La Iglesia alimenta resucitados, no muertos
Escuchando las charlas que recientemente prodigó Pepe Prado Flores en Solsona uno tiene temas para dar y tomar en el blog. Ciertamente este avezado evangelizador, auditor en el Sínodo de la Nueva Evangelización y fundador de la Escuela de San Andrés, tiene un discurso muy “en la ola” a pesar de ser ya un veterano que peina canas en esto de los caminos de la Nueva Evangelización.
Como estamos de Pascua, de entre todas las ideas de sus charlas me quedo con una frase soltada al aire en la que decía que en la Iglesia tenemos que aprender a no dar de comer a los muertos, sino a los resucitados.
Lo explico, dar un alimento sacramental y doctrinal a personas que no han pasado por el primer anuncio, a personas que no se han encontrado con el resucitado, es perder el tiempo porque no es construir sobre roca.
Por mucha catequesis, mucho sacramento y mucha sana doctrina con la que alimentemos a un cristiano, si éste verdaderamente no se ha encontrado con Jesucristo, de poco o nada le servirá un alimento que por su índole no se puede digerir sin la clave de Jesucristo.
Reconocer que en la Iglesia nos empeñamos en resucitar muertos dándoles comida que no pueden digerir no es si no afirmar que por medio de Jesucristo debemos primero resucitar a ese hombre viejo, muerto por el pecado que nace de la culpa de Adán, y luego alimentar al hombre nuevo con todos los medios que tenemos a nuestra disposición entre los cuales los sacramentos son un medio privilegiado.
Recuerdo una diapositiva provocadora de don Andrea Brugnoli, creador de los Sentinelle del Mattino que rezaba así:
“Eucaristía: alimento para momias”
La idea es la misma: a la gente se la resucita mediante el encuentro con Jesucristo que sucede en el primer anuncio, y sólo después se la alimenta. Dar de comer a quienes están momificados no va a cambiar nada.
¿O acaso Jesús entró a darle un cuenco de sopa a Lázaro cuando lo llamó del sepulcro? Lo mismo la hija de Jairo, el somnoliento Eutico (no sabemos si por el sermón) o el mismo Jesucristo, quienes sólo después de resucitados tomaron comida.
Lamentablemente muchos insisten en más de lo de siempre… “¿no quieres sopa? Pues toma dos cucharadas”, a ver si de un atracón de misas, planes de pastoral, lecciones de catecismo y devociones varias revive esta Iglesia que agoniza.
Al final la clave para abrirnos a la Nueva Evangelización es entender el proceso cristiano en las personas, el orden adecuado que hace de una persona alejada un discípulo de Jesucristo, pasando por un primer anuncio seguido de una iniciación que ha de ser un discipulado, y llegando al culmen de la vida cristiana en un proceso cuyo orden de los factores no puede ser alterado porque no da el mismo producto.
Por si esto no lo vemos, siempre cabe preguntarnos, ¿estamos dando un fruto abundante, como el que quería Jesús, con nuestros planteamientos pastorales? Porque si no es así muy probablemente estaremos dedicando lo mejor se nuestras fuerzas a alimentar muertos sin ver ningún resucitado.
No vaya a ser que nos pase lo que decía el P. Emiliano Tardiff, “Pedro convirtió a tres mil personas con un discurso…y nosotros con tres mil discursos no convertimos a uno”.