Adviento: tiempo de evangelización. Liturgia Bizantina
Adviento: tiempo de evangelización. Liturgia Bizantina
San Juan Bautista es nuestro modelo de primer evangelizador. Clamaba en el desierto de quienes no prestan oídos a la Buena Noticias, tal como nos pasa ahora. Pero Juan no desesperó. Su llamada era para aquellos que tenían el corazón abierto y necesitado de Cristo.
Una voz clama: Preparad en el desierto camino al Señor; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios. Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle. Entonces será revelada la gloria del Señor, y toda carne a una la verá, pues la boca del Señor ha hablado.
Una voz dijo: Clama. Entonces él respondió: ¿Qué he de clamar? Toda carne es hierba, y todo su esplendor es como flor del campo. Séquese la hierba, marchítese la flor cuando el aliento del Señor sopla sobre ella; en verdad el pueblo es hierba. Séquese la hierba, marchítese la flor, más la Palabra del Dios nuestro permanece para siempre. (Isaías 40, 3-8)
Cuando un corazón necesitado recibe la esperanza de Cristo, todo valle es lazado y todo monte rebajado. Los prejuicios caen como las murallas de Jericó ante el poder de Dios. Lo evidente se vuelve complicado y lo complicado, se hace sencillo para quien acepta el Logos de Dios. La gloria de Dios entonces se hace evidente ante sus ojos y sus manos se abren en posición de alabanza. ¿Qué hemos hecho para recibir tanto amor? Nada que hagamos o digamos merece la redención que Dios nos ofrece cuando aceptamos a Cristo.
Entonces, el alma que se llena de Dios pregunta a Dios ¿Qué puedo decir para que otras almas se acerquen a Ti, Señor? Pero la carne es tan débil como la hierba, que se seca cuando Dios lanza su aliento sobre ella. La carne no puede soportar el aliento de Dios, necesita de la Gracia y la humildad. Pero aunque la hierba se seque y la flor se marchite, la Palabra, el Logos, Cristo permanece para siempre esperando que abramos nuestro ser a su acción.
Cuando has oído la voz del Precursor... cuando el Verbo se hizo carne y trajo la Buena Nueva de salvación a la tierra, tú le seguiste a su casa ofreciéndote a ti mismo como primicia; como primera ofrenda a Aquel que acabas de conocer, y lo muestras a tu hermano como nuestro Dios (Juan 1:35-41): pidiéndole que salve e ilumine vuestras almas...
Tú abandonas la pesca de peces, por la pesca de los hombres, con la caña de la predicación y el anzuelo de la fe. Has alejado a todos los pueblos del abismo del error, Andrés, hermano del jefe del coro de los Apóstoles, cuya voz suena para instruir a todo el mundo. Ven a iluminar a los que celebran tu dulce recuerdo, a aquellos que están en las tinieblas (Liturgia bizantina. Vísperas del 30 de Noviembre)
El evangelizador no necesita de cursillos de liderazgo ni de marketing alguno. El evangelizador es como Juan el Bautista, que se ofreció a sí mismo como primicia del Logos y portador de la Buena Noticia, para que quien tenga oídos que oiga. El evangelizador es el anzuelo que Dios utiliza para atrapar a quien necesita de Él, pero la fuerza de sacarlo del mundo no proviene del anzuelo, sino el pescador que ha atado el anzuelo al hijo y sabe esperar al momento adecuado para tirar del pez.
El evangelizador tan sólo espera ser útil a Dios en el momento adecuado y de la forma adecuada. El evangelizador no espera nada de sí mismo, porque se sabe absolutamente inútil, un anti líder, un apestado al que todos temen escuchar. El evangelizador está atado a Dios por medio de la Gracia que le hace dócil y eficaz. Dios sabe poner en la lengua del evangelizador la palabra adecuada para que atraiga al pez que espera pescar. Ser pescador de hombres es iluminar a quienes viven esperando la luz.
¿Tiene todo esto algo que ver con el marketing, los medios, las herramientas sociales y entrenamiento de líderes sociales? Evidentemente no tiene nada que ver. Entonces ¿Por qué nos empeñamos en lanzar una y otra vez la red donde Cristo no nos ha indicado que la lancemos? Buena pregunta.
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