Los irreconocibles (I): el ambientalista
Antes de explicar las Etapas de la vida espiritual hay que hablar de, llamémole así, las Pre-Etapas, puesto que hay muchísimos cristianos que lo son casi sólo de nombre. Únicamente tienen una especie de barniz cristiano. Y se impone describirlos para que no cometan el error de creerse en, por ejemplo, la Primera Etapa.
Por lo difícil que es reconocer en ellos apenas algún síntoma de cristiano los llamamos “los irreconocibles”. Estos cristianos “irreconocibles” lo son de muy diferentes clases; aquí trataremos de los que creemos los más corrientes, sin que por ello, desgraciadamente, se agoten, ni mucho menos.
El primer irreconocible es un cristiano ambientalista, es decir, si ha nacido de familia católica, será católico, pero si hubiera nacido de familia atea, sería ateo; si ha nacido en un país católico como España, será probablemente católico, si ha nacido en la India, será discípulo de Siva o de Visnú, pues ni concibe otra cosa ni remotamente piensa que todo hombre ha de buscar a Dios sinceramente, nazca donde nazca.
También es un cristiano individualista, no tiene idea de la dimensión social del Cristianismo, sino que considera la religión como una cosa privada. Además, generalmente es muy supersticioso.
En cuanto a sus ideales, estos son no ir al Infierno, no condenarse. Este es el que siempre pregunta “¿Esto es pecado mortal o no?”, con la intención previsible de cometerlo si no lo es, o de abstenerse, si lo es. Pero de amor a Dios nada (amor real, se entiende).
En cuanto a los pecados graves (por increíble que parezca, pero hecho muy real) los comete según la edad: si es joven, serán los pecados de sensualidad los más frecuentes. Si ya es mayor y está “establecido”, serán los pecados de su ambiente: si tiene amigos corrompidos será corrompido, si tiene amigos buenos o regulares, serán pecados de deseo o de palabra.
Desconoce completamente que su amor a Dios es un amor que llamaríamos “comercial”. Es el clásico estudiante que hace novenas para aprobar el curso; o la madre que si tiene un hijo enfermo, las hace para que se cure, o promete algo a Dios si consigue tal empleo, etc. (obviamente no criticamos estas prácticas sino a cómo lo hace). O al revés; y digo al revés porque me contaron de una mujer, hasta entonces muy católica (de esta forma, se entiende), que cuando se le murió su hijo dejó de ir a Misa, de frecuentar la Iglesia y de creer porque “Dios no había salvado a su hijo”.
Las prácticas piadosas de esta clase de gente también son ambientales, es decir, las que sean acostumbradas en su época, en su país, en su familia o en su círculo de amigos.
La misa de los domingos la omite con cualquier pretexto. Es frecuente oír a estas personas que, por ejemplo, no pudieron ir a Misa porque fueron de excursión y ya no les dio tiempo, o se les fue el tiempo y llegaron tarde…, en fin, con cualquier pretexto dejan de ir.
En cuanto a sus obras de caridad es la moda la que manda. Si un país está de moda, es de las necesidades de ese país de lo que hablan y se preocupan. Si pasa esa moda y llega otra, por ejemplo la de ser ecologistas, son ecologistas a macha martillo. Si antes eran sus obras y sus caridades las novenas y los pobres de la parroquia, ahora serán los marginados, el África tercermundista… o los que promueva la campaña de turno.
En cuanto a la Iglesia, no tienen ninguna responsabilidad con ella. Consideran que el asunto no va con ellos. La Iglesia es una cosa etérea, impalpable, a la que ellos se extrañarían mucho de oír que pertenecen, en este sentido de tener alguna responsabilidad con ella.
En cuanto a los sacerdotes, o les tienen antipatía (según la educación recibida o el ambiente) o tienen mucha familiaridad. Si están en contacto con la parroquia, o conocen algún sacerdote, entonces están muy complacidos de verle frecuentar su casa.
Naturalmente, a sus hijos, si los tienen, los envían a colegios religiosos, sin perjuicio después de destruir en su casa toda la labor de los religiosos murmurando de ellos por las costumbres, por lo caro del colegio, etc.
También resulta tragicómico que muchas de estas personas, que no tienen tiempo para nada cuando se les habla de obligaciones con respecto a la Iglesia o la Sociedad, en cambio les crece el tiempo para tareas de moda o “rentables”. Conocimos a una joven que no tenía tiempo para dedicarse a formarse porque sus hijos le ocupaban mucho tiempo; vino la moda de colocarse y de trabajar, e inmediatamente encontró una colocación que le ocupaba ocho horas al día; y se buscó una criada para que se preocupara de sus hijos, que por cierto ¡le costaba casi lo que ella ganaba en el trabajo!
En resumen, este cristiano “ambientalista” ―en el que apenas se puede reconocer al cristiano― es así:
- Cristianismo superficial, según el ambiente, las modas…
- Cristianismo individualista.
- Cristianismo supersticioso.
- Ideal: salvarse, no ir al infierno.
- Amor “comercial” a Dios.
- Pecados graves según edad, ambiente…
- Prácticas espirituales: omitidas frecuentemente.
- Antipatía a sacerdotes (o excesiva familiaridad).
- Caridad según modas.
- Iglesia: ninguna responsabilidad.
Los Tres Mosqueteros
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