Domingo, 22 de diciembre de 2024

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El Viaje Misterioso

por Los Tres Mosqueteros

El viaje más misterioso y singular es probablemente el más desconocido de todos. Se trata del “viaje” que hace cada cristiano desde que se bautiza hasta que, tras su muerte, se encuentra con Dios.

De hecho, es éste un viaje que cada uno de nosotros (supuesto que estamos bautizados) ya hemos iniciado. Siendo así, ¿sabríamos decir cuántas etapas tiene?; ¿conocemos las dificultades que podemos encontrar?; ¿seremos  capaces de descubrir a los que tratarán de desviarnos?; ¿las “enfermedades” en las que podemos caer y los remedios para “curarnos”?...

Sobre este misterioso viaje, el más importante de nuestra vida, a través de los tres países-épocas, es de lo que trata el siguiente video.

Es un video largo para un blog pues dura veinte minutos, pero sólo si lo ves completo comprenderás que veinte minutos son pocos para lo que hay que contar. Por eso antes de dar a play, busca un momento de tranquilidad, disponte cómodo, espera a llegar a casa para verlo si es necesario.

Y una vez lo hayas visto…

Los Tres Mosqueteros




Texto íntegro del video:

 


EL MISTERIOSO VIAJE A TRAVÉS DE LOS TRES PAÍSES-ÉPOCAS

 

            Este libro trata, brevemente, del viaje más singular: el que transcurre desde que uno se hace católico, hasta el instante en que su muerte le posibilita la entrega del Premio y el comienzo de su segunda y definitiva vida.

            Este "viaje" tiene sus propios recorridos que se cubren en etapas. Pero, si en los viajes que ordinariamente emprendemos el lugar de destino, los horarios, los aviones a tomar, la duración de la etapas, etc., son conocidos y están perfectamente señalados, en este viaje singular la dificultad está en que no se tienen (y por ello es lo del Premio) sino vagas orientaciones que el viajero ha de precisar con su trabajo personal, amén de que enemigos poderosos procurarán desorientarlo, cambiando incluso las "señalizaciones", presentándole aviones engañosos, etc. Afortunadamente también tendrá amigos poderosos que harán todo lo contrario y le facilitarán unas pistas, unas guías, que le ayudarán a encontrar el verdadero camino, sobre todo si ha cultivado dos facultades que se llaman Inteligencia y Virtud, además de una ayuda especial que se llama Gracia. Con todo esto, el viaje se torna una verdadera aventura.

            Para cubrir las siete etapas de que consta deberá proveerse de conocimientos, de ayudas ―tanto ordinarias como extraordinarias― y, lo más fascinante, penetrar en la Otra Dimensión.

            Finalmente debe saber que inicialmente se le provee de un material a desarrollar: su propia tipología.  De lo que haga con ella dependerá, en gran parte, el éxito o fracaso de su viaje.

            Durante este viaje se atraviesan, por decirlo así, tres “países-épocas”, que tienes descritos, en forma de metáfora, a continuación.

            Dice así: habiendo salido de una ciénaga pestilente de serpientes y sabandijas, me encontré de repente en un bellísimo jardín, tan lleno de encantos y tan deleitoso, que el pecho se me ensanchaba  de placer y el corazón  parecía querer salírseme por no poder soportar un gozo tan grande. Avanzaba alegremente y dando saltos de felicidad, cuando un día descubrí que el jardín tenía un límite, y que éste lo formaba un interminable y seco desierto que se extendía hasta lo infinito. Empecé a caminar por sus ardientes arenas y bajo un sol abrasador.  Al principio, todavía me cubrían algunos árboles y apagaban mi sed algunas fuentes de agua pura.  Pero a medida que fui avanzando, aquellos se hacían más raros y éstas más escasas;  hasta que llegó el momento (ni yo mismo sé cuando fue) en que todo lo que pudiera ser motivo de alivio y frescura desapareció.  Y me encontré, días y días, avanzando por ese desierto que parecía no tener fin.

            ¿Cuánto tiempo caminé así? Sólo Él lo sabe. Pero yo si sé que muchas veces me dejé caer de bruces sobre la ardiente arena, sin fuerzas para seguir y llorando como un niño pequeño, clamando porque me quitaran una vida que juzgaba inútil, y que me era doblemente penosa por la terrible tentación de desandar el camino, y volver a mi antigua ciénaga, que ahora me parecía deleitoso paraíso. Y, sin embargo, no volví atrás. A trompicones seguí avanzando, esperando contra toda esperanza llegar al misterioso País de las Montañas del que me habían hablado y que, me decían, se hallaba al final del áspero desierto.

            Y mi perseverancia fue recompensada. Un día, cuando toda esperanza parecía una ilusión y cuando todo en mí parecía hablarme de que estaba peor que nunca, el desierto empezó a hacerse menos áspero, menos rudo. Algunas yerbas (muy raquíticas al principio, más altas después) aparecían aquí y allá. Algunos árboles se veían de cuando en cuando, como si fueran la avanzada de los del para mí legendario País de las Montañas.

            Y un día feliz me di cuenta que ―sin haberme dado cuenta― estaba rodeado de verdes valles y altísimas montañas que recortaban en un cielo purísimo sus cumbres escalonadamente altas; y aunque en ese país se turnaban las horrendas simas de negras sombras con los valles de asombrosas claridades, sospeché que mi desierto había terminado y llegado había, por fin, a la misteriosa región de los altos montes y de las aguas vivas. Estaba ya en la tercera época o "Gran época". Y entonces ocurrió...

            Siento defraudarte, pero lo que sucedió entonces sólo lo saben cada protagonista y el Señor. Los demás tenemos que contentarnos con atisbos, intuiciones y los relatos fragmentarios y enigmáticos que nos han dejado algunos de los protagonistas. En consecuencia, si tienes mucho interés por saberlo, sólo tienes que ponerte en camino y cuando llegues lo sabrás. Ojalá que tú aumentes los relatos sobre estos lugares ignotos; y hasta puede suceder que seas tan privilegiado que nos dejes una narración más clara que las que hasta ahora poseemos. Todo es posible si tú...

            Yo, por mi parte, voy a ayudarte, dentro de mis modestos recursos, en el comienzo de tu  viaje con una comparación: veía por televisión una competición atlética, y me fijé como, situados en sus puestos, los corredores esperaban el disparo de salida, dedicándose unos a ejercicios de precalentamiento, otros pateando el suelo, frotándose los brazos, etc., y todos golpeándose piernas y brazos como reconociendo su estado físico para calcular así su futuro rendimiento; en suma, hacían una especie de reconocimiento de su propio estado general. Del mismo modo, antes de que comiences el "viaje", yo te invito a un reconocimiento general de tu estado actual, y, para ello, voy a presentarte a continuación unos retratos-robots de cristianos que aún no han comenzado su viaje, que se encuentran, podríamos decir, en las Pre-Etapas, con el fin de que viéndolos puedas quizá reconocerte y saber así el punto desde el que partes. Después, en los siguientes capítulos describiré brevemente las siete etapas del viaje haciendo, para cada una de ellas, primero una descripción general con sus principales rasgos y a continuación enunciando los trabajos que normalmente hay que realizar para pasar a la siguiente etapa.        

Antes de comenzar haré tres advertencias:

            1ª. No hay etapas propias del estado religioso y etapas propias del estado seglar; todas son etapas del cristiano.

            2ª. No hay etapas, por así decirlo, puras. Se puede estar en una etapa y tener síntomas de otras, incluso muy elevadas, o hacer "incursiones" a etapas inferiores o superiores. Lo que cuenta es poseer, en general y en su mayoría, los síntomas de una determinada etapa para estar en ella.

3ª. Para poder entrar en la Primera Etapa se requiere al menos algún sincero amor a Dios, aunque sea débil y sólo en algunas ocasiones.


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