Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Maniqueísmo entre cristianos

por Una Jarra de Barro

 El maniqueísmo es una religión fundada por una persa llamado Mani en el Siglo III, que se autodenominó a sí mismo como el profeta definitivo. Básicamente es una religión dualista, cree en la oposición de dos fuerzas, el bien y el mal, las luz y las tinieblas, el espíritu (bueno) contra el cuerpo (malo).

En el cristianismo es muy conocido porque uno de los más grandes doctores de la Iglesia, San Agustín, padre de la Teología, fue maniqueo antes de su conversión al cristianismo. Su madre, Santa Mónica, tuvo que llorar muchas lágrimas por la conversión de su hijo.

Naturalmente el cristianismo condena el maniqueísmo, ya que las fuerzas del bien y el mal tienen para ellos un mismo nivel, frente a la existencia del Dios único que profesa la Iglesia, además de afirmar la existencia de la reencarnación.

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Sin embargo de manera muy sutil, una idea que podríamos decir que proviene del maniqueísmo, de que lo importante es ser bueno y no malo y que para ello da igual realmente en lo que creas, se ha ido colando entre muchos católicos, creando en ocasiones gran confusión y dolor entre lo fieles (algunos lo denominan "buenismo").

Hace poco comentaba a dos amigos sacerdotes que no me parecía bien que se hubiesen introducido cantos protestantes en una celebración para jóvenes de la diócesis. -Uy- me dijo uno de ellos- eso se te pasaría si hubieses estado como yo varios años en latinoamérica y hubieses colaborado con pastores protestantes, que son muy buena gente. Me quedé con cara de tonto y le contesté -¿y qué tiene eso que ver?... desde luego, el día que los curas dejéis de ser maniqueos y os convirtáis al cristianismo nos haréis a todos un gran favor... Después de decirlo me percaté que igual había sonado excesivo, pero gracias a Dios mi amigo se lo tomó a bien.

Pero ciertamente el poso estaba en su frase: da igual que los cantos sean protestantes, los protestantes "también son buenos”. Y de ahí a toda la pastoral que algunos pretenden imponer en estos días: da igual que estés divorciado o no para poder comulgar, hay muchos divorciados “buenos”, “mejores” que otros que comulgan todos los domingos... Da igual que te ligues las trompas o uses anticonceptivos, mientras seas “buena gente” no pasa nada... da igual que vayas o no a misa o que no te confieses mientras “hagas el bien” a los demás, que más da... da igual que seas promiscuo o tengas relaciones sexuales con personas de tu mismo sexo, mientras “que no hagas daño a nadie” con eso te vale...

Incluso si alguien defiende la idea contraria, que estar en comunión con la Iglesia es responder a una serie de requisitos y estilo de vida que va mucho más allá de la “simple bondad”, entonces eres criticado por muchos por tu falta de misericordia, tu carácter excluyente y tu postura contraria a la de Jesucristo “que acogía a todos” (?). Pues eso, que los ateos, budistas y musulmanes podrían comulgar siempre que sean “hombres de bien”.

Otro amigo mio cura al celebrar sus bodas de plata sacerdotales dijo que en todos esos años había intentado dar a conocer a Jesucristo a los demás "o por lo menos enseñarles a ser buenas personas” (?). Multitud de profesores de religión desechan el contenido de la asignatura e imparten “educación en valores” (?). Órdenes religiosas que se dedican a la educación invierten horas y horas en que sus alumnos en que realicen “campañas solidarias” (?) aunque no sepan ni rezar el Padrenuestro.

No seamos maniqueos con esto tampoco, no estoy diciendo que enseñar a ser buenas personas, vivir en valores o ser solidarios sea malo (vuelta al maniqueísmo), sino que se trata de algo diferente a ser cristiano. La bondad no es exclusiva del cristianismo, hay gente de otras religiones o simplemente no creyentes que son buenas personas. Es más, como dice el juicio a las naciones, Mt 25, 31ss, aquellos que no conocen a Jesucristo serán juzgados por las obras de misericordia: dar de comer al hambriento, asistir al necesitado, visitar al enfermo y al preso... “¿cuando hicimos/dejamos de hacer esto contigo SI NO TE CONOCÍAMOS?”... o dicho de otra manera, los que NO CONOCEN a Jesús serán juzgados según si “han sido buenos” o no. (Perdóneseme la simplificación, no es muy rigurosa pero es para que se me entienda) y que todos los seres humanos, seamos creyentes o no, hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y por eso tenemos, como dicen los teólogos, una ley natural, que no es más que la ley de Dios inscrita en nuestro corazón.

Pero el juicio a los cristianos es “diferente” (vuelvo a pedir perdón por no ser excesivamente riguroso) por eso Jesucristo con la parábola del juicio a las naciones explica la de los talentos, los siervos que SÍ CONOCEN al Señor y han recibido de este una cantidad de dinero y la han puesto (o no) a producir. El matiz es sutil pero claro, hemos conocido al Señor, hemos recibido de Él la Palabra y la Gracia y después, no antes, las ponemos a producir.

Por eso en el cristiano la bondad no es una premisa, ni siquiera una prioridad, es una consecuencia. Es decir, el cristiano que descubre la bondad y la misericordia de Dios, que recibe su gracia, vive en ese amor y eso le lleva a la bondad y la misericordia con los demás. Pero el cristiano no busca “ser bueno”, busca vivir en la voluntad de Dios para ser feliz y salvo y las obras de misericordia nacen (aunque sean un mandamiento) como un fruto.

Sé que algunos no estarán de acuerdo conmigo. Hace poco discutía vía redes sociales con un “alto cargo” de la curia vaticana amigo mío que me decía que la conversión y la bondad se autoexigían. Con todos mis respetos a monseñor, le hice ver que no estaba de acuerdo, que la conversión puede “exigir” la bondad, pero no al revés, gente muy bondadosa no tiene por qué llegar a convertirse al cristianismo. (Para los curiosos decir que ninguno convenció al otro). Ciertamente la frase con la que defendía mi postura era algo provocadora, “vamos a tratar de convertirnos que ya tendremos tiempo de ser buenos después”, pero resumía mi idea de que lo segundo es una consecuencia de lo primero y no al revés.

Otra vertiente de este problema es la postura del ejemplo ante los demás. Un postulado defendido por muchos, incluso por Su Santidad (es una de las cosas en las que no estoy de acuerdo con el Papa, sin que esto merme para nada mi respeto y cariño filial) es que los ajenos a la Iglesia se incorporarán a ésta por atracción, por el buen ejemplo de los cristianos. Ciertamente el buen ejemplo es necesario para no contradecir la predicación, no puedes hablar del amor y ser un canalla o del desapego a las riquezas y estar racaneando el sueldo a tus empleados.

Pero una buena conducta, la bondad a fin de cuentas, por sí misma consigue muchas veces despertar la admiración en el otro pero no el deseo de conocer a Jesucristo. ¿Muy lioso? Pondré un ejemplo, muchos ateos admiran la labor de la Madre Teresa de Calcuta y su obra en favor de los pobres de la India, pero no por ello se han sentido llamados a convertirse al cristianismo. Probablemente lo habrán hecho algunos que no sólo han conocido este buen ejemplo, si no los motivos que llevaron a la madre a emprender esa misión, la experiencia previa (no posterior) del amor de Cristo en su vida.

Bueno, que nadie vea en mi un desprecio a la bondad, por favor, recordaré la famosa frase de san Felipe Neri: sed buenos... si podéis.

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