El cristianismo no tiene que ser útil
Una vez, en la facultad, un compañero me dijo más o menos: “A lo mejor a ti la religión te es útil, y eso está muy bien, pero a mí no me vale y no tiene por qué valerle a todo el mundo”. La verdad es que en aquel momento supe que lo que me decía no era cierto, pero tampoco supe qué decirle. Claro, podría haberle citado palabras del Evangelio o de la Biblia, pero me refiero a algo más “humano”.
Detrás de este pensamiento está la idea de utilidad. Según estas personas, La religión, el cristianismo, tiene valor si es útil, no en función de si es verdad.
Pero, seamos francos, si me piden algo que me cuesta mucho esfuerzo, que requiere que cambie lo más profundo de mi corazón, que perdone a mis enemigos..., difícilmente voy a ser sincero y lo voy a considerar útil: diré que conmigo no va, y que lo disfruten los demás si es que a ellos les es útil.
Esta es una actitud incorrecta. Y es que, parafraseando a Chesterton, no debemos querer una Iglesia que nos dé la razón, sino que la lleve cuando estemos equivocados.
No queremos una religión que nos parezca útil, sino que lo sea aunque no lo reconozcamos.
Si el Cristianismo no es verdad ¡quién que tenga dos dedos de frente va a querer unirse a él aunque sea útil!
Si es verdad, no sólo es útil, sino imprescindible.
D´Artagnan