Sobre el aborto
por Déjame pensar
Alguna vez he citado a Alfonso X el Sabio –nacido en 1221- que, entre las muchas obras escritas o dirigidas por él, descuella el Código de la Siete Partidas, con el que se adelantó jurídicamente cinco siglos a su tiempo. Pero, respecto al tema que nos ocupa, en pleno siglo XIII dice el Rey Sabio: “…de mientras estoviere la criatura en el vientre de su madre, toda cosa que se diga o falla a prodella, aprovéchese ende, bien assí como si fuese nascida, mas lo que fuese dicho o fecho a daño de su persona, o de sus cosas no le empesce”. Es decir: mientras esté la criatura en el vientre de su madre, hágase cuento le favorece y evítese cuanto le pudiere perjudicar.
Aunque muchos sectores insistan en llamarse progresistas, a la luz de la historia y del sentido moral, están situados en una auténtica regresión e involución legislativa y moral.
No hay ley en el mundo que pueda convertir en moralmente aceptable la muerte de los niños no nacidos. Los cristianos hemos de tener el convencimiento claro de que sería un gran daño para la nación y para la familia, que, a la vuelta de unos años, haya miles de padres y madres que tengan la conciencia cargada con la muerte de su hijo.
Los obispos de Alemania, ya por los años 70, dijeron: “Solamente cuando el Estado está dispuesto a reconocer el principio según el cual ninguna necesidad social, sea del orden que quiera, puede justificar el asesinato de un ser humano antes de su nacimiento, merece el nombre de Estado social. Solamente cuando el Estado está dispuesto a proteger la vida de un ser humano antes de su nacimiento y a castigar las acciones contra ese derecho es cuando merece el nombre de Estado constitucional.”
Los estudios de los antropólogos modernos ponen en evidencia un hecho que da que pensar. En ciertas culturas asiáticas y africanas la muerte está presente sin cesar. Piénsese, por ejemplo en los múltiples crematorios de cadáveres, a vista de todos, a las orillas de los ríos sagrados de la India. Pero se respeta la vida.
Las sociedades occidentales, totalmente al contrario: ocultan la muerte, pretenden hacerla pasar inadvertida. Pero se menosprecia la vida. Hay aborto, eutanasia y suicidios. Paradoja del hombre científico y técnico que, de una parte hace retroceder a la muerte, pero de otra la admite “legalmente” tan abundosamente como nunca lo hiciera antes.
No olvidemos que ya se prepara el ambiente para que se acepte legalmente al eutanasia y el suicidio. Acabo haciendo notar que, en determinados lugares de nuestro país, donde viven jubilados extranjeros, la población nativa detecta que, no pocos de ellos, sobe todo si son de edad avanzada, se han establecido aquí, porque, además del buen clima y de serles la vida algo más económica, en caso de ser internados en hospitales, se sienten más seguros en España que en su países...
Aunque muchos sectores insistan en llamarse progresistas, a la luz de la historia y del sentido moral, están situados en una auténtica regresión e involución legislativa y moral.
No hay ley en el mundo que pueda convertir en moralmente aceptable la muerte de los niños no nacidos. Los cristianos hemos de tener el convencimiento claro de que sería un gran daño para la nación y para la familia, que, a la vuelta de unos años, haya miles de padres y madres que tengan la conciencia cargada con la muerte de su hijo.
Los obispos de Alemania, ya por los años 70, dijeron: “Solamente cuando el Estado está dispuesto a reconocer el principio según el cual ninguna necesidad social, sea del orden que quiera, puede justificar el asesinato de un ser humano antes de su nacimiento, merece el nombre de Estado social. Solamente cuando el Estado está dispuesto a proteger la vida de un ser humano antes de su nacimiento y a castigar las acciones contra ese derecho es cuando merece el nombre de Estado constitucional.”
Los estudios de los antropólogos modernos ponen en evidencia un hecho que da que pensar. En ciertas culturas asiáticas y africanas la muerte está presente sin cesar. Piénsese, por ejemplo en los múltiples crematorios de cadáveres, a vista de todos, a las orillas de los ríos sagrados de la India. Pero se respeta la vida.
Las sociedades occidentales, totalmente al contrario: ocultan la muerte, pretenden hacerla pasar inadvertida. Pero se menosprecia la vida. Hay aborto, eutanasia y suicidios. Paradoja del hombre científico y técnico que, de una parte hace retroceder a la muerte, pero de otra la admite “legalmente” tan abundosamente como nunca lo hiciera antes.
No olvidemos que ya se prepara el ambiente para que se acepte legalmente al eutanasia y el suicidio. Acabo haciendo notar que, en determinados lugares de nuestro país, donde viven jubilados extranjeros, la población nativa detecta que, no pocos de ellos, sobe todo si son de edad avanzada, se han establecido aquí, porque, además del buen clima y de serles la vida algo más económica, en caso de ser internados en hospitales, se sienten más seguros en España que en su países...
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