Los irreconocibles (II): el "neomodernista"
Hemos dudado mucho en retratar a este “irreconocible”, y la razón es que, generalmente, se trata de personas del estrato eclesial: sacerdotes, teólogos, religiosos… Pero como existen (y no pocos) creemos que es mejor hacerlo, para prevenir de ellos.
Se trata de un cristiano “barnizado” (que lo que tiene es un barniz de cristianismo, y poco más) que puede ser un culto profesor de Universidad católica, un “progre”, un cura comprometido en la lucha armada de liberación… Su característica fundamental es la coexistencia de una fe en Cristo Dios y la negación virtual de la misma. Es decir, cree y no cree que Cristo es Dios.
A esta singular situación, que no es la de una fe que tiene dudas y tentaciones, normal en todo cristiano, puede haber llegado por alambicadas y eruditas investigaciones de la Biblia, no acompañadas por un desarrollo equivalente de su espiritualidad y del trato con sabios y santos teólogos; o bien por haberse dejado arrastrar por la satisfacción de ser aplaudido por los círculos “progres” y ser tenido por “moderno” y hombre de su época.
Estos “barnizados” a veces tienen agudeza de talento que les ha llevado a encontrar aspectos inéditos y aparentemente buenos o científicos de algunos pasajes de los Evangelios. Pero cuando pasan a la segunda fase, es decir, pasar de la teoría que han formulado a investigar y demostrar que lo que han supuesto es verdadero, se muestran incapaces de hacerlo. Por ejemplo, piensan que algún pasaje del Evangelio podría haber sido inventado por la Comunidad de Jerusalén y pretenden aplicar, para explicarlo, conocimientos actuales de psicología o bien sugerir que esos pasajes (por ejemplo, la multiplicación de los panes) han sido fruto de alucinaciones colectivas o engaños. Después, cuando ven la irracionalidad o lo absurdo de sus teorías, empiezan a lanzar sofismas intentando sostenerlas y así no perder su título de “maestro” y su fama.
En el caso del cura revolucionario, se trata, quizá, de que tiene escasos conocimientos teológicos, unido a la fascinación de una aventura religioso-política que da sentido a una vida que (debido a un bajo nivel espiritual) lo había perdido, y a la que seduce el ser aplaudido incluso por los enemigos del Cristianismo, encantados de convertir a Jesús en un líder despojado de su divinidad, y esto hecho (¡locura mayor!) por sus propios sacerdotes.
También existe el exégeta, el profesor, que por una mal digerida asimilación de teorías (o sesgado por un inconsciente poco limpio), junto con el deseo de ser aplaudido (“les gusta que les llamen maestros…”) y de ostentar fama, no quieren darse cuenta de sus defectos y errores. Está, por ejemplo, el profesor de religión del que se dice que en cada curso hace de sus veinte alumnos, dieciocho incrédulos y dos pedantes. ¿Causas? No se molestan en comprender el nivel religioso de sus alumnos y les lanzan doctrinas que sólo cultas y espirituales personas son capaces de analizar y recibir. O bien erigen en doctrinas infalibles lo que sólo son hipótesis de trabajo o aportaciones semiválidas y que sin embargo estos pedantes las exponen, con evidente estulticia, causando por su superficialidad daños muchas veces irreparables. Pero, claro, el/ella han conseguido fama de modernos y avanzados que es lo que les interesa.
Generalmente son muy ampulosos. Si te tropiezas con ellos son capaces, al exponer un razonamiento, de espetar solemnemente “¿Quid est veritas?”, y dejar sin palabras, como dice un autor, al mismísimo credo.
En fin, que a una batería de sofística occidental son capaces de añadir hasta un mantra oriental, llevados por la moda del exotismo, para dar mayor prestigio a sus teorías.
Y, como final, son de los que acusan a los que le han criticado, o le han desenmascarado, de que le están condenando a la hoguera como en los tiempos pasados. De estos se puede decir lo de que con amigos así, la Iglesia no necesita enemigos.
En resumen, el irreconocible neomodernista tiene estas características:
- Cree y no cree a la vez.
- Conocimiento erudito de Dios pero nada más.
- Seguidor de las corrientes de moda, incluso anticristianas.
- Gusta del aplauso de los enemigos de Cristo y ser tildado de moderno.
- Ampuloso y lleno de verborrea.
- Le importa más su fama que Cristo.
- Traidor a Cristo cuando le conviene.
Los Tres Mosqueteros
Próximo artículo: lunes 15 de diciembre