en esos momentos de fastidio o de hartazgo pensar esas cosas me da cierto alivio y descargo tensión, aunque por supuesto jamás le daría un empujón a esa vecina plasta que me pone de los nervios y que justo ahora se cruza conmigo con la clara intención de pararse a cotillear, por ejemplo.

Pero como le ofrecí al Señor todos mis pensamientos del día cuando me desperté por la mañana resulta que le estoy haciendo una ofrenda que es un churro, que no es digna, que sólo sirve para tirarla a la basura.

Y claro, como sigo siendo la misma el zapato me sigue apretando en el mismo sitio y cuando se presentan las situaciones que me ponen nerviosa o de mal humor la tendencia será jurar en arameo o, como en los dibujos animados, imaginar que a esa persona le cae encima un yunque tipo Correcaminos. Esto último me pasa mucho, la verdad. Es una versión light de aquel "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?". 

La verdad, ser consciente de que el Señor va a recibir un montón de ofrendas chapuceras me avergüenza. Pero me consuela saber que también va a recibir un montón de actos de contrición y propósitos de enmienda. Y sobre todo me da paz saber que yo voy a recibir muchas gracias puntuales para ir desterrando esos pensamientos y para darle la vuelta a la tortilla alguna vez, aunque no todas porque, como ya he dicho, sigo siendo la misma.

Así que no me desanimo y recomienzo cada vez, aunque la chapuza ya esté ante el trono de Dios, con mi firma bien grande. 

Yo sé que Él no se va a sorprender ni a molestar al ver mis “churros” porque sabe bien cómo soy y conoce mi empeño en mejorar y mi deseo de entregarle ofrendas bien bonitas, envueltas en papel de regalo y con un lazo, ya me entiendes.

Porque tampoco es nuevo que Dios no se cansa de mí aunque siempre le dé lo mismo; no es como nosotros, que queremos resultados YA y que nos cansamos de esperar y no tenemos paciencia ni con nosotros mismos. Él no dice "sí, pides perdón pero el mal ya está hecho, vaya chapuzas me ofreces, ¡que soy Dios, tía!". No. Él se alegra al ver mis esfuerzos torpes y que una de dos: o dan risa o dan pena.

Pero a pesar de que no empiece una vida nueva, es una gozada disponer de un año entero -al menos eso pensamos todos, aunque no sabemos si llegaremos a la noche- para tratar de hacer las cosas mejor cada día, ¿no crees?

Así que sí: ¡feliz año nuevo!

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