Indigenismo y feminismo
Dijo Chesterton que todo es cristiano: la Revolución Francesa, el anarquismo, el comunismo, el feminismo, el socialismo, la democracia. Lo único que no es cristiano es el cristianismo, que es divino.
Un servidor añadiría -porque no existía en tiempos de GKC- que el indigenismo es cristiano también. En el sentido de que tiene conciencia del valor expiatorio de la sangre. Así, se ha descubierto en Perú un templo secreto donde los sacerdotes de algún culto indígena sacrificaban mujeres para aplacar a los dioses. Estas culturas prehispánicas entendieron bien el sacrificio de Cristo, y entendieron aún mejor que este sacrificio se perpetuaba de forma incruenta en la Eucaristía.
-O sea, ¿no hay que matar niños ni mujeres?
-No, señor indio. Se acabó.
Por eso el cristianismo se expandió por América con tanto éxito y tan rápidamente. Por supuesto, el hecho de no matar a otro ser humano se asocia a la dignidad de todo hombre y de toda mujer -hago hoy esta concesión a los terroristas gramaticales de género- por la mera razón de ser hijos e hijas de Dios. De un Dios que es amor y que no quiere sangre de ningún tipo.
En cuanto al feminismo, ya se ha dicho que es hijo del cristianismo. Una mujer es la Madre de Dios. Y una mujer, en una sociedad patriarcal como la hebrea, recibe antes que nadie el anuncio de la Resurrección: algo tan inconcebible que los hombres, siempre tan primarios, no la creen. Me refiero a María Magdalena: no creen en la Resurrección y no creen a una mujer.
En fin, como dicen que comenta el filósofo Javier Gomá, no hay mejor época posible para ser hombre, o mujer, que el tiempo presente. Algo es algo.
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