Extensión de la ofensiva contra la conciencia de los cristianos
Uno de los argumentos para desacreditar los esfuerzos de quienes se oponen a la obra de reingeniería social a la que estamos sometidos es aquello tan manido del “tú vive como quieras, pero no pretendas imponer tu moral a los demás”. Con este argumento se defiende la legalidad del asesinato de los no nacidos o la destrucción del matrimonio y de la familia natural.
La realidad, no obstante, es la contraria. Es lo que explica Achille Benedettini en un interesante artículo en La Nuova Bussola Quotidiana. Aquí no se trata de que queramos imponer nada a nadie, sino de que cada vez nos dejan menos vivir de acuerdo a nuestras convicciones y conciencia.
Los médicos que objetan a la práctica del aborto entran a formar parte de listas negras. Y no digamos ya de un médico que se niega a recetar contraceptivos. Lo mismo ocurre con enfermeras, sanitarios y farmacéuticos.
Pero la ofensiva desatada por el homosexualismo ha ampliado la extensión del campo de batalla, una extensión que no cesa y que deja cada vez menos espacio para que un cristiano viva como tal (evidentemente, siempre nos queda el martirio). Primero fue en Nuevo México, donde Elaine Huguenin fue condenada a pagar miles de dólares por haber rechazado ejercer de fotógrafa en una boda entre dos personas del mismo sexo. En frase muy significativa de un juez, se ha llegado a sostener que el dejar de lado los propios valores religiosos es el precio de la ciudadanía. Luego le llegó el turno a Jack Phillips, de Colorado, que se enfrenta a la posibilidad de un año de cárcel por rechazar preparar el pastel nupcial de una "boda" gay.
Después de los fotógrafos y los pasteleros, llegan las floristas: en el estado de Washington, Barronelle Stutzman fue denunciada por negarse a preparar los arreglos florales de una boda entre dos hombres. Y en Gales, los propietarios de un hotelito fueron multados por no ofrecer una cama de matrimonio a una pareja de dos hombres. Ahora su negocio, levantado con gran esfuerzo durante toda una vida, está en venta por culpa del boicot de las agencias de viaje y de numerosos actos de vandalismo.
Y seguimos, ahora con el "oficio" de padres, como es el caso de Arthur y Anna Wiens, que se negaron a enviar a sus hijos, de 9 y 10 años, a la clase obligatoria de educación sexual titulada "mi cuerpo es mío". Resultado: condena a 138 días de cárcel. Casos como éste, pero en los que es el profesor quien resulta perseguido, son frecuentes. Y en Italia ha sido presentado el libro de estilo para periodistas gay- friendly; mucho cuidado con quien no lo siga.
Vamos, que médicos, enfermeras, sanitarios, farmacéuticos, fotógrafos, pasteleros, hoteleros, padres de familia, profesores, periodistas... y podríamos seguir trayendo a colación nuevos ejemplos para ir aumentando la lista, todos ellos están bajo el punto de mira del nuevo Estado laicista, libertario y homosexualista.
No, el problema no es dejar hacer a los otros lo que quieran, el problema real que vivimos y que no va a dejar de intensificarse es que, en un Estado que sostiene y promueve una moral contraria a la católica (porque de eso se trata, lo de la neutralidad nunca ha ido más allá de las páginas de los manuales), los cristianos que pretendan vivir de acuerdo a su conciencia van a ser, también cada vez más, discriminados y perseguidos. Con palabras de Benedittinni, a los cristianos del siglo XXI "no se les impedirá el culto, sino algo no menos importante: se les impone el pecado, ya que actuar contra la propia conciencia significa siempre pecar".