Caminando con El...
Caminando con El...
“Sed completamente UNO en Mí, en mi Corazón y así reino en vosotras” Esta idea resonaba fuertemente en todo mi interior cuando el viernes pasado, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, llegamos a la Basílica de la Gran Promesa. Es indescriptible el amor y la emoción… ¡¡Por fín!! Después de tantos años y tanta lucha… todas juntas en torno a Jesús y junto a su Corazón y con el visto bueno de la Madre Iglesia.
Fue una gozada “estrenar” nuestra dispensa de la clausura papal en ese momento y para caminar por nuestro Valladolid junto a Cristo Rey. Fue emocionante y muy significativo. Estoy mirando las fotografías y confieso que se me cae la baba:¡¡qué preciodad que son mis monjas!! Son preciosas porque todas ellas transparentan a Dios y la alegría y la paz de ser de El, de sabernos pura pertenencia de Dios. Las miradas irradian paz y amor. Las fotografías caminando detrás de Cristo Rey cogidas de la mano son preciosas. La cabeza alzada y la mirada clavada en El y las manos y los corazones unidos, amándonos unas a otras, haciendo crecer el amor, sin temor a dar el corazón, como dice la canción… Dando el testimonio de amor y unidad a que estamos llamadas…
Pero lo más bonito, a mi juicio, era estar con El junto al Pozo, caminar a su encuento y acompañarle… saber que “cambia su cansancio en gozo cada vez que le miramos” y oyéndole que nos decía: “Dame de beber, samaritana”. “Es la mejor agua esa mirada que tú me dedicas y en la que ya entiendes que te necesito… que me necesitas”
La procesión fue una gozada y muy llena de significado; fue como la vida misma: llovió un poquito, salió el sol, no sabíamos el itinerario… pero íbamos siguiéndole a El… Lo demás carecía de importancia. Y tras El, y con la bendición del Santísimo Sacramento, entramos a casa, llegamos al Hogar, su Basílica en la que nos esperaba con los brazos abiertos…
En el interior de la Basílica y durante el trayecto de la procesión pensaba mucho en aquella llamada: “porque AQUI quiero que tú y esas otras almas escogidas de mi Corazón me hagais una casa donde tenga mis delicias. Mi Corazón necesita ser consolado”. Recordaba esto y el corazón se me hacía trizas porque con frecuencia me punza el dolor de no haber podido darle al Señor aquello que nos pidió. Lo hemos intentado por todos los medios, hemos luchado y hemos perdido todo en este empeño, pero… no lo hemos logrado y esto me duele mucho. Contemplando las fotografías Dios me ha consolado porque he comprendido que estas hermanas son esa casa en la que El tiene sus delicias, donde es consolado el Corazón de Cristo. Ellas son la señal y el estimonio vivo de la Fidelidad de Dios y de la autenticidad de aquella llamada. Estas hermanas son la piedras vivas de ese edificio espiritual, son esa casa, son hogar para Jesús, descanso, reposo… Son posada samaritana donde el Corazón de Jesús sacia su sed y es consolado y curado de sus heridas… El Corazón de Jesús se deleita en ellas y “cambia su cansancio en gozo cada vez que las mira”. Gracias por estas hermanas, por esta bendición tuya que ellas son. Te agradezco, Señor, su vida y su vocación y que nos las hayas confiado. Gracias por haberlas pensado y consagrado desde la eternidad y por haber pensado y deseado el Carmelo Samaritano como el lugar de tu reposo y tu deleite, de tu consuelo y descanso.