Fieles en lo pequeño
Estos días, pensando en el año que empezamos y que todos solemos aprovechar para hacer propósitos de mejora, pensaba en esta historia, y en lo difícil que es para los padres de familia cumplir hasta el final con nuestras obligaciones cotidianas a diario, teniendo en cuenta los cientos de imprevistos que nos surgen a lo largo del día y que van minando lenta pero contundentemente nuestras fuerzas.
Personalmente, en casa, cuando las luces de los dormitorios de mis hijos se apagan y logramos, al fin, que se haga el silencio, lo único que pienso es en sentarme en el sofá y dejar el cuerpo y la mente en off para recuperarme de todo el ajetreo.
Sin embargo, pienso también en lo importante que es para nuestra familia el terminar de recoger lo que ha quedado por en medio, poner los platos en el lavaplatos y dejar la cocina despejada para el desayuno... A pesar del cansancio, de lo poco que hayamos dormido, de que alguno haya estado todo el día llorando con el cable cruzado... Pase lo que pase, hay una serie de cosas que no se pueden dejar para el día siguiente, por razonable que sea el motivo. Y pienso en la importancia de la fidelidad en ese compromiso, en esos pequeños detalles, en esa parábola del Evangelio: "el que es fiel en lo poco, será fiel en lo mucho". Si nos esforzamos cada día por cumplir con nuestra obligación, por pequeña que parezca, pero que nos cuesta horrores a ciertas horas del día, será más fácil avanzar en lo importante, hacer de nosotros mismos personas fieles, preparadas para mayores problemas o para grandes adversidades. Y, además, daremos a nuestros hijos un ejemplo silencioso de fortaleza y reciedumbre que tiene mucho más valor que cualquier sermón sobre el esfuerzo y el sacrificio personal.