Lo que me sugiere la contemplación de una galaxia
por Déjame pensar
Un poco más alta que la estrella Beta de Andrómeda hay una mancha luminosa de luz: es la galaxia de Andrómeda, que está a más de dos millones de años de luz de nosotros. Es el objeto más lejano que el ojo humano puede contemplar a simple vista. Me gusta contemplarla. ¿Por qué?
Porque me pregunto qué había de mí, cuando aquella luz que alcanza ahora mi retina salió de su fuente de origen. recorriendo espacios inmensos hace dos millones de años. No era yo absolutamente nada para nadie.
Pero la fe nos dice que hay una única y estremecedora excepción. Muchos antes de que saliera aquel rayo de luz de Andrómeda, antes de que vistiera el firmamento tú y yo éramos un sueño dorado para el Padre Dios.
Nuestro nombre estaba en su mente. Pensaba en nosotros, a la vez que pensaba en Cristo. Tan allá comienza la historia de amor de Dios hacia ti. Así es y así nos ama nuestro Padre Dios.
“Él nos eligió en Cristo, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia por amor”(Ef. 1.4).
Esta es una de las diferencias fundamentales del amor de Dios con respecto a cualquier otro. Quienes nos aman, lo hacen porque nos conocen, nos ven vivir. Quizás atribuimos a Dios este mismo tipo de amor: me ama, porque existo. Y no es así. La casi increíble, pero auténtica verdad, es que estoy vivo, he llegado a la existencia, porque me ama.
En este tiempo de Pascua- que lo es de agradecimiento, y no lo hay, si no hay amor- es importante recordar esta verdad para agradecer a Dios el hecho, que tantas veces nos parece obvio, siendo su gran regalo de cada día, de estar vivos.
Por ello podemos decir con profundo agradecimiento y rotunda verdad. “Tú, Señor, eres nuestro Padre. Tú el alfarero y nosotros la obra de tus manos”.
De las muchas consecuencias que se siguen, una importante es que, por esa huella divina que viene de la eternidad y está gravada en cada hombre, tienen todos una dignidad infinita. Y otra es que, si Él, todo un Dios, ha pensado en nosotros desde la eternidad, lo que menos se merece es que pensemos algunas veces en Él, dedicando un tiempo diario a la oración.
Así resulta que el amos del Padre nos ha liberado primerísimamente de “no ser”, y nos ha sacado “de la nada”, amándonos personalmente.
También es impresionante pensar que, para Dios, cada uno es un hijo irreemplazable. Porque no nos ama como uno de tantos que forman parte de la inmensa humanidad, sino con toda la ilusión de un hijo único e irrepetible. Por eso, todo el amor que le tienen sus hijos, no le compensa de que tú o yo no le amaramos..
En ese torbellino de amor y vida que es la Vida trinitaria y que te ha lanzado a la vida, no puede faltar tu amor a Él y a tus hermanos los hombres.
Porque me pregunto qué había de mí, cuando aquella luz que alcanza ahora mi retina salió de su fuente de origen. recorriendo espacios inmensos hace dos millones de años. No era yo absolutamente nada para nadie.
Pero la fe nos dice que hay una única y estremecedora excepción. Muchos antes de que saliera aquel rayo de luz de Andrómeda, antes de que vistiera el firmamento tú y yo éramos un sueño dorado para el Padre Dios.
Nuestro nombre estaba en su mente. Pensaba en nosotros, a la vez que pensaba en Cristo. Tan allá comienza la historia de amor de Dios hacia ti. Así es y así nos ama nuestro Padre Dios.
“Él nos eligió en Cristo, antes de la creación del mundo, para que fuésemos santos e irreprochables en su presencia por amor”(Ef. 1.4).
Esta es una de las diferencias fundamentales del amor de Dios con respecto a cualquier otro. Quienes nos aman, lo hacen porque nos conocen, nos ven vivir. Quizás atribuimos a Dios este mismo tipo de amor: me ama, porque existo. Y no es así. La casi increíble, pero auténtica verdad, es que estoy vivo, he llegado a la existencia, porque me ama.
En este tiempo de Pascua- que lo es de agradecimiento, y no lo hay, si no hay amor- es importante recordar esta verdad para agradecer a Dios el hecho, que tantas veces nos parece obvio, siendo su gran regalo de cada día, de estar vivos.
Por ello podemos decir con profundo agradecimiento y rotunda verdad. “Tú, Señor, eres nuestro Padre. Tú el alfarero y nosotros la obra de tus manos”.
De las muchas consecuencias que se siguen, una importante es que, por esa huella divina que viene de la eternidad y está gravada en cada hombre, tienen todos una dignidad infinita. Y otra es que, si Él, todo un Dios, ha pensado en nosotros desde la eternidad, lo que menos se merece es que pensemos algunas veces en Él, dedicando un tiempo diario a la oración.
Así resulta que el amos del Padre nos ha liberado primerísimamente de “no ser”, y nos ha sacado “de la nada”, amándonos personalmente.
También es impresionante pensar que, para Dios, cada uno es un hijo irreemplazable. Porque no nos ama como uno de tantos que forman parte de la inmensa humanidad, sino con toda la ilusión de un hijo único e irrepetible. Por eso, todo el amor que le tienen sus hijos, no le compensa de que tú o yo no le amaramos..
En ese torbellino de amor y vida que es la Vida trinitaria y que te ha lanzado a la vida, no puede faltar tu amor a Él y a tus hermanos los hombres.
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