Domingo, 24 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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De libelos tales como la obra "Corpus Christi"

De libelos tales como la obra "Corpus Christi"

por Luis Antequera

             Circula por internet la noticia del próximo estreno de una película de título Corpus Christi, la cual se habría representado ya como obra de teatro. El piadoso título escondería un repugnante argumento centrado en un personaje asimilable a Jesucristo pero homosexual, que mantiene relaciones de tal naturaleza con los que se identificarían con los apóstoles. Al final, parece que parte de la historia –lo relativo a la versión cinematográfica, no así lo concerniente a su representación teatral- forma parte del género “hoax”, versión cibernética de lo que siempre se llamó “leyenda urbana”, que utiliza internet y los correos electrónicos para su difusión. Leyenda o realidad, el hoax en cuestión nos da ocasión para reflexionar sobre un fenómeno muy actual en el que Corpus Christi militaría con productos bien reales orientados en la misma dirección de frivolización de las creencias religiosas, notablemente las cristianas: me viene a la cabeza “La última tentacion de Cristo” de Scorsese, o más actuales, la película que se rueda en España en la que Jesús aparece asaltando el Templo de Jerusalén, o la producción Agora a la que esta publicación que me acoge ha dedicado tantos comentarios.
 
            Como persona convencida de que no existe mejor sistema de convivencia que el que se basa en la libertad y también como escritor, no puedo iniciar el comentario que estos estrenos me suscitan sin proclamar mi fe absoluta en la libertad de expresión y, en consecuencia, en los sistemas políticos que la amparan y defienden.
 
            Esto dicho, derechos y libertades no pueden ejercerse si no es dentro de un concepto que aunque no tiene rango constitucional en ninguna carta magna que yo conozca, debería ser constitucionalizado, concepto que no es otro que el del respeto constitucional: el que es debido, por un lado, a los derechos y libertades de los demás; y el que es debido, por otro, a los demás derechos y libertades con los que el primero pueda entrar en conflicto. Aunque sólo sea porque un sistema de libertades que no esté adecuadamente engrasado por el respeto constitucional, no puede abocar a otra cosa que a su colapso.
 
            En el caso que estamos tratando, ¿cuáles son los límites que en virtud del respeto constitucional, la libertad de expresión no debe traspasar? Yo voy a citar dos, quedarán probablemente en el tintero muchos más. Será un placer que Vds. contribuyan a aportarlos.
 
            En primer lugar, la libertad de culto, uno de esos vecinos de la libertad de expresión con la que ésta tiene mayores problemas vecinales. La libertad de culto no sólo es sagrada, nunca mejor dicho, es, además, muy delicada, e implica un respeto exquisito a la pluralidad de creencias. El mismo derecho que, pongo por caso, no tenemos los cristianos a ofender a un musulmán, es el que nadie tiene de ofender gratuitamente a los cristianos. En este sentido, llama poderosamente mi atención la afinidad que existe entre aquellas personas que consideran estar en su derecho de proferir libelos de la naturaleza de los que comentamos cuando son contra el cristianismo, y manifiestan, sin embargo, su horror cuando las ofensas van dirigidas contra el islam, como pudo ocurrir, por ejemplo, en el asunto de las famosas viñetas belgas. Como también llama poderosamente mi atención que mientras las agresiones al islam generan violencia, las agresiones al cristianismo generen importantes beneficios económicos, algo a lo que podríamos dedicar, desde luego, varias líneas.
 
            En segundo lugar, la libertad de expresión no puede amparar nunca la pretensión de convertir obras de ficción en obras de rigor histórico. La película Agora, de Amenábar, que según tengo entendido es un buen producto cinematográfico, incurre por lo que sé en dicha práctica. No está mal que un autor, basándose en un hecho histórico, recree una historia de ficción que desvirtúa el hecho histórico: tal no sólo es una manifestación plausible de la libertad de expresión, sino también la base de un género tan rico como el de la novela histórica. Lo que no puede amparar la libertad de expresión, y menos aún la de cátedra, es la pretensión del autor de ficción de convertir lo que sólo es producto de su imaginación en verdad histórica, y menos aún, de obtener a partir de él conclusiones históricas. Cosa que es exactamente lo que ha hecho el director del film, el Sr. Amenábar, con sus declaraciones a la prensa. Unas declaraciones, que, por cierto, y contrariamente a lo que él pueda creer, le dejan en muy pobre lugar en su pretendida condición de intelectual, en la que parece rayar muy por debajo de sus dotes cinematográficas.
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