Viernes, 27 de diciembre de 2024

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De la sociedad y la democracia

por Luis Antequera

            Al hilo de la estrecha correlación existente entre los poderes públicos y la sociedad en un sistema democrático, quiero añadir hoy algo tan preogrullo como que uno de los derechos inalienables del ciudadano en sistema tal es el de decidir y en consecuencia con su decisión, elegir. De acuerdo con ello, en los sistemas democráticos, cuando están bien asimilados, no “se es socialista” o “se es democristiano”, sino que “se vota socialista” o “se vota democristiano”. Dicho de otra manera, la ciudadanía mantiene en todo momento incólume su derecho a cambiar su decisión, y con ella su voto, de un partido a otro, de una persona a otra, sin otra limitación que la de respetar las reglas del juego.
 
            Esto es algo que ocurre sin traumatismo alguno en los sistemas democráticos de raíz anglogermánicos. Así, con la mayor naturalidad del mundo, uno ve sucederse los gobiernos de distinto signo en los Estados Unidos, Alemania... ¿Se han dado Vds. cuenta del caso singular del Reino Unido, donde después de haber ganado con holgura hace apenas dos años las elecciones el Partido Laborista, anda hoy en las encuestas diecisiete puntos (digo bien, diecisiete) por detrás de los Conservadores, sencillamente por que la ciudadanía detecta que el Gobierno no conduce correctamente la crisis?
 
            En los sistemas democráticos latinos (los pocos que existen), los ciudadanos tendemos a conjugar el verbo “ser” en vez del verbo “votar”. Y con excesiva frecuencia se oyen cosas como “yo soy socialista y jamás votaré otra cosa que socialismo”, o el aún más disparatado “son los míos, y yo con los míos hasta la muerte”. Estos oídos han oído decir “prefiero andar en alpargatas gobernando los míos, que en zapatos gobernando los otros”.

             Ni que decir tiene que comportamientos tales están más relacionados con la devotio medieval que con la democracia moderna. En democracia nadie jura fidelidad al señor del lugar y se va con él a las cruzadas. En democracia, el ciudadano pide responsabilidades al gobernante, y si éste no está a la altura, lo cambia. Cuando ayer he visto que el partido gobernante, con la dramática situación a la que nos ha conducido, apenas perdía cuatro puntos de popularidad me preguntaba: cosa tan trivial ¿podremos llegar a comprenderlo alguna vez los españoles?
     
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