Evangelizar: Ser Luz para el mundo. San Hilario

Dice san Hilario Poitiers:

Es propio de la naturaleza de la luz el alumbrar por cualquier parte que se la lleve y que introducida en las casas mate las tinieblas, quedando sola la luz. Por lo tanto, el mundo, sin el conocimiento de Dios, estaba oscurecido con las tinieblas de la ignorancia. Mas por medio de los Apóstoles se le comunicó la luz de la verdadera ciencia, y así brilla el conocimiento de Dios y por cualquier parte que caminen, de su pobre humanidad brota la luz que disipa las tinieblas. (San Hilario, in Matthaeum, 4)

Es propio del bautizado, ser medio de evangelización. La Luz es Cristo, nosotros somos cristales que llevamos a los demás la Luz, el Logos, el entendimiento que da sentido a todo y a todos. Esa Luz puede ser aceptada o rechazada por quien tenemos frente a nosotros. “este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas” (Jn 3, 19). El evangelizador es herramienta de Dios, no es la Luz, sino medio que la trasporta a los demás.

La Luz no ha sido hecha para ocultarse bajo el celemín, como el Evangelio indica hoy domingo. 

“Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos” (Mt 5, 1416)

El celemín era un recipiente donde se medía el volumen de grano. Sería similar a las medidas de volumen que utilizamos actualmente: litro, metro cúbico, etc. El celemín representa dos cosas, por una parte es opaco y por otra representa el cumplimiento ignorante de las leyes. La Luz de Cristo no puede quedar oculta por las leyes que se cumplen de forma socio-cultural. La ley se cumple verdaderamente cuando se ama y la hacemos vida en nosotros. Pecamos gravemente cuando cumplimos para quedar bien, que nos estimen, aparentar nuestra piedad o lo que es más duro, para que ser considerado del “partido” eclesial que en cada momento está de moda y tiene el “poder”. Por desgracia, ese celemín oculta la Luz de Cristo al mundo con demasiada frecuencia.

Hace unos días leía que una persona reprendía a otra porque no se ajustaba a la obediencia ciega. Cuando la segunda replicaba que obedecer de forma ciega era contrario a la Voluntad de Dios, la primera le replicaba que “Cuando se obedece uno nunca se equivoca”. Que se lo digan al fariseo que se vanagloriaba de ser perfecto por cumplir todo. Mientras, el publicano se daba golpes de pecho y sus lágrimas llegaban al Cielo. Lo duro es que quien cumple ciegamente termina llamando fariseo al que ama a Cristo por encima de las modas eclesiales del momento. Quien cumple por interés propio, siempre se equivoca. Quien desobedece por ignorancia cómplice, también se equivoca siempre. Sólo acierta quien ofrece su vida a la Voluntad de Dios y ama a Cristo de tal manera que cumple todos sus designios por amor.

Ser medio por el que la Luz llega a los demás conlleva negación de sí mismo, cargar con la cruz personal y docilidad para aceptar la Voluntad de Dios. Del mismo modo que Cristo triunfa en la cruz, el Evangelio avanza gloriosamente en la humillación consciente y profunda del evangelizador.