Del agradecimiento y los bien nacidos

Refiriéndose al acuerdo que permite el gobierno en solitario del Sr. López y su partido en el País Vasco, el diputado socialista vasco Sr. Madina ha declarado, en un alarde de ingratitud y mezquindad, que el mismo no es una alianza, sino sólo “un acuerdo para una investidura”, y ha abundado en que él, “quizás lo rechazaría”. Al Sr. Madina yo le recordaría que el acuerdo del que con tanto desdén habla es un acuerdo insólito en España, donde después de 136 elecciones autonómicas y de 10 elecciones nacionales, lo que suma un total de 146 legislaturas diferentes, nunca, repito, nunca, absolutamente nunca, se había producido la singular circunstancia de un partido, el Partido Socialista de Euskadi en este caso, que gobierna en solitario sin ni siquiera haber ganado las elecciones. Pues como tristemente es necesario recordarle al Sr. Madina, en las últimas elecciones celebradas en el País Vasco su partido quedó en segundo lugar, con un 8% menos de votos que el PNV, y con cinco escaños menos. Y como tristemente es necesario recordarle también al Sr. Madina, si es posible dicha insólita situación en la que un partido que ni siquiera ha ganado unas elecciones gobierna en solitario, es gracias a la inmensa generosidad de otro partido, el Partido Popular en este caso, que votó la investidura de su candidato sin pedir a cambio, más allá de la puesta en práctica de las políticas indispensables para la urgente regeneración vasca, una sola compensación en términos de poder. Pregúntese el Sr. Madina si el BNG gallego, la ERC catalana o el PNV vasco le habrían proporcionado similar apoyo. O si lo habrían hecho los cinco partidos que apoyan actualmente al suyo para que gobierne en Baleares, región en la que se da la insólita situación, probablemente única en el mundo, en la que seis partidos se hallan en el gobierno, y uno sólo, precisamente el que ganó las elecciones, precisamente el PP, en la oposición. Sr. Madina, créame, ni siquiera en política es necesario hacer gala de tanta ruindad, y hasta cuando se es político, hay un momento para mostrar tan noble y cristiana virtud como lo es la gratitud, algo que, como dice el refrán, -lo habrá Vd. oído alguna vez-, es el patrimonio por excelencia de los bien nacidos.