Dejando huella
Dejando huella
El lema de Cáritas de este año me ha hecho pensar y creo que debe hacernos pensar: “Deja tu huella, practica la justicia”. Pasamos por esta vida, peregrinamos por este mundo, durante un espacio de tiempo que Dios nos regala -no es nuestro, sino prestado- y la gran pregunta es: ¿cómo empleo yo ese tiempo? ¿qué huellas voy dejando a mi paso?
No nos engañemos: todos dejamos alguna huella, alguna señal, algún rastro… en nuestro paso por la vida, porque el mismo hecho de no dejar ningún rastro ya es una señal y no buena. Con esto no quiero decir que tengamos que pasar por la vida dando la nota y con lucecitas intermitentes o camisetas de colores fluorescentes para que nos vean. ¡No es eso! No se trata de dar la nota, pero sí de marcar una diferencia: la del amor y la entrega. Y eso sí que tiene que notarse y ser un rastro, una luz, una huella, un signo atrayente que invite a otros a recorrer el mismo camino.
No hay otro para ser feliz que amar y ser amado y -con la Gracia de Dios- ir tomando conciencia de que ese AMOR que tanto anhelamos todos (aunque algunos no quieran confesarlo) es Dios.
Ser cristiano significa ir dejando rastros y huellas de Dios por todas partes: sonrisas, miradas limpias, palabras y gestos de consuelo y deternura, de alegría, de esperanza… y donación. Donación de uno mismo del todo y de todo. Entrega absoluta. La Eucaristía es Caridad, es Charitas… es pan que se parte, es amor hasta el extremo, es -salvando la infinita distancia, claro está- decir con Jesús: “este es mi cuerpo: tomad y comed”, “esta en mi sangre: tomad y bebed”. En definitiva: “aquí está mi vida: tomadme y servíos de mí”. Esta es la huella que quiero dejar a mi paso y la justicia que Dios me pide que practique: que yo me anonade y me entregue sin reservarme nada. El servicio más grande que podemos prestar es ese: que todos puedan servirse de mí para lo que precisen; partirme y repartirme en una donación de amor ilimitada.
Esta es, además, la verdadera justicia: que Dios se sirva de mí a través de este partirme y repartirme. Es justo porque para eso he sido creada: para ser instrumento al servicio del amor, luego es justo que me “utilicen”, me partan y me repartan…. para eso debe ser mi vida y ese es el rastro que deseo dejar a mi paso: gastarme y desgastarme por amor verdadero y oblativo a Jesús y a los hombres, mis hermanos.
Se trata de cumplir el precepto del amor fraterno, de la verdadera caridad, que no es simplemente beneficencia o filantropía, sino amar “como YO os he amado”. Amar hasta dar la vida: esa es la verdadera Justicia, la justicia cristiana, la justicia de Jesucristo y a eso soy llamada y esa es la huella que deseo dejar de mi paso por este mundo: amar y morir como Jesús nos ha amado. Jesús es la Huella y la Justicia que deseo legar al mundo.