La lucha del cardenal Zen por el futuro de la Iglesia en China
Son muchos los cristianos perseguidos en el mundo, algo que siempre ha acompañado la vida de la Iglesia pero que ha alcanzado una intensidad tremenda en el siglo XX y que no cesa, más bien al contrario, en las primeras décadas del siglo XXI. En el caso de los chinos, además, tienen que sufrir la incomprensión e incluso, en ocasiones, el rechazo de sus propios hermanos, que les acusan de intransigentes en su determinación por no ceder ante las pretensiones del Estado chino comunista que insiste en controlar a la iglesia en China, en la estela de la Constitución civil del clero que impuso la Revolución francesa.
En este contexto la figura del Cardenal Zen, el octogenario antiguo obispo de Hong Kong que nunca se ha doblegado ante los comunistas, emerge como un gigante de la fe, un testimonio de la Verdad que no se arruga ante los más poderosos enemigos de la Iglesia. El Cardenal Zen acaba de conceder una entrevista al Catholic Herald en la que, a raíz de las negociaciones que se han desarrollado recientemente entre el gobierno comunista chino y el Vaticano, hace algunas afirmaciones que llaman poderosamente la atención. Afirma el cardenal Zen en relación a estas negociaciones:
“En conciencia, tengo que afirmar en público lo que son mis convicciones, porque sería un desastre si aceptan un mal acuerdo. No hay ninguna mejora para la vida católica en China. Con certeza iríamos hacia atrás, y no puedo permitir que esto suceda”.
Ya el año pasado Zen habló con claridad en contra del acuerdo diciendo que "con obispos falsos están destruyendo la Iglesia". Ahora insiste en hablar sin tapujos. Reproduzco otro párrafo de la entrevista:
"Soy un cardenal chino” nos dice. “No hay muchos cardenales chinos. Hay dos, ¡pero me tratan como si no supiera nada!”.
Benedicto XVI nombró a Zen, junto con 30 personas más, para una comisión vaticana sobre China en 2007. Sin embargo, afirma el cardenal, desde que el Papa Francisco fue elegido en 2013 la comisión “sencillamente ha desaparecido”, sin ninguna comunicación oficial. Sostiene que la falta de comunicación de Roma sobre este asunto es “una descortesía absoluta” y acusa a quienes asesoran al Papa de no querer escuchar a la gente que está sobre el terreno.
El cardenal golpea con sus puños la mesa mientras exclama: “¿Cómo pueden creer que conocen la situación mejor que yo? ¿O mejor que el arzobispo Savio Hon Tai-Fai, que es el número dos en la Congregación para la Evangelización? ¡Nosotros somos chinos! Llevamos muchos años en China, enseñando en los seminarios, viviendo allí y viendo lo que sucede con nuestros propios ojos. Y ellos no nos creen. No nos escuchan, ¡Es tan terrible!
Zen dice que los asesores del Papa parecen querer “tener éxito a cualquier coste” con un acuerdo Vaticano-Pekín. Pero el cardenal insiste en que la Iglesia no debe inclinarse ante ningún gobierno terreno.”
Al leer al Cardenal José Zen, uno escucha a la Iglesia, la misma de tantos santos que no se han doblegado ante la permanente pretensión del poder por someter a la Iglesia.
Y por cierto, ¿se acuerdan de aquello de la colegialidad? Al final parece que sólo sirve cuando se trata de los obispos alemanes.