De las pintorescas declaraciones de Gadafi sobre Jesús. ¿O no tanto?
por Luis Antequera
Con motivo de su visita oficial a Italia, el presidente libio Muammar el Gadafi, ha exigido celebrar una algo menos que improvisada sesión de apostolado islámico. Más allá de las consideraciones que a cada uno le pueda merecer el frívolo espectáculo, con doscientas cinematográficas señoritas a las que se pagaba 60 euros por ejercer de agradecido público, quiero centrar mi comentario en la declaración que más ha llamado la atención de las realizadas por el excéntrico líder musulmán:
“¿Vosotras creéis que Jesús fue crucificado? Pues no lo fue. [...] Crucificaron a otro que se le parecía”.
La afirmación, que tiene mucha más enjundia de la que quepa suponer, nada tiene en el ámbito religioso islámico, de lúdica o exótica. Y es que exactamente ésa, la de que Jesús no fue crucificado, es la versión que de los hechos tiene el Corán, texto fundamental como se sabe de la fe islámica, cuya sura (capítulo) 4 aleya (versículo) 157 reza:
“[Los judíos a Jesús] no le mataron ni le crucificaron, sino que les pareció así. Los que discrepan acerca de él, dudan. No tienen conocimiento de él, no siguen más que conjeturas. Pero ciertamente, no le mataron”.
La polémica sobre la muerte real y verdadera de Jesús no es, para ser sinceros, privativa del islam. En el ámbito del propio cristianismo, dicha polémica se desarrolló con prontitud. La primera herejía que rebatió la hipótesis de la muerte de Jesús en la cruz, lo hizo sobre la base de que Jesús no tuvo una forma física real, sino solo aparente. Así las cosas, su muerte en la cruz habría sido igualmente aparente, no real. Se trata del docetismo, en pleno auge en tiempos tan tempranos como el s. II.
Abundando en la idea de que Jesús no muere en la cruz, aunque en otra dirección, uno de los heresiarcas gnósticos, Basílides (primera mitad del s. II), formuló la tesis de que el que entrega su vida en el madero, no es en realidad Jesús, sino Simón de Cirene, personaje que citan los tres Sinópticos y al que, según ellos, los judíos obligaron a portar la cruz de Jesús. Habría ocurrido que, de manera milagrosa, Jesús habría infundido su propia apariencia al pobre desgraciado.
El Corán no se pronuncia por ninguna fórmula en concreto, y lo deja todo en un difuso “ni le mataron ni le crucificaron, sino que les pareció así”. Ahora bien, ¿qué final espera a Jesús, según el Corán, si éste no fue, como se dice en los evangelios, el de su muerte en la cruz? La respuesta la hallamos dispersa en varios pasajes del libro sagrado de los musulmanes. En el primero de ellos leemos:
“Ciertamente, no le mataron [a Jesús], sino que Dios lo elevó a Sí” (C. 4, 157158).
En otra aleya, es el propio Jesús el que explica su destino:
“Fui testigo de ellos mientras estuve entre ellos, pero después de llamarme a Ti, fuiste Tú quien les vigiló” (C. 5, 118).
Y allí, es decir, en el Cielo a la vera de Dios, es donde Jesús espera el final de los tiempos, en los que volverá para ejercer de testigo de sus seguidores los cristianos.
“El día de la resurrección [Jesús] servirá de testigo contra ellos [la gente de la Escritura que aún no crea en él]” (C. 4, 159).
Curioso ¿verdad? Tan curioso como desconocido pero esa es la idea que de Jesús tiene el Corán, un texto que le presenta como uno de los cuatro grandes profetas musulmanes y en el que es mencionado en bastante más de una treintena de ocasiones.
Si el tema les atrae y desean conocer más sobre él, conozco a alguien que escribió una vez un libro titulado Jesús en el Corán el cual me permito aconsejarles.
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