San Bonifacio y el abeto de Navidad
En estos días cercanos a la Navidad proliferan los artículos de temática navideña, algo muy lógico y que además, lejos de aburrirme, pienso que está muy bien como medio para meternos más de lleno en estas fiestas (por el contrario, confieso que no soporto los resúmenes de final de año con la repetición de las noticias de los últimos meses). Por el momento me ha llamado la atención un artículo publicado en Mercator.net en el que se explica el origen del árbol de Navidad, una costumbre proveniente del norte de Europa pero que ha cuajado entre nosotros.
Resulta que la costumbre se puso de moda en la Inglaterra victoriana tras haber sido introducida en la Corte por el príncipe Alberto, el marido alemán de la reina Victoria, que la había traído de su Alemania natal. De la Corte paso a las familias bienestantes y de allí se popularizó entre toda la población inglesa. Luego, la exportación de la iconografía victoriana navideña allende el canal de la Mancha extendió el árbol de Navidad por toda Europa.
Pero lo curioso del caso es que muchos siglos antes, el árbol, o mejor dicho, quien lo originaría, recorrió el camino contrario, desde Inglaterra hasta Alemania. Nos referimos al llamado «apóstol de Alemania», san Bonifacio, nacido en Devonshire y quien, en 715, realiza una expedición misionera a Frisia, con el fin de convertir a los paganos del Norte de Europa predicando en anglosajón, lengua muy similar a la frisona. Tres años más tarde Bonifacio visita Roma y el Papa Gregorio II le encarga la misión de organizar la Iglesia en Alemania y evangelizar a los paganos. Durante cinco años recorre Turingia, Hesse y Frisia. Siempre con el beneplácito y apoyo de Roma, Bonifacio, ya nombrado arzobispo y delegado papal, continúa su misión por Baviera, y funda los obispados de Salzburgo, Ratisbona, Freising y Nassau. En 742 funda la abadía de Fulda, no muy lejos de la misión de Fritzlar, y el obispado de Büraburg. Tras ser nombrado obispo de Maguncia, en 746, el incansable Bonifacio prosigue con sus misiones en Alemania, donde funda las diócesis de Würzburg y Erfurt. Volverá a Frisia, donde había iniciado su ingente labor evangelizadora, bautizando allí a miles de sus habitantes, hasta que el 5 de junio de 754, Bonifacio, por entonces cercano a los setenta años, junto con una cincuentena de sus compañeros, es martirizado en Flandes.
En esta vasta labor misionera Bonifacio hubo de enfrentarse a costumbres paganas muy arraigadas, entre ellas el culto que se desarrollaba en torno al Roble de Thor, un legendario árbol sagrado para los pueblos germánicos paganos donde, entre otros actos de culto, se realizaban sacrificios humanos. En el año 723 el misionero anglosajón llegó a la zona donde se alzaba el mítico Roble de Thor, en el norte de lo que hoy en día es Hesse. Con ocasión de un sacrificio humano ceremonial en el árbol sagrado, Bonifacio se encaminó hasta el lugar y, ante el estupor de los presentes, arrebato el hacha que iba a ser usada para el sacrificio, liberó a la víctima y la emprendió a hachazos con el famoso Roble (un gesto, por cierto, en el que san Bonifacio no tuvo en cuenta los fragmentos de verdad que se pueden encontrar en el culto a Thor). Los presentes se quedaron paralizados, esperando que Thor desintegrara a Bonifacio de un martillazo o con uno de sus famosos rayos... pero no pasó nada, y la gente allí presente, convencida de que el Dios de Bonifacio era más poderoso que Thor, accedió a bautizarse allí mismo, en lo que sería el origen de la primera diócesis fuera de las fronteras del antiguo Imperio romano
Pero la cosa no acaba aquí: junto a las raíces del Roble, Bonifacio descubrió un pequeño abeto, apenas un renuevo, que el santo explicó a los germanos allí presentes que era un regalo del verdadero Dios, un árbol cuyas hojas nunca caen y que se mantiene plenamente vivo a través del frío invierno y cuyas ramas miran hacia el cielo. Además, sus hojas se mantienen siempre verdes, como el amor de Dios Uno y Trino hacia ellos. De este modo entró el abeto en las casas germanas, simbolizando el amor de Dios hacia los hombres. Por lo demás, la madera del Roble de Thor fue bien empleada en la construcción de una capilla dedicada a San Pedro en Fritzlar que años después daría lugar a un monasterio benedictino.
Es interesante resaltar que, muchos siglos después, en tiempos del resurgir del nacionalismo germano y de recuperación de su sustrato pagano, durante los siglos XVIII y XIX, el roble recupero su función simbólica y llegó a simbolizar a la misma Alemania. Y ya en el siglo XX, en pleno apogeo de este neopaganismo anticristiano germánico, las hojas de roble se usaron como las máximas condecoraciones militares.
Para acabar este excursus por San Bonifacio, y a modo anecdótico, he encontrado que es el patrón de tres gremios: el de los cerveceros, que me imagino estará vinculado a su papel de apóstol de Alemania, el de los sastres e hilanderos, con los que no se qué tenía en común, y, más difícil todavía, el de los petroleros (un gremio al que no le pongo cara mas allá de JR de la serie Dallas), en una conexión que no he podido descubrir en qué se basa. En cualquier caso, cerveceros, sastres y petroleros, tenéis un santo patrón de armas tomar.