´Jalogüin´
En un bufete de abogados del centro de Madrid, un padre de familia discute acaloradamente con una de las secretarias que hay a la entrada:
-Entonces, mi demanda, ¿quién la satisface?
-Me temo que nadie, caballero.
-Siempre lo mismo, la Administración se va de rositas, es una vergüenza.
-No, señor, no es eso. Con todo respeto, el problema es que la denuncia no tendría ningún peso porque no tiene sentido.
-¿Cómo dice? ¿Que no tiene sentido? ¿O sea que solo los niños católicos pueden hacer la Primera Comunión y mi hijo no? ¿Qué culpa tiene él de no ser católico? Discriminación. Una discriminación indecente entre menores. Es impresentable. Y ustedes son cómplices de esta injusticia.
Se gira, efervescente, hacia su mujer, que contempla la escena con indignado silencio:
-¡A ver cómo le explicamos esto ahora al niño!
¡Ay! ¡El niño! El niño que quiere hacer lo que todos hacen. Los padres que consideran ese motivo un argumento más que suficiente para denunciar a la administración por discriminación por motivos religiosos. Quieren que el niño haga la Comunión, pero no quieren que comulgue.
La conversación, minutos después y una vez liberada la paciente secretaria de semejante despropósito, termina unos metros más allá, antes de la salida del despacho:
-Bueno, no hace falta que el niño se entere. Le hacemos una fiesta por todo lo alto pero sin comunión, ni religiosa, ni civil. Al menos nuestro niño tendrá su banquete y sus regalos.
Es el esperpento de la contradicción de quien valora los conceptos por su envoltorio cuando ya ha rechazado categóricamente su contenido. El paradigma de la superficialidad.
Algo parecido a esto ocurre con la fiesta de ´Jalogüin´, que en los últimos años hemos acogido en nuestro país poniéndola casi a la altura de las procesiones de Semana Santa. Desde hace pocos años, no hay gran superficie que no tenga, -cada vez más pronto en el mes de octubre-, una explanada dedicada en exclusiva a vender calabazas ("¿ein?"), sombreros de bruja, máscaras de demonios y cadenas de fantasmas. Estamos en las mismas: no hay una razón de fondo. La gracia es la fiesta por la fiesta, sea cuál sea el motivo, la estética o el modo de celebración.
Realmente, es la clara manifestación de que el hombre ha dejado de creer en Dios para creer en cualquier cosa, o, parafraseando con rigor a Chesterton: "lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no eran en nada, sino que están dispuestos a creer en todo". Cuando Dios es expulsado del corazón del hombre, ese vacío se tiende a llenar con lo que sea que pase por delante.
Incluso, a menudo, los propios católicos, por no contrariar a vecinos, amigos o a nuestros propios hijos, nos contagiamos de semejante acopio de fealdad, haciendo partícipes a nuestros hijos de la fiesta de la muerte. Así, los pobrecitos, se encuentran vestidos de cadáveres en las puertas de las casas repitiendo una expresión que ni nosotros mismos sabemos a qué viene: "¿truco o trato?". ¿Perdón? ¡Pero si los pobres lo único que quieren es aprovechar la ocasión para hincharse a caramelos!
Sin embargo, aunque es posible que el inicio del artículo desmienta mi propia afirmación, lo cierto es que no pretendo entrar a disquisiciones sobre la moralidad o posible maldad de esta fiesta. Sería perder el tiempo. Creo que, lo mejor que podemos hacer para vivir feliz y cristianamente esta fiesta tan bonita de la Iglesia, -la de Todos los santos- es, precisamente, celebrando a sus protagonistas con nuestros hijos, haciendo que ellos se diviertan y convirtiendo un día que podría ser oscurantista y terrorífico en algo lleno de belleza y de luz. Dándoles así testimonio vivo de la belleza del Cielo y de la santidad.
En realidad, solo hay una clave: que los protagonistas del 1 de noviembre y los días que le preceden sean "los santos que están en el cielo, las personas buenas que están con Jesús". A partir de esa base, ya es cuestión de echarle imaginación en función de la edad de nuestros pequeños.
Disfrazarles de santos o angelitos; hacer figuritas de ángeles de papel o mazapán para repartir -dándole a los dulces que regalamos un significado y así, de paso, un testimonio de Fe viva-; regalar también los panallets típicos de estas fechas que, además, son muy fáciles de hacer y entretenidos para los niños; Y, además, preguntar en las iglesias que haya cerca de casa: en la diócesis de Alcalá, por ejemplo, organizan una tarde entera de actividades para niños y para adolescentes, con disfraces de ángeles y santos, Misa, evangelización por las calles... También, en una parroquia cerca de casa hacen un rato de adoración con niños de hasta 12 años, seguida de una merienda y la peli de San Felipe Neri, Prefiero el paraíso. Cada vez más parroquias están ofreciendo actividades divertidas y alternativas para convertir el terrible Halloween ¡en la preciosa fiesta de HollyWins!
¡Pues eso! !A disfrutar de la víspera de Todos los santos y a transmitir un mensaje positivo y lleno de esperanza!