Viernes, 20 de diciembre de 2024

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La Autoridad Nacional Filistea. Por Jorge Rozemblum

por Wiederholen

 A pesar de los documentos históricos, mucha gente sigue creyendo que la reivindicación palestina es la de “recuperar” un estado. La verdad es que nunca hubo estado, nación y, hasta hace dos generaciones, tampoco un pueblo que se identificara a sí mismo como palestino. Los negacionistas de esta realidad se apoyen en la falsa igualdad Filistea = Palestina.


Los filisteos fueron un pueblo de la antigüedad, parte de los llamados por los egipcios de entonces “pueblos del mar”, que aparecen en la zona de Canaán en el siglo XIII AEC y conquistan el sureste (lo que hoy día sería Gaza, Ashkelón y Ashdod). Su nombre -del que mucho más tarde, en el año 135 EC, ya desaparecidos los filisteos tres siglos antes, el emperador romano Adriano derivará en latín el de Palestina para erradicar definitivamente todo vestigio de los rebeldes del reino de Judea- deriva del hebreo. En esa lengua, paleshet significa invasor.

Los israelitas convivieron siglos con los molestos vecinos del sur, algunos de ellos rescatados del olvido para la cultura occidental gracias a su inclusión… en la Biblia judía. Los más famosos, sin duda, son la traidora Dalila y el gigante Goliat. Paradójicamente, los actuales palestinos no tienen ninguna vergüenza en trastrocar los protagonistas y convertirse ellos en el joven y valiente David, enfrentado al aterrador monstruo… israelí.

De modo que toda mención de Palestina (o nombre semejante) anterior al citado año de 135 en latín, griego u otra lengua, se refiere a lo que hoy día en español se denomina Filistea, justamente para diferenciarlo del período que incluye el fin de la dominación romana, el imperio bizantino, la conquista musulmana y el imperio otomano sobre las tierras originalmente pobladas por los antepasados directos religiosa, cultural y genéticamente de los actuales judíos. Durante este período de 19 siglos (del 135 a 1917), esta zona nunca fue independiente (excepto por los breves reinos cristianos en tiempos de la Cruzadas), ni la ciudad de Jerusalén desempeñó capitalidad alguna.

Durante el tiempo del exilio, la subprovincia Siria-Palestina quedó prácticamente despoblada y abandonada, como lo testimonia Mark Twain en su libro “Innocents Abroad” de 1867. Según el demógrafo Sergio Della Pergola, hasta el siglo XIX no se superaron los 250 mil habitantes (hoy, entre Israel y los territorios bajo administración palestina suman más de 12 millones), con un incremento exponencial a partir de la llegada de los inmigrantes judíos (sionismo moderno), que funcionó de “efecto llamada” para los árabes de la zona, principalmente, egipcios y sirios, poco antes y durante el mandato británico en la zona, de 1918 a 1948.

No es sino a partir de estas fechas cuando aparecen las primeras menciones de un pueblo palestino, cuya Autoridad Nacional reivindica una continuidad histórica inexistente de los árabes actuales con los antiguos filisteos. Es como si los neoyorquinos se creyeran ahora mohicanos.

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