Noticias de Francia: la Comunidad de San Martín
A menudo uno puede tener la impresión de que la Iglesia está en ruinas y, en términos humanos, en vías de extinción. Al menos en la Europa occidental, vemos cómo la práctica dominical se hunde, el número de seminaristas está muy lejos de poder asegurar el reemplazo de los sacerdotes que fallecen, cada vez son menos quienes contraen matrimonio cristiano... Y todo esto ante la mirada de un clero noqueado, incapaz tanto de comprender qué está sucediendo como, por otra parte, de decir algo diferente de los cuatro tópicos buenistas en que han convertido la buena nueva del Evangelio.
Esta impresión general, indiscutible, contrasta no obstante con signos de esperanza que no se pueden ignorar si observamos con atención, más allá de la fría estadística sociológica. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el florecimiento actual de las capillas con adoración al Santísimo, uno de los signos de nuestro tiempo.
Me topé con otro de estos signos de esperanza leyendo el último número de la revista francesa La Nef, en el que aparece una entrevista de Christophe Geffroy al abbé Paul Préaux, moderador general de la Comunidad de San Martín. Una comunidad formada por 115 sacerdotes y diáconos, otros tantos seminaristas y, actualmente, a cargo de 33 parroquias, principalmente en Francia, pero también en Italia y Cuba.
Mi único contacto con la Comunidad San Martin fue hace unos años. Estaba pasando unos días en casa de unos amigos en Llivia, enclave español en Francia, y asistí, en territorio francés, a una procesión organizada por ellos. Mi impresión fue muy buena y ahora, al leer la entrevista, se confirman aquellas primeras impresiones.
De la entrevista con el abbé Paul Préaux, me ha llamado la atención de manera especial los siguientes comentarios:
Sobre la fidelidad a las enseñanzas doctrinales de la Iglesia:
«No buscamos la originalidad, sino asegurarnos de que un seminarista conozca y comprenda las grandes orientaciones del Magisterio. Lo que hace atractiva la formación intelectual es que no hay riesgo de que los jóvenes se digan a sí mismos: "Esto es lo que dice nuestro profesor, pero ¿qué dice la Iglesia? Para los seminaristas, esto es extremadamente importante y libera una energía considerable para las cosas que son más importantes. Por supuesto, también deben estar preparados para escuchar lo contrario; pero para esto, el método de Santo Tomás, que hemos elegido como eje de nuestra enseñanza, es brillante, porque nunca estudia una pregunta sin comenzar con objeciones.
Intentamos despertar entre los miembros de la comunidad una cultura de modestia (¿qué posees que no hayas recibido?), de gratitud (agradecimiento por los regalos recibidos y compartidos) y de reírnos un poco de nosotros mismos. Nuestro fundador, el padre Jean-François Guérin, a menudo nos repetía: "Tómate a Dios en serio, sin tomarte a ti mismo en serio"».
Sobre el clericalismo:
«Tengo motivos para temer que el famoso clericalismo denunciado legítimamente por el Papa se convierta en una especie de cajón de sastre en el que se metan las teorías más dudosas sobre la Iglesia, los sacramentos o el sacerdocio. Y entre ellas está la idea de que deberíamos pensar en un presbiteriado liberado de la autoridad y del poder que le confiere el sacramento del Orden. Por el sacramento que recibe, el sacerdote actúa en nombre de la cabeza de Cristo y, al hacerlo, significa que la Iglesia no se da a sí misma la salvación, sino que ella la recibe en cada instante de Cristo como de su fuente».
Sobre el celibato sacerdotal:
«En cuanto al celibato eclesiástico, no es principalmente una restricción impuesta por la Iglesia latina, sino un carisma, una gracia. Es un tesoro para la Iglesia, una fuente de gran fecundidad, pero solo se puede vivir en el gozo de una vida por el amor de Cristo por la humanidad. Solo se puede vivir en la humildad y la misericordia. Depende de nosotros los sacerdotes dar testimonio de que nuestro celibato no es sinónimo de frustración sino un signo de cercanía a todos, de una sexualidad que no es todopoderosa sino un don de sí mismo, de un dominio de uno mismo que no es rechazo, sino apertura».