Hoy es mi cumpleaños
Hoy, cumplo años. Treinta y uno, para ser más exacto. Muchos se sorprenderán pensando que soy más joven de lo que pensaban, y a otros les pasará a la inversa. Cosas de la alopecia, que hace que uno a penas cambie de año en año...
Suelo celebrar mi cumpleaños con una buena confesión, que tendré esta tarde, D.m., y con la Misa, que me he desayunado de buena mañana. Para dar gracias a Dios.
El mundo está fatal, desde luego. Y uno es un pecador de tomo y lomo, qué duda cabe. Parece que no avanzo en la fe, que sigo siendo igual de pecador o más; parece que en el mundo la victoria es del demonio. Nada más falso. La misericordia de Dios es más grande que toda tragedia, que toda infidelidad, que todo dolor, que todo pecado. A Cristo le interesa el mundo con todas sus miserias, porque le interesa el mundo para Dios.
Así que doy gracias a mi Padre del cielo por seguir acunando el mundo entre sus manos; y por estos 31 años que me ha regalado vivir sin que yo haya hecho mérito alguno para ello. Y vivir en la Iglesia, nada menos: ¡un anticipo del cielo! Podría escribir aquí por todo lo que le doy gracias, empezando por mi maravillosa mujer y mi hijo que, haciendo honor a su nombre, es un regalo de Dios. Pero prefiero hacerlo con una oración que Sebastián Gayá, uno de los 3 iniciadores del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, escribió y rezó durante años. Él la bautizó como El Salmo de la alegría:
Estoy contento, Señor, porque sé que me amas, a pesar de todas mis miserias.
Estoy contento, Señor, porque, pase lo que pase, soy hijo tuyo, hermano de tu Hijo, templo del Espíritu Santo.
Estoy contento, Señor, por todos mis días sencillos en que no ha faltado a los míos cuanto les era menester.
Estoy contento, Señor, porque siempre ha habido pan en mi mesa, y tal vez una flor o un pájaro en mi ventana.
Estoy contento, Señor, por el cariño de mi esposa, o, al menos, por la fuerza con que aguanta mis despistes.
Estoy contento, Señor, porque, entre mis cruces, Te veo llevando la Tuya... y la mía.
Estoy contento, Señor, porque, a pesar de las soledades, todavía quedan sonrisas sinceras y manos amigas.
Estoy contento, Señor, porque, para mis desfallecimientos, Te quedaste en la Eucaristía.
Estoy contento, Señor, aunque mis ojos lloren, por todo lo que me prestaste, y luego me pediste.
Estoy contento, Señor, porque, a pesar de mi nada, puedo hacer algo para que Te amen.
Estoy contento, Señor, porque, siendo Señor de todo, también quieres las migajas de mi pobreza.
Estoy contento, Señor, por esos «momentos» que me proporcionas, para sentir mejor tu cercanía.
Estoy contento, Señor, porque me rodeaste de cristianos, con quienes hacer mi Reunión de Grupo.
Estoy contento, Señor, porque, para que nada faltara, me diste por Madre a tu Madre.
Bendito seas, Señor, en medio de mis espinas y mis flores;
bendito seas, Señor, en mis días de calma y en mis días de tormenta;
bendito seas, Señor, cuando me hiere Tu mano, porque una mano de Padre siempre acaricia.
¡Alleluia!
PD: No dejen de pinchar en la imagen del "Te Deum". ¡Es mi regalo sorpresa para todos los lectores!
José Antonio Méndez