Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Carta del diablo a Pere Camps, director del Festival BarnaSants

por La Columna del #CoronelPakez

 

No te voy a saludar porque los anarquistas mostráis un odio visceral a las normas y a las leyes, lo cual me parece muy bien, pero dificulta sobremanera el trato con vosotros. Además, tenéis ese punto rupturista que impregnó toda la actuación del hombre de Galilea, ese Hijo del Otro, lo cual no me parece tan bien, me parece fatal, realmente.

Por lo tanto, me salto la norma de saludarte. Y te digo que si no vas a hacer caso de mis instrucciones, salvo cuando a ti te apetece, puedes olvidarte de mí para siempre: ya te he dicho que no me siento cómodo trabajando con tipos tan extremistas. Correrás el riesgo de caer en manos del Otro, pero ese será tu problema; aunque luego será el mío, porque tendré que recogerte y volver a educarte –más o menos como hacían mis alumnos del Gulag- para extirpar de tu ser todo resto de amor verdadero: “verdadero” según ese mentiroso prestidigitador que se hacía llamar Hijo del Otro.

Te has equivocado varias veces últimamente. Ya sé que la vanidad te puede, pero, como decís, córtate un poco. Es mejor el orgullo o la soberbia, más sutiles. Ese cartel que reza, –¡no, menudo lapsus!-, que dice: “La única Iglesia que ilumina es la que paga el recibo de la luz” es un gravísimo error. Tanto como reivindicar juntos, en un festival de música de autor, a los comunistas y a los anarquistas. (Te lo explicaré en un minuto).

Para empezar, recuerda demasiado aquella tontería de otros de mis discípulos: “la única Iglesia que ilumina es la que arde”. ¡Por favor! ¿No sabes que esos cristianos, hijos del Otro, se multiplican cuando los matas? ¿No sabes que se crecen en la adversidad? La persecución es justamente lo que les lleva al éxito. Mis discípulos de 1936 lo hicieron muy mal: fabricaron más santos en el siglo XX que ningún otro de mis seguidores en dos mil años. No merecen ser reivindicados, ya ves.

Para continuar, si circulas por la vía del humor, el chiste es malo. Toda iglesia, todo restaurante y todo edificio de oficinas solo puede iluminar si paga el recibo de la luz. Una idiotez. Por otra parte, nunca ganaréis al Otro en sentido del humor. Primero, decide dejar de ser Él por unos años y hacerse hombre, que viene a ser como hacerse hormiga; después se dedica a convertir el agua en vino; y luego os hace creer que muere. Pero ¡hop! resucita. Visto y no visto. No puedes ganar con humoradas a tipos que creen EN SERIO que van a resucitar, ¿no te das cuenta?

Sigamos. ¿Cómo se te ocurre hablar de la peligrosidad de la cultura? Estás haciendo el juego al hombre de Galilea: con sus historias aberrantes cambió la cultura y la sigue cambiando dos mil años después. ¿O te crees que Gaudí sería Gaudí sin el Hijo del Otro? Gaudí se adentró en el Misterio porque se lo chivó ese galileo. No hables nunca más del peligro de la cultura porque estás diciendo la verdad, eso que tanto odio. No se puede decir la verdad porque se vuelve contra ti, y, finalmente, contra mí.

Concluyamos. Te hablaré de los chinos. Estos orientales son los únicos que han podido impedir el crecimiento de los hijos del Otro. ¿Cómo? Combinando tres factores: filosofía, terror y clonación. No te hablaré de filosofía china porque es muy largo y tedioso; piensa solo que ellos teorizan sobre procesos más que sobre acontecimientos. En cuanto al terror, lo aplican con cuentagotas: solo cuando ayuda a que las circunstancias trabajen contra el aterrorizado. Y la clonación es muy inteligente: han creado una iglesia paralela. Es casi perfecto.

Tu problema es el de los hijos del Otro: la libertad. Sois libres pero no os lo creéis. Os creéis libres solo cuando se os somete –esto lo descubrió el Gran Inquisidor de Dostoievski y me hizo un flaco favor-. Yo tiendo siempre a la organización, porque la organización ofrece un sucedáneo de libertad, aunque en realidad la ahoga. Mis amigos comunistas o nazis lo hicieron francamente bien. En la Iglesia también ha habido y hay y habrá “organizadores”. Lo hacen con bastante eficiencia, debo reconocerlo: son sutiles y siguen mis indicaciones al pie de la letra. Pero el Otro tiende a la anarquía, y de cuando en cuando deja caer en la Iglesia a algún ser libre de verdad, algún santo o santa, que lo ponen todo patas arriba e impiden mi labor durante algún tiempo. Recuerdo especialmente a los nefastos Francisco de Asís, Teresa de Jesús o a esos de tu tierra, Vicente Ferrer o Raimundo de Peñafort. Todos gente terrible, caóticos, que pasaban, como decís ahora, de la organización y de las estructuras y hablaban de amor y libertad… (Escribir estas palabras me produciría ganas de vomitar si tuviese un cuerpo como el vuestro).

Y termino. Cámbiate el nombre: no puedes llamarte Pedro. Me recuerda demasiado a aquel fanfarrón, cobarde y traidor, sobre el que el hombre de Galilea, en una humorada macabra, dijo que edificaría su Iglesia. Fue un chiste tan malo y tan torpe como tu cartel del Barnasants.

Hasta otra o hasta nunca, depende.

Sauronio.

PD: Recuerda que yo, que puedo disfrazarme de ángel de luz, también os ilumino, pobres mortales, y no pago el recibo de la luz. Mis inventos –el estado, los recibos, la burocracia- os los cedo gustosamente.

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