Ésa es la pregunta
Ya se ha dicho mucho de todo sobre la renuncia del Papa. No quiero añadir más ruido, y espero no contribuir a decir más memeces de las que ya se han comentado.
A mí me ha costado un trago digerir esto. Por más que uno sea periodista especializado en información religiosa, y que pueda responder a bote pronto con razones para salir al paso aunque un tanto insulsas, confieso que me quedé colapsado, y que el lunes tuve que ir a confesarme y a rezar un rato. Para entender. Porque el Papa me ha recordado muchas veces que las cosas de Dios tienen que ser razonables, así que no me parece honesto aceptar de forma ciega, por puro fideísmo, la decisión de Benedicto XVI. Alguna explicación tiene que haber. Busquémosla. Busquemos la Verdad.
Visto lo visto, y lo que nos queda por ver, la pregunta es la siguiente: ¿Dios existe? ¿Puede Dios manifestar su voluntad al hombre? ¿Puede intervenir en la Historia, hablar a una persona en concreto, darse a conocer, expresar su proyecto clara y nítidamente? ¿O sólo puede intervenir en el campo de las ideas, de lo intelectual, de la moral, sin repercusiones prácticas? Jesús, ¿ha resucitado y está en la Eucaristía, sí o no? ¿Es un mito, o es una Persona viviente, con volutad, sentimientos e inteligencia? ¿Puede un hombre hablar con Cristo y exponerle sus inquietudes, escuchar de verdad su respuesta y que ésta vaya más allá de lo imaginable? ¿Puede Dios mostrarme un camino que rompe mis expectativas, mis planes, los convencionalismos históricos, los respetos humanos, y darme el vigor y el valor de seguirlo?
El Papa no sólo "cree" que lo antedicho es posible. Es que lo sabe; está tan seguro de ello como de que Georg es su secretario. Su renuncia, según alcanzo a entender, no es un movimiento empresarial que busca optimizar los recursos de la Iglesia. No es un "estoy viejo, me voy para que venga otro joven que lo haga mejor". Tampoco es un "estoy harto de esta panda de conspiradores, de traidores, de pelmas, de tibios; que elijan a otro que les meta en cintura". ¡Por amor de Dios, el Papa ni siquiera "sabe" si el próximo Papa será más joven, más entusiasta, con más genio o con intención de seguir los pasos que él ha dado! Si sólo se fiara de lo humano, ni conoce, ni podría conocer, quién será su sucesor. No. El Papa no se va por eso. Al menos, no se va principalmente por eso. Nada de lo señalado es nuevo. ¿Por qué entonces se va ahora?
Benedicto XVI se va porque, y esto es lo primero que dijo, ha examinado su conciencia delante de Dios. O sea, que ha rezado. Y en el diálogo con Dios, Él, que sí existe, que sí habla al hombre y que puede hacer saltar en pedazos los planes de cualquiera, le ha dicho que renuncie, que se fie, que dé un salto al vacío, que siga siguiéndole, que agache la cabeza y que ya se encargará Él de que todo el mundo entienda que el timón de la Iglesia lo lleva el Espíritu. Todo el mundo, claro, que esté dispuesto a contemplar la posibilidad de que Dios exista. En la oración, Benedicto XVI ha entendido que Dios le pide que ahora haga acopio de fuerzas para dar un paso histórico, no por lo que respecta a Joseph Ratzinger, sino para que Dios siga interviniendo en la Historia según su proyecto. Que no llegue hasta el final como Juan Pablo II, por más que todos (quizá el propio Ratzinger) consideren (consideremos) que eso es lo heróico, lo que se espera de un Papa, sobre todo en esta época convulsa en la que apenas hay certezas. Y que no lo haga porque lo que Dios pidió a Wojtyla, su historia de amor con él, no es lo mismo que le pide a Ratzinger, no es la misma historia de amor, sino otra distinta.
No me parece casual que el Papa eligiese para anunciar su retirada el mismo día en que la Iglesia reconoce que Dios puede intervenir en la Historia, como lo hizo en Lourdes consintiendo la aparición de la Virgen. Un día en que el Evangelio lanza la última palabra conocida de María: Haced lo que Él os diga.
Y eso ha hecho: hacer lo que Jesús le ha dicho.
Visto lo visto, y lo que nos queda por ver, la pregunta es la misma de siempre: ¿Estoy dispuesto a aceptar que el Crucificado ha resucitado, cuenta conmigo, y puede cambiarme la vida?
Creo, sinceramente, que en la respuesta a esta pregunta se esconde la llave para poder responder a todas las cuestiones que suscita la renuncia de Benedicto XVI.
José Antonio Méndez
A mí me ha costado un trago digerir esto. Por más que uno sea periodista especializado en información religiosa, y que pueda responder a bote pronto con razones para salir al paso aunque un tanto insulsas, confieso que me quedé colapsado, y que el lunes tuve que ir a confesarme y a rezar un rato. Para entender. Porque el Papa me ha recordado muchas veces que las cosas de Dios tienen que ser razonables, así que no me parece honesto aceptar de forma ciega, por puro fideísmo, la decisión de Benedicto XVI. Alguna explicación tiene que haber. Busquémosla. Busquemos la Verdad.
Visto lo visto, y lo que nos queda por ver, la pregunta es la siguiente: ¿Dios existe? ¿Puede Dios manifestar su voluntad al hombre? ¿Puede intervenir en la Historia, hablar a una persona en concreto, darse a conocer, expresar su proyecto clara y nítidamente? ¿O sólo puede intervenir en el campo de las ideas, de lo intelectual, de la moral, sin repercusiones prácticas? Jesús, ¿ha resucitado y está en la Eucaristía, sí o no? ¿Es un mito, o es una Persona viviente, con volutad, sentimientos e inteligencia? ¿Puede un hombre hablar con Cristo y exponerle sus inquietudes, escuchar de verdad su respuesta y que ésta vaya más allá de lo imaginable? ¿Puede Dios mostrarme un camino que rompe mis expectativas, mis planes, los convencionalismos históricos, los respetos humanos, y darme el vigor y el valor de seguirlo?
El Papa no sólo "cree" que lo antedicho es posible. Es que lo sabe; está tan seguro de ello como de que Georg es su secretario. Su renuncia, según alcanzo a entender, no es un movimiento empresarial que busca optimizar los recursos de la Iglesia. No es un "estoy viejo, me voy para que venga otro joven que lo haga mejor". Tampoco es un "estoy harto de esta panda de conspiradores, de traidores, de pelmas, de tibios; que elijan a otro que les meta en cintura". ¡Por amor de Dios, el Papa ni siquiera "sabe" si el próximo Papa será más joven, más entusiasta, con más genio o con intención de seguir los pasos que él ha dado! Si sólo se fiara de lo humano, ni conoce, ni podría conocer, quién será su sucesor. No. El Papa no se va por eso. Al menos, no se va principalmente por eso. Nada de lo señalado es nuevo. ¿Por qué entonces se va ahora?
Benedicto XVI se va porque, y esto es lo primero que dijo, ha examinado su conciencia delante de Dios. O sea, que ha rezado. Y en el diálogo con Dios, Él, que sí existe, que sí habla al hombre y que puede hacer saltar en pedazos los planes de cualquiera, le ha dicho que renuncie, que se fie, que dé un salto al vacío, que siga siguiéndole, que agache la cabeza y que ya se encargará Él de que todo el mundo entienda que el timón de la Iglesia lo lleva el Espíritu. Todo el mundo, claro, que esté dispuesto a contemplar la posibilidad de que Dios exista. En la oración, Benedicto XVI ha entendido que Dios le pide que ahora haga acopio de fuerzas para dar un paso histórico, no por lo que respecta a Joseph Ratzinger, sino para que Dios siga interviniendo en la Historia según su proyecto. Que no llegue hasta el final como Juan Pablo II, por más que todos (quizá el propio Ratzinger) consideren (consideremos) que eso es lo heróico, lo que se espera de un Papa, sobre todo en esta época convulsa en la que apenas hay certezas. Y que no lo haga porque lo que Dios pidió a Wojtyla, su historia de amor con él, no es lo mismo que le pide a Ratzinger, no es la misma historia de amor, sino otra distinta.
No me parece casual que el Papa eligiese para anunciar su retirada el mismo día en que la Iglesia reconoce que Dios puede intervenir en la Historia, como lo hizo en Lourdes consintiendo la aparición de la Virgen. Un día en que el Evangelio lanza la última palabra conocida de María: Haced lo que Él os diga.
Y eso ha hecho: hacer lo que Jesús le ha dicho.
Visto lo visto, y lo que nos queda por ver, la pregunta es la misma de siempre: ¿Estoy dispuesto a aceptar que el Crucificado ha resucitado, cuenta conmigo, y puede cambiarme la vida?
Creo, sinceramente, que en la respuesta a esta pregunta se esconde la llave para poder responder a todas las cuestiones que suscita la renuncia de Benedicto XVI.
José Antonio Méndez
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