Viernes, 27 de diciembre de 2024

Religión en Libertad

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De la evangelización española de América

por Luis Antequera

            Recibo todos los días en mi correo la excelente publicación que en Argentina edita un buen amigo mío, Noticias de Fondo http://noticiasdefondo.blogspot.com/, la cual recomiendo a todos cuantos estén interesados por la realidad iberoamericana y quieran tener cabal conocimiento de ella.
 
            En la edición de ayer, se hace eco Noticias de Fondo de un artículo de Frank Bajak, periodista norteamericano dedicado a temas iberoamericanos, sobre el despertar de las poblaciones indígenas americanas en el que se realiza la siguiente afirmación:
 
            “Por toda América Latina, especialmente en los Andes, un despertar político empapa a indígenas acostumbrados a vivir como ciudadanos de segunda clase desde la conquista española”
 
            Afirmación que resalto por lo que de difundido tiene en lo que llamaría el “pensamiento global”, con similar aceptación tanto en el estrato popular del mismo, como en el que denominaría elitista o intelectual.
 
            No se trata de hacer aquí una defensa indiscriminada e integral de lo que fue la colonización española de América, que como es fácil de entender y pocos pueden negar, estuvo llena de dificultades y, por supuesto, de injusticias y discriminaciones, pero en la que también hubo páginas gloriosas como la de la evangelización que sirvió para, entre otras cosas, poner fin a los sacrificios humanos que eran moneda común en la región. Pero como no conviene descontextualizar la historia y sí, por el contrario, ponerla en su adecuada coyuntura, voy a aportar un dato suficientemente indicativo. En Méjico, uno de los países en los que la colonización española duró más, cabe establecer que la población es en un 10% indígena pura; blanca (apenas la mitad, por cierto, de origen español, el resto procedente de las migraciones europeas del s. XX) en un 30%; y lo que es verdaderamente significativo, en un 60% mestiza, esto es, producto de la fusión de las poblaciones blancas hispanas y las poblaciones autóctonas indígenas. Pues bien, en los Estados Unidos, colonizado como es bien sabido por los ingleses, la población indígena a duras penas asciende a un 1% y el mestizaje es prácticamente cero.
 
            Es obligado señalar que la posición del indio cuando se ventila la cuestión de la emancipación americana, -que es una cuestión que se dilucida principal, por no decir únicamente, entre criollos, esto es, entre españoles nacidos en América-, es más bien pro-corona que anti-corona. Para que nos entendamos, el indio americano se alineó en contra a la independencia de las nuevas repúblicas, lo que debe ser interpretado en el sentido de que confiaba más en la protección que recibía de la metrópolis, de la corona y de sus funcionarios, no digamos de las órdenes religiosas, franciscanos, jesuítas, dominicos, que de la que le ofrecían los españoles instalados en América que se preciaban de ser americanos como él.
 
            Vamos a celebrar en los próximos años, el bicentenario de la independencia de las distintas repúblicas americanas respecto de la metrópolis europea, España en este caso. Doscientos años pues, doscientos años ya, desde que las repúblicas americanas rigen sus destinos desde América, sin que la antigua metrópolis injiera ni pueda hacerlo en los gobiernos autóctonos, muchos de los cuales por cierto, han sido y son profundamente antiespañoles. Hora va siendo ya de que las emancipadas repúblicas se consideren a sí mismas mayores de edad y comiencen a asumir la responsabilidad de lo que en estos doscientos años han realizado. Venir a estas alturas con el cuento de que los indígenas son ciudadanos de segunda clase porque así lo establecieron los españoles, no es de recibo, y habla peor de quien hace la afirmación que de quien es objeto de la misma.

            No quiero terminar sin señalar que la animadversión –que, por cierto, convive en extraña armonía con un no menos cierto cariño y hasta admiración- por lo español detectable en los países americanos, es, a menudo, producto de unos planes de enseñanza destinados a explicar al elemento indígena, mayoritario en muchos de ellos frente al elemento blanco, que cuando unos españoles criollos decidieron independizarse de otros, lo hicieron para protegerle mejor, cuando la realidad certifica, y en eso el artículo de Bajak si le da al clavo en la cabeza, que el indio no ha mejorado su situación desde que los destinos americanos dejaron de estar regidos desde España.
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