Juana y los poshumanos, la última genialidad de Hadjadj
Estamos acostumbrados a leer los ensayos de Hadjadj: sugerentes, inspirados e inesperados. No son pocos quienes esperamos con ganas cada nuevo libro de Hadjadj, esperando enriquecernos con sus originales enfoques. Pero me temo que hayan sido pocos los que han leído Juana y los poshumanos, la obra de teatro de Fabrice Hadjajd que ha publicado Homo Legens.
Y es una lástima, porque es una genialidad. Me explico: se trata de una obra más difícil que sus ensayos y es probable que ello limite su número de lectores. En primer lugar es una obra de teatro en la que la argumentación no es directa, sino que se somete a ese formato. Juana adopta un lenguaje poético que a veces puede resultar desconcertante. Además, el tono con el que hablan algunos de sus personajes, que puede llegar a ser crudo, puede echar atrás a algunos potenciales lectores. Todo eso es cierto… pero ¡es tan bueno!
Hadjadj nos lleva a una distopia tan, tan actual, con elementos orwellianos pero que recuerda, sobre todo, al mundo feliz de Huxley. En un mundo en que el género ha explosionado y ya incluye a otras especies y uno puede “neutralizar” su arcaico sexo, en el que la gente vive en una especie de matrix sin límites, en el que se muere dulcemente en casas adhoc, en el que la eugenesia es universal y la gente sueña con qué implantes colocarse, en el que se nace por clonación, la familia ha sido sustituida por la sociedad/corporación y en el que concebir a la antigua usanza, carnal, es algo abominable, Juana se enfrenta a dos funcionarios por haber cometido el crimen de concebir como los animales.
La obra avanza con paso firme, los diálogos son brillantes, el desarrollo de la trama absorbente y el mensaje que nos quiere transmitir Hadjadj es urgente. Sus aciertos son innumerables: si esa concepción carnal es calificada de “atentado contra la vida”, los funcionarios, que insisten en que “no estamos aquí para juzgarla, sino para salvarla”, se preguntan “¿con qué cuidados hay que sancionarla?”, hasta llegar a la sentencia final, que provoca el pánico en Juana y que recibe el nombre de “Gran perdón”. No se puede leer esta Juana y los poshumanos y no reflexionar sobre el mundo que, no es que se nos venga encima, es que ya vivimos en el. La reivindicación de la carnalidad que despliega Hadjadj con enorme talento, ¡es tan necesaria!
Un último apunte: los anuncios que intercala Hadjadj en esta obra son un prodigio de humor y desnudan todo el horror que se esconde bajo las asépticas fórmulas transhumanistas, antiespecistas y de género que pueblan nuestro día a día. Si no le gusta el teatro, al menos no deje de leer estos “anuncios” que son una pequeña obra maestra dentro de una genialidad.