Si eso es alegría… ¡vivan las penas!

Quienes frecuentan este blog habrán observado que sospechamos de ideas y  actitudes convencionalmente aceptadas sobre cómo ha de ser un católico. Una de estas actitudes «sedimentadas» es la de que se es «buen cristiano» cuando se es serio, grave, formal… hasta triste.

Dan ganas de decir  aquello de «¡Si eso es alegría (y además de la “espiritual”) vivan las penas! 

Para ayudar a combatir la idea de que ser muy espiritual es estar entristecido, apagado…, pondré ejemplos en favor de que la santidad y la alegría van unidas:

 -         San Juan Bosco se «inventó» siendo casi un niño una asociación llamada «Sociedad de la Alegría» y ya de sacerdote no encontró otro medio más útil para evangelizar a los niños y a los jóvenes italianos que la alegría, la diversión y el entretenimiento.

 -         Visitando el minúsculo museo que las carmelitas descalzas tienen en su convento en el Barrio de Santa Cruz en Sevilla, me agradó encontrar objetos que Santa Teresa de Jesús empleaba para divertir y entretener a sus monjas. Y no se excusaba la santa, para no ser alegre, con todas las preocupaciones y desalientos que acarreaban las fundaciones por toda España.

 -         Cuentan que un jesuita llegó a Roma a mediados del siglo XVI y buscando la residencia de San Ignacio y de la naciente Compañía andaba preguntando a los paisanos. Los romanos respondían, tras pensar un rato: «Ah, sí, ese españolito un poco cojo que siempre está sonriendo».

 -         A San Francisco de Sales se le atribuye la frase de «un santo triste es un triste santo». 

 -         Del (por el momento) santo seglar por antonomasia, Santo Tomás Moro, se cuentan muchas anécdotas de su agudísimo sentido del humor hasta en las circunstancias terribles de su ejecución, cuando pidió ayuda para subir al patíbulo «porque que para bajar ya sabría valerse».

Pero todo esto no sería así si todos los santos que he mencionado (y me dejo muchos otros) no se hubieran fijado en su Maestro. Recomiendo la lectura del pasaje del Evangelio (Jn 6,16-21 y Mt 14,28-31 y resumidamente aquí) en el que Nuestro Señor se muestra ¡bromista! con sus apóstoles que creen ver a un fantasma cuando camina sobre las aguas y pasa de largo junto a ellos.

¡Feliz Pascua!

Athos