Lunes, 25 de noviembre de 2024

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La falsa seguridad de los idolos

La falsa seguridad de los idolos
La sustitución de Dios por los ídolos es un constante error de la humanidad. Cuadro: «La adoración del becerro de oro» de Nicolas Poussin (1634).

por La Columna del #CoronelPakez

Conocí al hombre de la parábola. Conocí al hombre que acumuló dinero y poder: lo hacía para sus hijos, según contaba; según la hermana humildad, esto es una excusa barata que justifica la acumulación de oro en manos de uno solo. La conciencia no cree estas excusas, aunque se ahoguen en sexo y en alcohol, como era el caso. 

El hombre de la parábola murió hace diez años, rodeado de ídolos como puede colegirse de las líneas que llevo escritas.

El hombre de la parábola ya no es importante y toda su orgullosa figura ha quedado reducida a un esqueleto, restos de carne putrefacta, muchos gusanos, moho y hongos. Muy poquita cosa. 

No se hagan ilusiones: todos acabaremos en los huesos, carcomidos y descompuestos, al sol o a la sombra. Les ruego que lo piensen. Media hora cada día -recomendaba el beato Carlos de Foucauld- es suficiente. Si el hombre de la parábola lo hubiera hecho, hoy sería recordado como un regalo para los suyos, y no como una pesadilla. 

"He nacido para ser un regalo", escribió Robert Walser con gran tino profético y místico. El regalo se entrega, se da. Ser un regalo es ser, en la misma medida en que dar, darse, es amar. 

Ser un regalo es lo contrario de acumular dinero y coleccionar ídolos. El éxito de los ídolos antiguos y modernos es la falsa sensación de seguridad que nos proporcionan. Sensación placentera porque estamos convencidos de que controlamos nosotros al ídolo, cuando es exactamente al revés. "Yo controlo" es la frase típica del adicto, de todo adicto: al juego, a la cocaína, al alcohol, a la fama, al poder, al vicio. Al dinero. Cuando el adicto se da cuenta de que no controla nada empieza su liberación; se sabe frágil, desgraciado, miserable. Y esclavo. Esclavo de su ídolo. 

El peor ídolo es el dinero ("No podéis servir a Dios y al dinero", dijo Cristo), porque es el que mayores y más profundas excusas nos obliga a esgrimir para sentir ese control que, repito, nunca tendremos. El dinero nos fuerza a utilizar a nuestros hijos como sucia coartada de la avaricia. Incestuosa pederastia emocional: el hijo como morfina del pecado. El dinero nos fuerza a la hipocresía, por la supuesta tranquilidad de la familia; por las donaciones a obras de beneficencia, siempre desde el sofá o del coche de alta gama; por invertir en algo noble con el oculto objetivo de utilizarlo en beneficio propio. Corruptio optimi, pessima. La tranquilidad de la familia depende solo de Dios. La herencia de los hijos es solo la formación, la cultura. La caridad debe ocultarse a los ojos del mundo, y a los propios. La gente sin conciencia actúa con mayor honestidad porque no inventa justificaciones farisaicas. Prefiero al mafioso que al meapilas.

El hombre multiplica sus ídolos. La piedad puede ser el ídolo donde se refugian a la vez el orgullo y la frustración. La misión apostólica es un ídolo difícil, porque esconde el fantasma del éxito y la soberbia del protagonismo. La pena de la víctima es otro ídolo oscuro, porque nada hay más goloso para el "yo". Puedes quejarte con toda razón y los otros tienen la caritativa obligación de escucharte, de soportar tu desdicha y tu amargura.

-Yo, que tanto he hecho por tanta gente, me veo ahora sola y abandonada.

-Tú misma te acusas, hipócrita; porque si fueses humilde, te darías cuenta de que no hay mayor regalo del buen Dios que la soledad y el abandono de todos. Así hizo el Padre con su Hijo único, muy amado: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

No es fácil destruir a los ídolos. Pidan a Dios que lo haga sin matarlos a ustedes; sin duda alguna, quedarán heridos por la llaga de la santidad. Y serán llevados, llagados, a un Cielo donde no se entra sin la palma del martirio y sin lavar el vestido en la sangre del Cordero. 

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